domingo, 21 de junio de 2020

LAS PALABRAS Y LOS MUNDOS

Las palabras y los mundos


Cada vez que a la realidad se la trata de encorsetar en una dicotomía, no solo termina empobrecida sino que suele generar efectos imprevisibles y hasta indeseados. Ya sabemos que el lenguaje es un campo de batalla: quien tiene el poder de nombrar está delimitando el mundo que habitaremos. Romper ese lenguaje “oficial”, hacerle engañifas como espacios de libertad, suele ser tarea de filósofos y poetas. Lo vemos a diario en la práctica política. Ayer no fue la excepción. El oficialismo (y sus voceros) salió rápidamente a nombrar la situación: hay gorilas desestabilizando al país. No existe, para ese mundo estrecho e inventado, ninguna otra alternativa ni por supuesto, la duda. Que suele ser señal de inteligencia. Todo lenguaje es metafórico y lo simbólico adquiere aquí un papel esencial y sesgado: el “gorila” (“los que no nos quieren”) en desmedro de “vicentín” (o la defensa de las formas institucionales, el rechazo al autoritarismo y a las extorsiones judiciales y no la adhesión a una empresa ni a sus empresarios). Y aún más: el “campo” como enemigo eterno y poderoso que ya nos ganó la “guerra” una vez. No: “gorilas” es más eficiente. Y sobre todo, clausura el diálogo y la escucha al reducir las infinitas posibilidades de ese lenguaje en disputa. Una cosa es pelearse con la oposición; otra, con miles de manifestantes a los que encima se tiene que gobernar. Equivale, siguiendo con las metáforas, a empezar a cavar la fosa antes de tiempo. CFK, artífice de que Alberto F estuviera en el cargo, lo sabe en carne propia: agrietadora serial, hoy es una paria política, con poder pero paria al fin. Espanta no solo votos sino cualquier rol activo y a la luz del día dentro del gobierno. Está en las sombras no precisamente porque sea cultora del bajo perfil. Pero Alberto F. todavía tiene que gobernar un buen rato. Tiene que anunciar, por ejemplo, una extensión y restricción de la cuarentena eterna que no solo resultan de dudoso cumplimiento por razones de supervivencia: con el nuevo panorama, es muy factible la aparición de focos de tensión que él mismo se encargó de avivar al maltratar a sus gobernados. Si no son gorilas, son culpables por el aumento de contagiados y muertos al haber salido a correr y a mirar vidrieras. Ni la duda ni la autocrítica asoman en el horizonte. Imposible en este contexto saber qué dirá (y hará) de la situación económica pos pandemia: ojalá no culpe a los pobres y empobrecidos de existir solo para desestabilizar su gobierno. No se sale indemne después de estos gestos, ni aunque se utilice el tono paternal mientras se pide (exige) un sacrificio más, porque él “está enamorado de la vida” y otras sensiblerías semejantes. Acumular poder en base a enfrentar unos contra otros, no manejar el lenguaje que construye pero también destruye tiene estas desventajas: el odio agota, dilapida energías de la sociedad que, harta y extenuada, termina por llevar a la hoguera a aquellos que lo avivaron.