Los ensayos del yo
(Fragmento incluido en mi último libro “La
seductora pesadilla del capitalismo”, Contratiempo Ediciones, 2022)
La atmósfera urbana configura un tiempo no lineal, fragmentario,
episódico e inestable. Está fuertemente condicionada por las materialidades
pero también por las líneas de fuga, las apropiaciones, usos, fisuras, así como
por la historia y los acontecimientos, tanto personales como colectivos, aunque
también escape de ellos. La experiencia de acceder a una ciudad por primera vez
pone en evidencia, tal vez con una contundencia inusual en otras experiencias,
esta percepción de su atmósfera, desligada de la habitualidad y la rutina (por
lo que Benjamin recomienda ingresar a una ciudad nueva por sus diferentes
puntos cardinales). De acuerdo a las condiciones de dicha experiencia, la
ciudad operará en la voluntad, en el recuerdo y hasta en el cuerpo, de una
determinada manera mucho más allá de sus condiciones materiales. Esto que
parece elemental (percepción, recepción íntima no transferible ni mensurable,
escucha de lo no tangible, apropiación transitoria) sirve para comprender hasta
qué punto, como decía Simmel citando a Kant en el caso de las ciudades eternas,
la ciudad necesita de la puesta en juego de su visitante (o habitante) para
recién después actuar sobre él. Caso contrario, mostrará muy pronto su
“ineficacia” como engranaje del sistema; será no aprehendida por el visitante y
abandonada por el habitante. Aunque después, de esos despojos a veces surjan,
metrópolis al fin, nuevos usos y nuevos significados (de estos fracasos
reconfigurados y re apropiados está bien documentado el Movimiento Moderno).