PRÓLOGO AL LIBRO "LAS TRAMAS SECRETAS"
Ficción y violencia
"Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte yo la llamo: literatura."
"Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte yo la llamo: literatura."
ROLAND BARTHES
La ficción, como todo
lenguaje, no tiene nada de inocente. No se puede ya tomarla como juego o ejercicio
ocioso. Su escritura implica siempre un desafío. Por un lado, no desactivar lo
que tiene de explosiva la literatura misma con fórmulas bendecidas y repetidas
hasta el hartazgo. Por el otro, reflexionar sobre sus procedimientos, sobre sus
formas de construcción que son también las de su época. Sus
legitimaciones, sus modos de producción, de transmisión, de enseñanza, ¿no
representan acaso las estructuras represivas de los modos de pensar, de
valorar, de legitimar, de construir la política, la ciudad, el arte, los saberes, incluso la historia? En el concepto
mismo de qué es ficción está implícito el mecanismo de regulación de lo
pensable, esa voz que se eleva y legitima también clausura. Tradiciones y cánones,
los venerados "corpus", la relación de lo traducible con las lenguas
centrales, los grandes mercados, incluso las subversiones aclamadas y apañadas,
actúan como ente regulador y a la vez, como reaseguro contra cualquier
mecanismo desestabilizador a estas formas. La
cuestión no es sobre qué o por qué se escribe sino contra qué se escribe. Ese contra qué, sin embargo, no es un
enemigo externo. No es la rebeldía personal de no inscribir la escritura propia
en tradiciones o continuidades. O de retacearla a los circuitos mercantilizados
de la palabra. Es la escritura que se rebela contra ella misma. Contra lo que
subyace en sus fundaciones y que solo ve la luz como horizonte de sentido
ineludible. Contra la literatura como saber represivo, disciplinado y, sobre
todo, pedagógico. Se escribe contra ella para abrirle una vía de escape. La literatura también puede ser, si se
descuida, una garantía civilizatoria.
Los cuatro relatos que integran “Las tramas secretas. Cuentos de suspenso y
misterio” fueron escritos en diferentes épocas. Tienen, sin embargo, como eje y
obsesión el tema del poder y sus imprevisibles itinerarios. Ellos son:
1. “Las tramas secretas”, escrito recientemente y al que no
puedo definirlo más que como un gesto impaciente frente a la escritura
ficcional;
2. "El umbral", relato escrito en
1995, premiado en 1996 y publicado en una antología de ciencia ficción en la
que los autores no tuvimos, lamentablemente, la
opción de la corrección. Por lo que esta versión es una especie de reconciliación
con aquella escritura;
3. “El Faro", fábula incluida en el libro "Contratiempo o los vaivenes de la pasión" (1997);
3. “El Faro", fábula incluida en el libro "Contratiempo o los vaivenes de la pasión" (1997);
4. "Plaza Once", relato escrito en 1994 y
que no fue publicado como tal sino integrado a tres capítulos de la novela
"Zona de paso" (2000), a la que dio origen.
"Las tramas secretas. Cuentos de suspenso y misterio" / Zenda Liendivit (Contratiempo Ediciones, Abril 2014)