La lengua de Babel
La traición a las formas constituidas y legitimadas que realiza Arlt se corresponde también con sus espacios de acción. Se actúa sobre la lengua y sobre el lenguaje para desmantelar la hegemonía del centro que detenta la posesión de la palabra y las formas de nombrar. De allí sus constantes ataques a la Academia, a la Sociedad de Escritores, a Lugones, a Borges y a todos los que representan el status quo de la literatura oficial y oficializada así como a la lengua que refleja la alta cultura. En El idioma de los argentinos, hace hincapié precisamente en la antigramaticalidad como forma de vitalidad, como expresión de aquellos pueblos que “están en continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores…”. Esa escritura, que llama idioma porteño, no castellano, y del que, según él, forma parte de la tradición de Fray Mocho, Lezama Lima y otros, constituye una voz propia difícilmente apropiable puesto que no responde a un grupo determinado, ni central ni marginal. Tampoco es una oralidad construida por una comunidad, que se pueda transmitir de una generación a otra, sino que se funda en la mixtura arbitraria que tanto reúne los extremos de los lenguajes del pensamiento, desde la técnica y la ciencia hasta la magia y el folletín como los de los mundos sociales y culturales, el castellano antiguo y la lengua del cabaret. Hacerse de una voz propia implica violentar este poder, provocando a la vez efectos sobre la cultura pero también sobre los modos de habitar y de construir un territorio. Arlt golpea al idioma porque intuye que allí empieza la habitación original de esta atrocidad, que adquiere la suerte de una forma de genocidio de las capacidades vitales del hombre, para luego arremeter contra sus modos materiales, que son la arquitectura y la ciudad. En la palabra que funda, que legitima, que da vida y muerte, está la debilidad del mecanismo. Con el recurso de Babel, confunde al idioma, lo mezcla, lo subvierte, lo vuelve indócil y extranjero para los antiguos propietarios mientras recluta nuevos fieles que como él, desconocen patria, linajes y herencias. Así como el lunfardo construye a su manera el mundo carcelario, con sus códigos, complicidades y exclusiones, el cocoliche, la mixtura de voces extranjeras con el español antiguo y el lenguaje aportado por la técnica así como la mala sintaxis fundan una Buenos Aires definitivamente singular y sobre todo intraducible. Arlt realiza el proceso inverso de Borges (que escribe bien, para ser traducido, leído y comprendido afuera), interrumpiendo la conexión que aspira la modernidad y singularizando lo que está destinado a la normalización, o a la universalización. Arlt no busca la reproductibilidad de su obra, porque esto lo convertiría en aquello que ataca, sino que ésta impacte, como las bombas de su admirado Di Giovanni, en las vidas de sus víctimas-aliados para despertarlos del letargo, de cierta idea de destino prefijado que él lucha por esquivar a fuerza precisamente de demoliciones y subversiones.
(Anticipando el Tomo 3 de Literatura y Política, fragmento de "Vida de monstruos: espacio, ficción y violencia en R. Arlt", Zenda Liendivit, Contratiempo Ediciones, 2010)