jueves, 18 de julio de 2019

FICCIONES QUE AVISAN: POPULISMOS AUTORITARIOS, DEMOCRACIAS Y ESCOMBROS

FICCIONES QUE AVISAN:
Populismos autoritarios, democracias
y escombros

El hermano mayor de la distópica y excelente "Years and Years" (serie que transcurre en 2026 en Londres y cercanías) pierde sus millonarios ahorros en una debacle mundial del sistema financiero. La escena de los clientes furiosos, golpeando las puertas blindadas de los bancos, nos retrotrae a épocas no muy lejanas. El hombre pierde también su trabajo de contador. Busca entonces empleo de lo que fuera: hípercalificado, termina como repartidor en bicicleta y retorna a la casona de la madre, con toda la familia a cuestas. "Nos estamos volviendo cada vez más estúpidos", afirma otro de los hermanos al sospechar que la inmensa mayoría no toma consciencia de la hecatombe que se avecina. 
Frances, el personaje de Sarah Jessica Parker en la tibia “Divorce” no encuentra trabajo en Nueva York como curadora de arte. Su propia galería tiene un siniestro, un incendio accidental, del cual no puede recuperarse económicamente. Envía CV a todas partes. Desesperada, abandona la búsqueda en el rubro y aspira a cualquier empleo, de lo que fuera. "Estamos en extinción", le dice a su amiga, "somos descartables".
Como antecesores están Marnie y Hannah, las adorables "girls", que con casi 20 años menos, tampoco consiguen lugar en el mundo laboral en la gran ciudad: la primera, también crítica de arte; la segunda, escritora, redactora y periodista. Conclusión, una empieza una nueva carrera; la otra se va a un pueblo del interior de NY a enseñar los usos de la internet a jóvenes universitarios. Recordemos también la excepcional serie noruega "Vida dura", a la que dedicamos varias notas, en donde el problema no solo era la inmigración descartable sino el desasosiego existencial de los acomodados.
Apenas algunos ejemplos: Hollywood y Europa avisan lo que se viene (o lo que ya se vino y tiende a su agravamiento): "El techo se nos puede caer en cualquier momento sobre la cabeza,y hay que convivir con esa única certeza", decía Artaud. Este reordenamiento mundial en el campo laboral y productivo explica, de alguna manera, la desesperación de muchos y muchas por lograr cargos en la política: intelectuales, artistas, docentes, periodistas, dinosaurios en vías de extinción por obsoletos, se aferran y arrean banderas (el compromiso con la crítica a todo poder instituído, hoy más indispensable que nunca) por esa promesa mensual, que los hará fantasear con improbables seguridades. O por un mullido sillón desde donde intentarán convencer a los condenados de la tierra que la suerte será peor si votan al contrario. Tal vez, algunos escombros demás.

domingo, 14 de julio de 2019

EN PRIMERA PERSONA (9) / VIOLENTOS EN LA MIRA

Violentos en la mira


En 2017, al poco tiempo de separarme tras una larga y conflictiva relación, me vi obligada a denunciar públicamente a mi ex pareja. Situación rara para una intelectual, formada en la alta cultura, domesticada para que los problemas privados queden así, privados de la mirada pública, porque no es (era) de “buen tono” andar ventilándolos. Solo el deseo de sacarme de encima las mordazas cómplices e hipócritas y el instinto de conservación me llevaron a tomar la decisión. 

Hay todavía, qué duda cabe, todo un sistema de silenciamiento en lo que se refiere a los crímenes domésticos. Las principales víctimas generalmente son las mujeres y los niños, pero no por ser mujeres exclusivamente. Si bien la vulnerabilidad que implica la diferencia física influye, la posesión de los ingresos mayoritarios de la economía familiar es el factor decisivo (el estátus que conlleva "ser hombre" viene precedido de esta suposición). Lo que define también la diferencia en la toma de decisiones. Ese no era mi caso, aunque lo había sido; la venganza sin embargo que se avecinaba sobre mi persona por el solo hecho de tomar la iniciativa del rompimiento, me impulsó a llevar el tema a la esfera pública (y la frase lanzada a un familiar cercano de que ella, o sea yo, "solo entiende las cosas por la fuerza"). Un violento con historial, un golpeador, un manipulador en los momentos más vulnerables (maternidad reciente, desempleo transitorio, condición de extranjera, incluso), un bravucón que, dada su bajísima autoestima, se enseñoreaba con títulos universitarios (argumento frente a la jueza para descalificar mi denuncia, el que afortunadamente fue desechado por improcedente) y me murmuraba amenazas de muerte para que yo estallara y él decretara así mi supuesta locura y su probada inocencia: lo que quedaba resguardado en la intimidad, no había ocurrido a falta de testigos. Psicopatías de manual de las que yo tenía amplia experiencia dado que esos especímenes abundaban en mi familia de origen. Ese violento, decía, no podía quedar en las sombras. 

La supuesta responsabilidad compartida de la mujer (argumento que todavía se observa en familias violentas que suelen mirar para otro lado) fue dejada de lado sin miramientos por los especialistas que me tomaron declaración durante más de tres horas en la Oficina de Violencia Doméstica. Nunca me terminó de cerrar, sin embargo, que yo estuviera libre de culpa y cargo. Sobre todo porque no era precisamente una persona dócil, contestaba los golpes, las injurias y hasta las amenazas. El problema era más simple, hasta pragmático, y solo las que lo vivimos en carne propia sabemos de qué se trata: la mujer puede dar golpes, bofetadas, puños al aire, insultar. Pero el otro puede hacernos volar por los aires o sacarnos la vida en cuestión de segundos. Ambas situaciones las experimenté, y recién entonces, cuando mi soberbia de mujer independiente, medio libertina, cedió, me di cuenta de que en realidad, el otro, ese psicópata apañado por la sociedad y el silencio, incluso de las otras mujeres, me podía borrar de un plumazo y sin demasiado esfuerzo.

Pero el tema de la responsabilidad no termina exclusivamente en la diferencia física o económica: hay que bucear en aguas más profundas. E incómodas. El hombre, el macho que posee la fuerza, no es el único responsable. Madres, padres, hermanos, maestros, amigos, pero sobre todo la virilidad puesta en juego en un sistema que entroniza a sus mejores exponentes (los que se posicionan más rápidamente en el sistema productivo) y somete a los más débiles (los receptores de aquéllos). Una sociedad que, históricamente, fijó roles y obtuvo la complacencia de ambos géneros durante siglos. Aunque desde luego siempre hubo rupturas, quiebres, personalidades singulares, el esquema se repetía sin grandes sobresaltos, alimentado por todos los medios, desde la comunicación, la publicidad, el cine ("la chica indefensa" y el muchacho-héroe); la música popular, cierta literatura, hasta el mismo seno familiar: la nena, la princesita que debía ser bella y dócil para conseguir un "buen matrimonio"; el varón (porque el sueño de la "parejita" pervive hasta hoy), el recio, el avasallador, el ambicioso. Disuelto este esquema, por lo menos en gran parte de los sectores urbanos, quedan sin embargo estos residuos. Así, hasta hace 20 años atrás no solo era bien visto que las niñas y adolescentes se tiraran encima de los rockstar de moda, sino incluso sus propios padres fomentaban a veces estas relaciones. Caso cercano y personal de una adolescente de 15 años que dejó los estudios y se fue a vivir con un hombre de 30, conocido músico de una banda exitosa, entonces en ascenso. La madre, entusiasta promotora de esta unión, soñaba con futuros resueltos y jubilación anticipada y entronizaba a esa niña-mujer que había conseguido “salvarse” económicamente. Poco duró: el hombre hizo el recambio ni bien la joven cumplió los 20.


No es el escarmiento público, sin embargo, solución alguna a este desfasaje cultural. No se puede llevar a todos al patíbulo porque probablemente nos quedaríamos sin unos cuantos profesores, músicos, actores, productores, jefes y directores de empresas, profesionales, intelectuales, etc. Los que, sospecho, estarán aterrados a esta altura del partido. No se puede juzgar de golpe lo que aconteció hace décadas atrás, cuando la sociedad no solo apañaba estas conductas sino incluso las celebraba. Y, dejando las hipocresías de lado, cuando las mismas mujeres veían en estos avances una forma de salvación, de acrecentamiento de poder o sencillamente, la vía rápida para lograr objetivos. Habría que limitarse al presente, al aquí y ahora. O en todo caso, sentar en el banquillo a los valores de toda una larga época y a las complicidades que los hicieron posibles.

No denuncio a mi ex pareja por el pasado remoto: los intentos de asesinato, las amenazas del ácido en el rostro, la despratrimonialización final a la que recurrió con la esperanza de que me quedara en la calle, el corte de mi propio seguro médico, no sucedieron hace lustros. Fue ayer nomás. Considero que en algún momento tendrá que rendir cuentas a la justicia. Y sobre todo, explicar cómo siendo un violento, con un odio inclaudicable hacia las mujeres, que jamás reconoció responsabilidad alguna, puede hoy estar enseñando en escuelas de educación pública, formando mentes adolescentes. Eso es directamente un crimen aún peor que las tropelías que cometió contra mi persona. Es incinerar el futuro. O lo que es peor, garantizar la reproducción de lo que hoy se combate.

miércoles, 3 de julio de 2019

CRÓNICAS CORDOBESAS

Crónicas cordobesas

Cuesta abajo suena en la guitarra de un músico callejero en la Feria de productos regionales; afuera, frente al Olmos, hay baile urbano en la fría noche cordobesa. Unas cuadras para atrás, el Paseo de las Artes, con el Museo Iberoamericano de las Artesanías, en el rebautizado barrio Güemes. Una mezcla de San Telmo, Palermo viejo, Lapa, el barrio de Las Letras madrileño y el Soho londinense: jóvenes y adultos invaden las calles los fines de semana, beben cervezas artesanales, entre música desparramada en boliches reciclados como tabernas al paso, con las típicas pizarras afuera. Conventos, conventillos y neo pasajes, esos que desvelaban a Baudelaire y Benjamin, se suceden cuadras y cuadras en una fiesta interminable de antigüedades, puestos de artesanos, gastronomía y moda. Otra ciudad, sin dudas, los hijos de la prosperidad se amontonan en ese espacio inmune a la degradación del casco histórico, donde dormitan los sin techo y el comercio informal que hegemoniza las peatonales. Córdoba es tan bella y trágica como casi cualquier ciudad moderna que repite esquemas, zonifica, excluye, exige credenciales y pertenencia. El pueblo, qué duda cabe, está en la San Martín, donde un cómico callejero dialoga con el público proletario. Muy interesante la charla con los responsables de la Secretaría de Cultura, alojada en el hermoso Cabildo; de paso nos agendamos la invitación a la feria del libro en septiembre que organizan ellos. Muchos comentarios, de esos invalorables, de la gente de la calle. Pero esta vez, con las “paso” encima, me abstengo de reproducirlos en su totalidad. Eso sí, todos coinciden en que la provincia está mal, no hay trabajo, me dicen, dejó de ser industrial en los 90 (aquí una larga explicación de negociados y nombre de los responsables) y jamás se recuperó. ¿Y octubre? Las respuestas son siempre las mismas: "la crisis no empezó hace 4 años. Y al margen de los resultados, tampoco habrá magia"












  


 




Foto: Z.L. Junio / Julio 2019