Hermosa venganza:
De la civilización a la barbarie
Una atmósfera sutilmente irreal envuelve el film de Emerald Fennell. Entre el kitsch de algunos elementos y la densidad de lo narrado lo ubican casi en los bordes de la comedia negra. Pero sin llegar a serlo (resuenan ecos de Brian De Palma y de Tarantino, entre otros). Y tal vez en esta frontera esté su logro mayor. No busca linajes ni acreedores, ni siquiera las fuentes de los saberes disciplinares: leer el film como psicológico es un empobrecimiento del mismo, muy conveniente por cierto. Tampoco su protagonista, Cassie (excelente actuación de Carey Mulligan), busca alianzas posibles. Un hecho aberrante suspende su vida, una forma de vida que para el sistema califica como muy prometedora. Y a partir de la catástrofe nace otra, con un único objetivo: la venganza. Venganza en solitario: no habrá “sororidad” ni “empoderamiento” ni trillados discursos neofeministas o hipocresías parecidas. Se podría afirmar que Cassie se mueve de la “civilización” hacia la “barbarie”, representada en la justicia por mano propia, poniendo en crisis, precisamente, estos conceptos. Ese proceso de demolición, de esta civilización que engendra monstruos respetables, se acrecienta hasta convertirse en una fuerza de destrucción total. Una muy atractiva incorrección política, de ella y del film. Tanto que suelo preguntarme por qué el “modo Cassie” no se aplicará con más frecuencia en la vida real.
(Psicópatas e impresionables, con alguna deuda pasada, abstenerse de ver el
film)