jueves, 8 de agosto de 2013

PENSAMIENTO Y CIUDAD / LAS FORMAS DEL ABISMO

Las formas del abismo
























La ciudad moderna se funda, se organiza y se reproduce sobre la base de la diferencia. A la descontrolada mezcla que ella misma genera y acentúa le opone el orden de la fragmentación y de la cualificación espacial, reforzado por el sentido de pertenencia -éste constituye un poderoso fármaco frente a la angustia metropolitana. Las transformaciones urbanas, a la vez, tienden a definir de qué forma vamos a pertenecer a un determinado espacio, pero también cuándo dejaremos de hacerlo. Durante las primeras décadas del siglo XX la solidaridad organizada en el revulsivo conventillo encontró solución, motivos higiénicos, morales y políticos mediante, en la tipología de vivienda unifamiliar ubicada en los suburbios de la ciudad. El patio como lugar de toma de conciencia de aquellos problemas comunes a una clase que se estaba llevando la peor parte en el proceso de modernización de Buenos Aires fue sustituido por la extrema individualidad del terreno propio y pagadero en eternas cuotas. En la actualidad, el cambio de rumbo de la economía global y de sus formas de producción genera esa masa informe de cuerpos inconexos y desocupados que solamente cuentan consigo mismos para sobrevivir en un sistema que los dejó afuera. La familiaridad del ámbito laboral, los rituales cotidianos y las formas de organización gremial quedan abolidos por la fuerza del cuenta propismo espiritual y material. También la fragilidad de las relaciones humanas, su fugacidad e inestabilidad, el otro entendido o bien como un medio para lograr los fines personales o en el peor de los casos como un enemigo a derrotar, habla de un cambio de valores donde la solidaridad sólo podría encontrarse precisamente entre los que ya no tienen nada que perder. Pero si por un lado la protesta social genera estrategias que van delineando una práctica de ciudad que se enfrenta al proyecto instrumental-especulativo (y con esto, a la vez, genera nuevas formas de pertenencia), por el otro, la extrema soledad, la ausencia del otro y las imposibilidades varias colocan al cuerpo y al espíritu al borde de un abismo que también podría ser un desafío. Esa sensación de eterno aislamiento sin redención alguna puede instaurar también un espacio para la construcción de nuevas formas, de nuevas miradas ajenas a las habitualidades legisladas y canonizadas. No pertenecer puede volverse un privilegio. Después de todo, la labor creativa, el arte verdadero y el pensamiento crítico siempre fueron tareas solitarias, por lo general nacieron de una disconformidad hacia la época que los originó, de un malestar del cuerpo que, enfrentando al abismo y al desierto, emprendió la necesaria tarea de demolición de lo instituido y se convirtió en potencia creadora. 

(Nota Editorial de Revista Contratiempo / Octubre 2005)