Amanecía blanca, cubierta de niebla y nieve. Recién cerca del mediodía, las
cosas volvían a recuperar forma y sentido. 6° bajo cero marcaba el termómetro.
Tomar el tranvía desde mi hotel, ubicado en un barrio de inmigrantes, llegar a la Marienplatz, el centro neurálgico de la ciudad,
buscar un lugar en la cafetería de la Hugendubel y organizar el recorrido del día. A la noche,
a la cervecería de la vuelta a terminar la jornada. Días intensos, a veces
dolorosos, como la misma historia de Múnich.
Directora de Revista Contratiempo