lunes, 29 de marzo de 2010

Viajes / Río de Janeiro

LAPA
Una noche en la Rua do Lavradio

La banda se empieza a despedir. El cantante, pelo mota, piel oscura, portugués cerrado, agradece y tras pedir complicidad al público, arremete con un tema pegadizo. Algo como Tu tu tu te te te. La gente baila, alza los brazos y corea a los gritos. Cuando termina, los cuatro integrantes retiran sus equipos y dejan paso al siguiente grupo, esta vez una chica que hace un tema de Chico Buarque, Mentira, canta, y todo el mundo acompaña de nuevo. Es viernes a la noche y Río Scenarium está repleto. La inmensa construcción devenida atelier, anticuario, centro de exposiciones y boliche nocturno está al borde del estallido. La gente se acomoda en sofás, poltronas y mesas que ocupan la planta baja y los dos pisos superiores. Desde el gran espacio central donde balconean las bandejas al escenario, sube la música del espectáculo en vivo; abajo y arriba los cuerpos se retuercen al ritmo de la samba, todos miran y esperan ser vistos. De paredes y techos rojos cuelgan bicicletas, radios antiguas, muñecas, vasijas, terciopelos, cintas multicolores, candelabros, utensilios de la vida cotidiana que funcionan por aglomeración, con la fuerza del racimo que la arbitrariedad reunió y la noche, la samba y las multitudes le dieron sentido. Estalla la alegría brasilera repleta, como ocurre casi siempre en Brasil, de claroscuros ancestrales. Lapa tiene algo de Lavapiés y de Montmartre, algún rumor tal vez de San Telmo. Ubicado estratégicamente en la geografía original de Río de Janeiro, el barrio se funda y refunda entre el esplendor y la decadencia y reactualiza el mito de la ciudad sensual y transgresora. Lapa promete placer y bohemia, arte a contramano y también prestigioso, márgenes redituables pero tambíén oscuridades agazapadas y fuera de cualquier guía de viajes.