(Fotos: Mercado Público, interior y alrededores / Z. L, Julio 2912)
Bohemia y Capitalismo
Conforma una
pequeña ciudad dentro de otra: hombres y mujeres, en fila frente a coloridos
mostradores y vitrinas, conversan, eligen y compran; o deambulan por los
pasillos con bolsas, comparando precios. El poderío de la zona, pasado y
actual, estalla en sus mercancías: hay de todo, desde productos agropecuarios
hasta antigüedades de cualquier época y procedencia. El murmullo es constante y
de a ratos nos retrotrae a aquella atmósfera del film de Scorsese, La invención de
Hugo Cabret, donde el espacio de la terminal generaba también un microclima, de
alguna forma, contestatario (o de
aquella Galería en Londres, el Leadenhall Market de la que alguna vez hablamos en
estas crónicas). Es mediodía y el Mercado Público de Porto Alegre está en su hora
pico. En la planta alta, entre restaurantes y puestos de venta de discos de
pasta, se halla el Memorial del
Mercado, un espacio pequeño que a través de paneles cuenta la historia del
lugar y sus transformaciones en el tiempo. Una historia conocida: ingenieros extranjeros
que construyen a mediados del siglo XIX, en los puertos más prometedores de América,
estas gigantes instalaciones de estructuras de hierro y madera
para almacenar, abastecer y exportar las riquezas del territorio y organizar y
administrar la vida del pueblo. El Mercado Público, además, albergaba hoteles,
compañías de seguro y peluquerías y a principios de siglo XX, oficinas
comerciales, industriales y reparticiones públicas. Cuenta la historia que
entre las décadas del 40 y 60 fue el centro de la bohemia de Porto Alegre, el
punto de encuentro de artistas y libertinos, que según dicen, “se reunían, recorrían la
ciudad, cantaban, bebían y desafiaban las costumbres de la época”. Algo de todo
eso aún pervive en el bello Mercado, a pesar de esa modernísima vecindad de
moles de vidrio y acero que intenta acorralarlo.