sábado, 15 de diciembre de 2018

EL HABLA COMÚN

El habla común
















Siempre me resultaron más atractivas las ideas que las peripecias del lenguaje. Se puede decir cualquier cosa, con los recursos infinitos del mismo, y sin embargo, siempre quedará flotando la sensación desolada  de lo acabado si no hay algo, que precisamente no se puede nombrar, entretejido a ese discurso (economía comunicacional: Kafka). Lo ausente que lo motoriza y que, además, hará entrar en vecindad lo uno con lo otro. Sin embargo, nada se puede pensar si a la vez no fueran naciendo esas palabras, como un parto simultáneo e insustituible. El lenguaje “cotidiano”, en este contexto, parecería el hermano pobre de dos situaciones: un estilo propio, adquirido a fuerza de derrumbes; y el garantizado, y deglutido previamente, por alguna corporación que posibilitará su circulación en determinados ámbitos. La lengua común resultaría el mensajero que transmite las noticias triviales a un pueblo que lo necesita, pero que no siente pasión alguna por él. Común sin embargo es lo que precisamente nos hace entrar en vecindad con lo otro, con el otro. Es la lengua de la comunidad, que se fortalece a través de ella y que también declina con ella. Se la acusa de utilitaria pero tal vez la extrema trivialidad nos remita a orígenes impensados si hubiera una escucha atenta. Y no estoy hablando sólo de un problema de la  lingüística, de indagar en la raíz de las palabras. Más bien en su sintaxis. Hay modos estereotipados que otorgan pertenencia, posesión de un saber adquirido a fuerza de permanencia en un determinado territorio. Saber que discurre como la correntada del río, siempre igual y siempre distinto, que va erosionando las rocas que encuentra a su paso. Modos que estructuran espacios de acción y generan efectos sobre ellos. Hablar, en la vida cotidiana, es al fin y al cabo una certificación aún más determinante que cualquier documento de identidad. Al viajar se experimenta esta proposición con toda intensidad. Ningún paisaje, ningún elemento arquitectónico, ninguna ciudad, por monumental que fuera, se puede terminar de percibir si atrás, o al costado, o como un eco lejano, no se escucharan las voces “triviales” de sus moradores. Aunque se desconozca el idioma. 
(La foto elegida es la de una plaza en el centro de Viena, entre los monumentales edificios del Ayuntamiento y del Teatro Imperial, con reunión de vecinos, atmósfera entre posada de pueblo y kermesse de barrio)