El espacio del mal
Proyectar implica comprometer al tiempo y al espacio en una situación diferente a la actual. Por lo que todo proyecto siempre se refiere a la actualidad con intenciones destructivas. Así sea una obra de arquitectura o un libro. Arlt se enfrenta no solo a una moral (la de la clase media y su oportunidad desaprovechada de ser la protagonista de la historia), sino al modo de administrar el tiempo y el espacio que la sustenta (la moral de la utilidad contra la disipación improductiva). La lengua oficial, la de la cultura alta, así como los espacios legitimados deben, de alguna forma, mostrar sus límites. La bomba en el City Bank de Di Giovanni es más directa pero menos efectiva que el proceso de desmantelamiento que él mismo encara con la escritura. La cuestión en Arlt no es la acción (ésta pierde eficacia ni bien es llevada a cabo), sino la postergación, el entretanto que en sus infinitos recorridos develan la imposibilidad de cualquier palabra última y la ineficacia de las herencias. La ciudad, con sus cambios continuos, surge como metáfora acelerada de esta imposibilidad. La metrópolis moderna jamás tendrá una forma final porque se funda en la transformación como modo de subsistencia y sobre todo de expansión y de colonización (pero tampoco formas tradicionales que respetar o continuar). Ella misma es gasto continuo y muchas veces sin fines últimos. Arlt no radiografía el mal sino sus modos de construcción: la violencia tecnológica de su Buenos Aires es, a la vez, garantía y condena.