Cretinetti desespera a Dios y a todos los santos –la expresión no es metafórica- y es rechazado en el Cielo; termina en el infierno y todo hace suponer que allí también hará lío. En el film anterior, el mismo protagonista recurre a todo tipo de artilugios para sacarse de encima a sus acreedores. Y lo hace a través del movimiento constante, que provoca formas impensadas a través de cuerpos que se contorsionan, se atraen y se expulsan a la vez. Y hay más, una relación de tres contada desde los pies, la belleza de la máquina en movimiento y una lucha de monstruos mecánicos –antepasados precoces de los superhéroes actuales- conforman algunos de los films del ciclo de Cine Futurista que se está exhibiendo en el Auditorio de Proa. El objetivo central del Futurismo, como el de todas las vanguardias estéticas de principios del XX, es precisamente que los sentidos se pongan en movimiento, que se despabile la conciencia creadora como forma de autoconciencia y de libertad. Así sea en la arquitectura, en el cine o en la literatura, el Futurismo fijó su horizonte en el cielo, en el movimiento constante, en la exaltación enfervorizada de la técnica y en la violenta transfiguración de los espacios. Un mundo debía morir y allí estuvieron sus verdugos.
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