jueves, 19 de octubre de 2017

NOVEDADES EDITORIALES / OLEAJE



Estamos expuestos a oleajes terribles: o nos arrastran al fondo o nos lanzan a la costa más cercana. El cuerpo resiste y memoriza para la próxima vez, sin continuidad posible, a lo sumo, precauciones, alertas, mínimas estrategias. Para no ser arrastrado, tampoco resguardado. Así es el proceso de escritura: la única relación con lo anterior es esa resistencia, a no sucumbir y, a la vez, a no salir indemnes, siem-pre soñando crestas eternas.
(Prólogo)

Oleaje. Disrupciones y otros ensayos / Contratiempo Ediciones, 2017

viernes, 13 de octubre de 2017

EN PRIMERA PERSONA (3) / GOLPES DETRÁS DE LA PUERTA

EN PRIMERA PERSONA (3)
Golpes detrás de la puerta



 (No pude evitar la carcajada cuando me enteré de que ese hombre que me maltrató a puertas cerradas hoy sigue estudiando iglesias y capillas en pueblos del interior. Imagino que también tendrá que ir a misa los domingos, confesarse y comulgar. Como para no desentonar. Risa diabólica la mía).

A una mujer maltratada y denunciante, nunca pero nunca se le puede preguntar por qué se quedó junto a su maltratador. O qué hizo para recibir el porrazo, la trompada, o el elemental corte de suministros por parte de aquel. O la apropiación impune de sus bienes. Nunca. Lo dejaron en claro, antes de entrevistarme en la OVD: "no queremos saber qué dijiste o qué hiciste, solo lo que hizo él". Hechos concretos, puntuales: la rodilla sobre el pecho, el cuerpo lanzado al vacío, la mano atenazando la garganta, los pelos zamarreados, la promesa del ácido en el rostro, la amenaza de muerte. O la de desaparecer y dejarme con un niño de pocos años. O el rouge demasiado rojo, pasaporte seguro de una tarde de sexo desenfrenado, con un amigo, un compañero, un colega o con el cerrajero de la esquina. O la falda, el escote, la sonrisa, el gesto de correrme el pelo del rostro justo cuando pasa aquel hombre que siempre es más atractivo que nuestro proto carcelero. No importa tampoco si yo me defendía con uñas y dientes, si lanzaba objetos al aire, cachetadas, insultos. “Yo también pegaba”, afirma el personaje de Nicole Kidman cuando la terapeuta la enfrenta a la realidad de un marido abusador, en “Big Little Lies”. Recién cuando el calvario encuentra una forma verbal, cuando las palabras se escurren inesperadas y quiebran el silencio cómplice, el ocultamiento colectivo, la mirada reprobadora y siempre sospechosa de los otros y sobre todo, de las otras, recién allí se da cuenta del absurdo de dicha enunciación. David y Goliat. Madres que ahogan el grito para que el niño que duerme en la otra pieza no escuche. Ella lo hacía, yo también. Entonces el niño-talón de Aquiles se convierte en botín del otro. Reaseguro del todo igual, escudo extorsivo y protector de tropelías silenciosas. Pero las cosas están cambiando: la Justicia falló dos veces a favor de mis palabras, y solo palabras, porque yo no tenía marcas visibles en el cuerpo. De nada sirvieron los argumentos, “fabulación, mentirosa, fantasiosa” y demás de la otra parte. Yo me enfrenté a un equipo de especialistas, expertos en detectar fábulas. Y sobre todo, maltratos. Los abusadores están en el centro de la escena, aquí y en el resto del mundo; el mecanismo, a veces sutil, a veces, grosero,  develado. Y muy pronto tendrán que ir a llorar (y a robar) a los caminos. O enterarse de que la edad de oro del macho amo y señor está llegando a su fin. Pero aquellas mujeres que vociferan su defensa a “las mujeres” (como si pudiera haber sujeto semejante) también tendrán que tomar nota y abandonar el seudo apostolado: ver hasta dónde y cómo no están reproduciendo los valores que combaten. 

lunes, 9 de octubre de 2017

LO IMBORRABLE


"Lo mataron al Che", asombrado, en voz baja, como siempre que se hablaba de política en casa, papá pronunció estas palabras. La sorpresa de mamá, mi mirada que iba de uno a otra, el olvido transitorio, el juego urgente. Solo esa escena grabada en aquella primavera asuncena que empezaba a calentarse: con seis años a cuestas ya era mucho. E imborrable.

miércoles, 4 de octubre de 2017

BARCELONA / LAS DÍSCOLAS

Las díscolas

Este año en el último curso sobre la Ciudad Mundial que dictamos en Contratiempo se puso especial énfasis en aquellas metrópolis consideradas discolas en cuanto a rupturas estéticas a fines del XIX. Barcelona, Bruselas, Glasgow, Praga, Chicago, Viena. Y, claro está, Londres, en donde se encontrarían (y nacerían) ambas líneas, el industrialismo feroz y la resistencia regional (o el culto al trabajo artesanal). Estudiábamos, a través de material gráfico recabado en innumerables viajes, asi como de archivos privados de registros de época, cómo estas rupturas que dieron origen a lo que se denominarían las protovanguardias (que en realidad, fueron las verdaderas vanguardias) pervivían en la actualidad y presionaban siempre a un afuera. El eje del curso era, precisamente, la pervivencia de aquella desobediencia inicial que las había configurado en la modernidad. Y que por supuesto, se replicaba desde lo estético a lo político (Londres estaba en plena brexit). La mundialización, entonces, era un mecanismo, tanto desde la propia genealogía como hacia ese afuera, al que se pretendía "mundializar". Es decir, el mismo procedimiento (con su contradicción correspondiente) que dio origen al concepto de vanguardia: una mirada singular e irrepetible sobre lo regional, aliada con la tecnología, con intenciones hacia otros bordes en disonancia.


(Fotos: Palacio de la Música Catalana del Arqto. L Domenech / Casa Batló de Gaudí)