viernes, 4 de diciembre de 2020

ACTUALIDAD / POBREZA Y CORRUPCIÓN EN LA ARGENTINA

 20 millones de pobres y una pandilla de asesinos



Expropiar los bienes obtenidos por la corrupción y que no encuentren justificativo alguno. Si se trabajó en la política toda la vida, no se puede tener millones de dólares en el banco, 100 propiedades, mansiones en Nordelta o en Puerto Madero, una flota de autos de alta gama. No se puede: no dan los números. Y hay casi 20.000.000 de personas, pobres e indigentes, que quieren saber dónde se fueron esos fondos que a ellos no les llegaron. ¿Y los jubilados? ¿Tienen que "agradecer" a la vice que les consiguió 4, no 2, 4 actualizaciones al año? ¿No se les ocurrió que podrían actualizar mensualmente según el costo de vida? Claro que no. ¿Y el IFE? Que cortaron de golpe y dejaron en la banquina a millones de no adictos al empleo público (algunos parásitos que no hicieron nada en estos 8 meses y que cobraron el sueldo como si la pandemia ocurría en Marte) y que recién están intentando salir de la cuarentena, el encierro más genocida de la historia reciente. Pero había que obedecer al patrón del norte, destino eterno de la Argentina, que vociferaba: “¡¡Ajusten, ajusten!! ¡¡Que la fiesta y los platos los paguen los pobres como siempre!!” Si después los arreglan con algún plan o bono. El Estado no es trampolín para el saqueo; la corrupción es un tema político. Y hay que presentarse a la Justicia a dar explicaciones ¿Lo entenderán los políticos de una vez por todas? ¿O seguirá subiendo el número de pobres? ¿Y si algún día esos millones de desesperados se cansan de tanta corrupción, de tanta injusticia social, de tanto cinismo, de tantos gobernantes mequetrefes que dicen una cosa y después hacen otra? ¿Qué pasaría ese día? La corrupción es una forma de asesinato masivo, sutil, pero asesinato al fin. Cárcel entonces a todos los corruptos. Y por una Argentina sin asesinos.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

ACTUALIDAD / OBJECIÓN DE CONCIENCIA, FALTA DE DEBATE Y GENOCIDIOS VARIOS

 OBJECIÓN DE CONCIENCIA Y ABORTO:
Falta de debates y genocidios varios



Somos cultores de la objeción de conciencia y de la desobediencia civil (a esta última la aplicamos durante la cuarentena y aún ahora). Pero en el caso del aborto es diferente. Hay vidas en juego, la mujer embarazada y el feto/embrión. La Ley, si se aprueba claro está, debe contemplar la posibilidad, en el ámbito privado pero también en la instancia pública institucional, de la posibilidad irrefutable del NO.  Porque esa es la verdadera "objeción de conciencia": decir NO a algo que viola las convicciones íntimas, sean morales o religiosas más allá de en qué ámbito se ejerza la profesión. De todas maneras, sospechamos que con o sin ley, nada cambiará: las mujeres de clase media y alta, que ya se lo practican y pagan con sus prepagas en cómodos consultorios (y no solo en la “opulenta” CABA sino también en los barrios bien acomodados de cualquier provincia) seguirán haciéndolo, solo que sin costo y sin disimulo alguno. Y las mujeres humildes, esas que forman parte de los casi 20.000.000 de pobres de la Argentina actual y sobre las que las abortistas y Gobierno no parecen preocuparse demasiado, no llegarán ni a la sala de primero auxilios porque el problema, más que sanitario es cultural. Al margen, pero tema central, de que falta un debate serio, a nivel nacional y no urgido por presiones políticas. Es indudable que el Gobierno desea cumplir con las promesas verdes del mismo modo en que no cumplió con los jubilados. A unas les promete una ley que divide la Argentina en dos; a los otros, los manda a la muerte silenciosa. Genocidios por ambos lados.


ACTUALIDAD: QUITA DE FONDOS A CABA, LA RAZÓN POLÍTICA

 Quita a CABA: la razón política

Quitarle fondos a CABA, para el kirchnerismo es literalmente escupir contra el viento. O cavar la fosa antes de tiempo. CABA recibe mucha población del conurbano, en hospitales y educación principalmente. Ese es el sector social que se verá más perjudicado con esta quita de fondos: a ningún porteño le afectará que no surjan nuevos "Paseo del Bajo" o Metrobus. En CABA habita en forma permanente un sector que puede pagar salud prepaga y educación privada. Que puede viajar, formarse en el exterior, fomentar la cultura y las artes, que es lo que la vuelven una gran ciudad. Por eso es la Capital, que está, debe estarlo, a tono con el resto del mundo. El decreto Fernández-Kirchner, al margen del alevoso resentimiento histórico por el rechazo del distrito, es doblemente estúpido. No solo afecta a su electorado (el habitante desesperado del conurbano que cruza la General Paz porque no encuentra lo que ellos no supieron/quisieron construir) sino que ubica al partido opositor en el rol de víctima de autoritarismos, venganzas y jugadas electoralistas. Y se sabe: no existe mayor empatía por aquel al que someten arbitrariamente con fuerzas nada menos que del Estado. 

domingo, 29 de noviembre de 2020

CAPITALISMO Y AFECTOS: CRÍMENES IMPERCEPTIBLES

(O cuando los cuervos merodean las familias)

Se sabe, el infierno son los otros. Y cuando esos otros están en la misma casa o comparten sangre, ese infierno, lejos de encantador, puede llegar a ser mortal. Hay familias-odio. No se trata del fastidio habitual entre parientes (la tía que habla mucho, el hermano preferido, el padre mujeriego, las horribles fiestas de fin de año, etc.). No, hay familias que en su núcleo duro, padres e hijos, nacen mal avenidas. Un odio, que viene de mucho más lejos que ellos mismos, se instala en esa célula básica y va creciendo hasta dar el zarpazo. Con frecuencia, este tipo de familia suele dar cabida a cualquier personaje extraño a ella, movida por el deseo inconsciente de reparación. Son terceros que vienen a funcionar como equilibrantes, bien visibles, objetos de todo lo que el resto no consigue: ser escuchado, respetado, priorizado (lo contrario de aquellas familias que cierran filas y rechazan al que se acerca sin credenciales sólidas). Estas familias-odio son altamente vulnerables, sobre todo cuando hay un botín en juego y el extraño o extraña ve el intersticio y sabe cómo moverse para ensanchar el rencor. La paciencia y la capacidad de espera son fundamentales. Como por lo general son personas menores, porque la presa tampoco quiere saber nada con los de su generación y busca sustitutos de hijos o parejas, el tiempo está a su favor. Puede ser una amiga que se vuelve entrañable compañera de una viuda sin hijos o con hijos alejados (si es profesional, mejor), o cualquier consultor que incursiona en el terreno privado y se vuelve consejero inseparable. No necesitan ser asesinos o asesinas: basta con omitir (en caso extremo, exagerar con algún remedio) o privar de ayuda al ya aislado o aislada y con eso garantizarse la recompensa (son los primeros/primeras que están ahí, espantando al resto de la familia, cuando la presa se enferma). Son crímenes imperceptibles, los que nunca podrán ser probados, sobre todo si se trata de seres humanos comunes y corrientes. Los componentes de esas familias-odio suelen construirse su propia muerte, a veces anticipada, desde el mismo momento de su fundación.

(La soledad de Diego Maradona en su muerte inspiró esta nota: no insinúa responsabilidad o culpa hacia persona alguna. Solo recordé experiencias privadas, lo que ratifica la democratización tanto de la muerte y del saqueo como la indisoluble relación entre afecto y capitalismo).

domingo, 15 de noviembre de 2020

APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA / MALDAD, MÉTODO Y FAMILIA

 Maldad, método y familia 


La franqueza dentro de las familias suele estar descartada, salvo en las reuniones de fin de año. Atenta contra la sociedad misma. Son esos contratos compulsivos difíciles de quebrar a riesgo de excomunión eterna. Detesto y desconozco a mi familia de origen; yo rompí ese contrato en forma paulatina hace ya bastaste tiempo. Recuerdo cuando Ana, mi abuela materna, me tomó del brazo, una semana antes de morir en febrero de 2006, y me dijo: “cuidate de las dos”, señalando a sus hijas. Creyendo que no pensaba con claridad, le recordé quiénes eran. “Lo sé perfectamente, por eso te digo que te cuides”, me contestó. Y para que no me quedaran dudas de su lucidez, añadió un dato irrefutable, nimio, sobre ellas. Fue su última lección; lamentablemente, no la empecé a aplicar al día siguiente de su muerte. Mi abuela, radicada en Buenos Aires desde hacía décadas, estuvo siempre pendiente de mis trastornos en la infancia y adolescencia, cuando entonces yo vivía en Asunción. Surgieron alrededor de los 9 años, tengo presente incluso el día en que los primeros síntomas me dieron el preaviso en el cuerpo. Y fueron rigurosamente silenciados por la familia, a pesar de sus recomendaciones: ella veía el declive físico, pero intuía en el deterioro emocional consecuencias irreversibles. Para evitar la condena del entorno inmediato (tíos, abuelos y profesores del colegio) mi papá accedió a que un médico me recetara vitaminas para el apetito. No surtieron mucho efecto: no solo no podía comer sino que cada tanto me desplomaba al suelo. No debía haber escarnio mayor, sin embargo, en la Asunción de fines de los 60 y gran parte de los 70 que una enfermedad mental, eso era innegociable. Recién a los 17, cuando conocí a una compañera de estudios, que me confesó que todos los días quería tirarse debajo de un colectivo, supe que mi “caso”, aunque disimulado no era excepcional. Juntas entramos a una farmacia a lado de la facultad para comprar antidepresivos; la dependiente nos miró espantada y amagó con llamar a la policía: tuvimos que salir huyendo. Mi abuela continuó con sus cuidados cuando a los 19 me radiqué en Buenos Aires, huyendo precisamente de parte de aquella familia. En lo relacionado a su descendencia, no se equivocó en absoluto. Tampoco, años antes, en lo relativo a mi papá, lo odiaba cordialmente pero con disimulo: jamás correría el riesgo de que un psicópata, abusador y criminal le cerrara las puertas y le impidiera ver a su hija y nietos.

Cuando publiqué mi primer libro, decidí firmarlo con uno de sus apellidos, al que adopté definitivamente. No fue mero gesto. Luego vendría la instancia de escape definitivo: en una época que hace culto a la elección y la singularidad, yo elegiría mi genealogía (mis abuelos maternos, mi hijo y algunos tíos entrañables, como ramificaciones laterales). El proceso tardó años: la madurez y la maternidad me facilitaban ciertas armas para expresar aquello que progenitores y hermanos, todos mayores, se encargaban de cubrir y encubrir: que la maldad constituía el elemento fundante, la amalgama que nos mantenía unidos. Instalada, se heredaba igual que los bienes, las aptitudes o las características físicas. Se agazapaba desde la cuna (o aún antes), operaba tanto en vertical y se fertilizaba pedagógicamente para después hacerlo en transversal. La herencia que me dio esta sociedad ilícita es el profundo conocimiento de las formas del odio y sus derivados. Su accionar, sus estrategias, alianzas y máscaras. Su perseverancia y su descomunal productividad. Me dio también la posibilidad de trasladar ese conocimiento hacia formas de reflexión y escritura. Mecanismo y estructura, producciones y efectos: la maldad tiene también su método.

jueves, 12 de noviembre de 2020

¿QUÉ ES UNA "MINORÍA"?

¿Qué es una "minoría"?

Siempre me hizo ruido el exacerbado culto a las minorías. La utilización es a veces sutil, a veces, burda. En este último grupo ubico a los movimientos feministas actuales. Mujeres reclutadas como ganado, reclamando espacio y variando el discurso cada vez que el "enemigo" se les cae o descubren que es una entelequia. Pero hay otras manipulaciones, más inteligentes, contra las que resulta muy difícil elaborar la sintaxis que las destruya sin rozarlas a ellas mismas. A las poblaciones afroamericanas. A los inmigrantes. A la diversidad sexual. Sin referirme a una de ellas en especial (licencia provisoria que me salva momentáneamente del escarnio), la utilización del concepto "minoría" es reaccionario precisamente dentro de una determinada sintaxis. No veo arma más eficaz del neoliberalismo salvaje (y aquí no hay clisé posible) para quebrar un horizonte de sentido e instaurar múltiples frentes disolventes. El concepto de "minoría" termina clausurando con la diferencia aquello que debería aspirar a la comunión, o a la indiferenciación en pos de una sola lucha. “Minoría” es el ser humano oprimido. Focalizar en el color de la piel, la elección sexual, en el nomadismo superviviente, ni hablar del género (en este caso un anacronismo imperdonable), deja muchas veces en sombras al excluido de dichas categorías. El asesinato de un afroamericano en Atlanta este año, calificado de "crimen racial", movió al mundo entero. Los miles de asesinados, como Facundo en la Provincia de Buenos Aires a manos de fuerzas del Estado, pasaron sin pena ni gloria ya no en el mundo entero sino aquí mismo. Esta cualificación del horror y, sobre todo, esta discriminación “positiva” de la difusión del horror a favor de “minorías” históricamente relegadas, actúan muchas veces como muros de contención y salvoconductos para el sostenimiento de un sistema de opresión que ya no puede encontrar sus formas de resistencia. Esta manipulación obra en todos los frentes, principalmente el lingüístico. De allí que el absurdo lenguaje inclusivo del feminismo actual fuera un eslabón más de esta estrategia fragmentadora de cualquier posibilidad de emancipación. Un idiotismo útil para el que “las mujeres”, que hace rato dejaron de ser minoría, se vuelven a prestar, haciendo pervivir el mismo sistema que combaten. "Minoría" no es una cuestión de cantidad. En ese caso, el poder estaría siempre en dicha condición. Minoría se refiere a, parafraseando a Deleuze, una aminoración, una puesta en suspenso de un orden, que se considera oficial, validante y organizador de valores y valoraciones. Por eso el oprimido es la única minoría capaz de llevar esta suspensión a un plano libertario. De algo de todo esto trata mi libro sobre la escrituras del capitalismo.


sábado, 7 de noviembre de 2020

NOVEDADES EDITORIALES / RUPTURAS Y ESTALLIDOS. CRÍTICAS DE LA MODERNIDAD

 Rupturas y Estallidos

ARTE DE TAPA: "MEMORIAS DE LA BAUHAUS" / Zenda Liendivit 

Los ensayos que integran el presente libro forman parte de cursos y seminarios que dicto desde hace más de veinte años en diferentes ámbitos de estudio. El eje de los mismos es la relación entre filosofía, literatura y modernidad a través de la obra de ciertos autores, con la ciudad en el centro de la escena como productora de estas poéticas y a la vez, transformada por ellas. No es una transcripción literal de las clases, funciona más bien como un cuaderno de apuntes de los temas abordados de acuerdo a problemáticas comunes, trazando líneas de parentesco y vecindad entre obras, contextos y bibliografías. Varios de estos textos dieron origen a libros ya publicados.

La segunda parte, El año de la peste, reúne artículos escritos a lo largo del presente año, cuando se declaró la pandemia del coronavirus y el mundo parecía entrar en un estado de suspensión y terror. Esta escritura urgente tiene por objetivo, lejos del ejercicio de la adivinación, la reflexión de este tiempo desgarrado, azotado, como diría Artaud, por soles extraños pero fértil para el pensamiento crítico. Comparte con Rupturas y estallidos la incertidumbre en la que está sumergido el ser humano moderno, siempre tensionado por fuerzas que se le escapan y a la vez, a la búsqueda de experiencias que lo constituyan en artífice de su destino y no como mero reflejo de las cosas que lo rodean. El creciente autoritarismo, derivado de las medidas impuestas con el argumento del “bien común”, instaura un paréntesis en el ejercicio de la autonomía, tanto individual como colectiva, así como abre la posibilidad de un panorama de enfrentamientos en el seno de sociedades no dispuestas a resignar libertades adquiridas. La cuestión sanitaria devenida cuestión política represiva, sus efectos sobre el ser humano moderno y el rol de los medios de comunicación son los temas cruciales que plantea el nuevo escenario mundial. Pensar en ellos es una estrategia para no ser pensados por ellos. Y sobre todo, no ser capturados por esta compleja trama de poderes y actores, que siempre permanece en las sombras.

Rupturas y estallidos es, sin embargo, un libro precario, adolece de un elemento fundamental: la voz y la presencia real del otro, de esa escucha atenta que, lejos de la pasividad de las instituciones académicas, actuó sobre el discurso, lo resignificó y enriqueció, generó debates e ideas en incontables encuentros y reuniones, provocando experiencias disruptivas, esas que solo acontecen cuando las mueve el placer, la gratuidad y la pasión por el pensamiento sin concesiones. Es mi deseo que los lectores, y también los alumnos que asistieron a aquellas clases, restituyan dicha ausencia con la mirada crítica sobre el presente libro.

Zenda Liendivit, Octubre 2020


Rupturas y Estallidos. 
Críticas de la Modernidad
Seguido de El año de la peste
Serie Clases Filosofía y Literatura
Contratiempo Ediciones, Noviembre 2020

domingo, 11 de octubre de 2020

NUEVAS DEMOCRACIAS, EL "SISTEMA" EN CRISIS Y LAS MULTITUDES HARTAS

Nuevas democracias, el “sistema” en crisis y las multitudes hartas 

Cuando se intentó hacer circular, sin éxito en la práctica, el concepto de “nueva normalidad” lo que se estaba tratando de tapar es que lo que realmente está surgiendo, mucho antes de la pandemia, es una nueva democracia. La democracia de los pueblos hartos, la podríamos reducir en términos del habla común. Antes del coronavirus, las rebeliones se alzaban en varios puntos del planeta y dejaban al descubierto una realidad innegable: la profunda desconfianza y descrédito en los gobernantes, aún los elegidos democráticamente. No hay ni habrá más cartas blancas; nada de “esperar las próximas elecciones”. Las sociedades, que adquieren el estatus de multitudes cuando salen a protestar, ya no esperan. Una razón poderosa las mueve: la profunda corrupción del sistema político; el Estado como caja a saquear y posibilidad de enriquecimiento o de hacer negocios, pero también lo que llamamos el progrefascismo. De las multitudes hartas no se salvan ni los gobiernos de izquierda, derecha ni centro. Tal vez porque estos conceptos también están caducos. Millonarios políticos progresistas, multiprocesados por la justicia, que ostentan riqueza mientras el 50% de la población pasa hambre, o se siente desplazada, dan fe de esto último. Las multitudes hartas serán las protagonistas de esta nueva época, que no la instauró la pandemia. En todo caso, esta gripe, renombrada para inspirar temor y medidas autoritarias, surge para contrarrestar lo anterior: la crisis de los sistemas representativos. Del llamado “sistema”, vocablo que dicho sea de paso lo instauraron los centros de poder como forma de censura para todos aquellos que se aparten de él. 

jueves, 1 de octubre de 2020

NO AL DESALOJO DEL GUERNICA


www.revistacontratiempo.com.ar/usurpaciones.htm

COMUNICADO DE PRENSA DE REVISTA CONTRATIEMPO

A los lectores:

Desde que se inició la pandemia, un equipo de la redacción investigó, día y noche, en los principales diarios, organismos e instituciones sanitarias y otras fuentes confiables a nivel nacional e internacional, el tema del coronavirus. A la primera reacción, es decir, creer en lo que nos estaban informando, empezaron a surgir las dudas. Hubo algo que no cerraba y que se podría sintetizar en un concepto: montaje. Las noticias se repetían con una similitud inverosímil, tratándose de contextos tan diferentes (solo la ficción tiene ese poder, pensar en Borges: la realidad es mucho más caótica). Ese fue el primer llamado de atención: había un libreto de los “contagiados”, los ataúdes, las fosas, las fotos, etc. Lo segundo y más dramático, las “cifras”: algo tampoco cerraba en las formas de comunicar la enfermedad, y en las formas de “esconder” las otras, tan similares a esta pandemia. No, no cerraba que la gripe, la neumonía, la bronquitis, las enfermedades pulmonares que desgraciadamente siguen siendo algunas de las principales causas de defunción en grupos de mayor edad y con enfermedades previas, hubieran desaparecido del mapa (casualmente las poblaciones más afectadas por esta pandemia). Otra cosa que nos llamó la atención fue la Universidad de Hopkins, en EEUU, la única que lleva el siniestro conteo. Universidad que allá por la década del 40 hizo experimentos de enfermedades con poblaciones del 3° mundo (que también lo informamos hace un par de meses). Y hablando de instituciones, las constantes y necrofílicas advertencias de la OMS sobre brotes, rebrotes, etc. inculcando un miedo nada inusual, puesto que enfermedades similares, como lo comentamos más arriba, producen el mismo efecto. Entonces: coberturas mediáticas uniformadas, sincronizadas, con contadores en tiempo real, como si siguieran un libreto, con personalidades “famosas” narrando su desgarradora experiencia, para ser dados de alta a los 7 días; cifras muy semejantes a años anteriores; instituciones sospechosas; cuarentenas estrictas y empobrecedoras, aún cuando el virus siguió avanzando, indiferente a ellas. Y para rematar, el affaire Gollán-Kiciloff: muertos no declarados durante meses en la Provincia de Buenos Aires. Lo que nos lleva a preguntar que si esto pasó en la Argentina, es decir, que no se tiene conocimiento real de  cuántos son ni de qué murieron, ¿por qué no pasaría en el resto del mundo?  Con todos estos datos, que no son opiniones ni paranoias (como afirman los operadores de la censura) y que los fuimos vertiendo en las redes, nuestras sospechas de que esta pandemia es una gran puesta en escena se acrecentaron. Países endeudados, pobreza prebendaría, fortunas repentinas de grandes corporaciones digitales y mediáticas, una OMS sospechada de no avisar a tiempo y fogonera de encierros y empobrecimientos y el ejercicio de un autoritarismo legitimado por un presunto “bien común”. Que no tiene nada de “bien”, puesto que los muertos, como dijimos, no difieren de otros años, y “común”, porque lo único que hizo este gigantesco teatro es degradar la condición humana en forma colectiva. Sabemos que hay corderos, que se dejan comprar por migajas: son los soldados pagos y obsecuentes que pululan por las redes, haciendo el trabajo sucio; sabemos que la violencia no se responde con más violencia. No somos violentos, pero tampoco vamos a ser cómplices del atropello del Gobierno de Fernández al cuadrado y ministros ineptos o seudo ineptos. Algún día tendrán que sentarse a dar explicaciones de este presunto genocidio encubierto a través de prohibiciones que lanzan a la muerte real a miles de argentinos: algo parecido a un crimen de lesa humanidad. Mientras tanto, habrá que levantar la cuarentena. De lo contrario, lo tendrá que hacer la sociedad y los gobiernos pagarán un altísimo costo político.


Redacción de Contratiempo

www.revistacontratiempo.com.ar



domingo, 13 de septiembre de 2020

METRÓPOLIS: DESTINO Y CARÁCTER

Metrópolis. Destino y Carácter



Es interesante la reutilización del espacio público en esta post cuarentena. Proliferaron de golpe las mesas en las veredas, incluso en bares, restaurantes o despachos de comidas que no las contemplaban antes de la pandemia. Veredas bulliciosas que reproducen en cada barrio cierta sensación de turismo indolente que ralentiza el tiempo metropolitano, como si aquellas zonas taquilleras destinadas tradicionalmente a la gastronomía y al ocio planificado, y que se observan en las grandes capitales del mundo, se hubieran extendido a toda la ciudad (pensaba en San Telmo y Palermo Viejo aquí, pero también en los cafés de París, en Lapa en Río, en el Soho de Londres, en el barrio de las Letras en Madrid, en las “desenfrenadas” calles de Ámsterdam, en las colinas de Lisboa, en las plazas romanas, en casi cualquier barrio de Manhattan). Lo que décadas de capitalismo privatizador del nivel 0 urbano han construido a favor de lugares resguardados de “lo otro”, fue borrado de golpe por estos nuevos modos de sociabilidad callejera. De algo de esto veníamos hablando en relación al “empobrecimiento” de una metrópolis: se necesita mucho más que un recorte de fondos para aplacar la exuberancia que la define. Toda metrópolis encuentra siempre sus vías de escape para seguir siendo. ¿Podrá con el virus, que pareciera que en ciertas capitales se ensañó más que en otras? Caso de la fascinante NY, que ahora debate sobre su futuro como gran ciudad, entre el abandono y la reconstrucción. Yo me quedo sin embargo con las palabras del inmortal Jerry Seinfeld, pronunciadas en estos días: “Todos odian hacer las cosas así (de manera virtual). Lo de-tes-tan. ¿Sabes por qué? Porque no tiene vitalidad... La vitalidad, la actitud y la personalidad no pueden transmitirse de manera “remota” ni con los mejores cables de fibra óptica ... La energía humana real, viva e inspiradora existe cuando coagulamos juntos en lugares locos como la ciudad de Nueva York … Sentir lástima por uno mismo porque no puedes ir al teatro por un tiempo no es el elemento esencial del carácter que hizo de Nueva York el diamante brillante de la actividad que algún día volverá a ser”.

Fotos: Z.L (Puerto Madero / Times Square)



jueves, 10 de septiembre de 2020

SE LLEVARON POLÍTICA A MARZO

Se llevaron “Política” a marzo

Tantas declaraciones, gestos y decretos más bélicos y confrontativos que dialoguistas, hacen dudar. En la práctica política se puede visualizar al “adversario” o al “enemigo”: en esa diferencia lingüística anidan fuertes concepciones ideológicas. Pero suele limitarse al campo de los actores representativos, es decir, a los políticos. A lo sumo, a otros sectores de poder (empresarial, mediático, etc.). No a la sociedad civil. Un presidente (y sobre todo una vice) que odia a sus gobernados, los predispone en contra (como esos padres que le hablan mal de un hijo al otro), que exhibe el resentimiento como obra de gobierno en perjuicio de un sector de la población, abandona la práctica política para internarse en otro campo, peligroso por cierto (más allá de los relatos con los que intente disfrazar este enfrentamiento). Aquí ya no se habla de grieta sino de sitiar y empobrecer a un territorio con fines diversos en beneficio del vecino, como si el enemigo estuviera en la propia casa y encima gobernando. Nada menos que el vecino históricamente desamparado. Desamparo que dicho sea de paso ese mismo gobierno, con otros nombres, supo construir para sostenerse en el poder: se sabe que ninguna gran capital vota a gobiernos populistas. Desamparo fundado en una profunda injusticia social imposible de negar pero que no se resuelve con gestos como los de ayer. Que odien a CABA es la consigna; desmantelar la “opulenta” ciudad y ayudar con esos fondos a La Matanza para asegurarse los votos del año próximo son los objetivos. Sin embargo, hay un problema: estas maquiavélicas formas funcionan cuando se tiene a gran parte de la población detrás. Nada más lejos de la realidad: ni Alberto F., mucho menos Cristina F. o Kicillof, que no le encontró todavía la vuelta al cargo, cuentan hoy día con bases que saldrán a dar la vida por ellos. No son Perón ni Evita. Tampoco Martínez Estrada, que por lo menos radiografió la realidad argentina para demostrar cómo se gestó la hípertrofiada Buenos Aires. No está muy claro si lo de ayer fue una protesta real o un montaje, estrategia tan cara para el kirchnerismo. En todo caso, es jugar con fuego. Y ya lo dijimos muchas veces: las sociedades tienen cada vez menos paciencia con los incendiarios. Es más probable que si esta escalada bélica contra la ciudad, el campo, los empresarios, los que protestan, los medios, la justicia, los gorilas, los que salen a divertirse, a correr, etc. continúa, la historia tenga el mismo (desastroso) final de siempre: alguien tocándole suavemente el hombro al Presidente y al mejor estilo Evo Morales, recomendándole que para pacificar el país sería mejor que diera un paso al costado. Nadie quiere eso.

martes, 8 de septiembre de 2020

EL GRAN NEGOCIO DEL PERIODISMO PAGO

El gran negocio del periodismo pago



Los "grandes" medios de comunicación (y los no tanto también) se están volviendo pagos. Con discursos más o menos sensibleros, apelando a aquello que la excelencia tiene su precio o que desean conocer más a sus lectores, avisan que empezarán a cobrar, o ya lo están haciendo, para acceder a sus notas y artículos invaluables. El argumento es que las plataformas digitales atentan contra el trabajo profesional de informar con (supuesta) seriedad y con (dudosa) independencia de "los poderes". O que "cualquiera" se adjudica el rol de periodista y anda distribuyendo, anárquicamente, información en vivo y en directo (de paso, esto constituye un gran peligro: hay testigos por todos lados que los pueden llegar a desmentir con pruebas fehacientes). Y que encima abundan las noticias falsas (o sea, hay una verdad, y es la de ellos). En lugar de subsistir, como históricamente lo han hecho, con la pauta publicitaria, convierten al lector en cliente. Como resultado de estas suscripciones, nada inesperado por cierto, el target es analizado y segmentado, para luego ofrecer a cada grupo la información y la publicidad que quiere leer y consumir. O mejor dicho, la realidad y los productos que el medio le quiere imponer con visos de verdad, con la ventaja del conocimiento previo (algo así como operan las redes sociales con la lista de “amigos” que les brindamos en bandeja). En el contexto actual, es bastante absurdo y hasta contraproducente que alguien pague para acceder a noticias que encuentra gratuitamente en el universo digital. Vayamos a un ejemplo: vemos la portada de un diario pago; nos interesa una noticia pero no estamos suscriptos. ¿Qué hacemos? En el buscador ubicamos las palabras claves y tendremos esa misma noticia, que previamente nos quisieron vender, reproducida en miles de sitios y con acceso gratuito. Incluso si se trata de información de carácter nacional. Tal vez a lo que no se pueda acceder con facilidad es a las interesantísimas y nada "independientes" notas de opinión de los redactores-estrellas. Ninguna pérdida de importancia: solo fijarse en el medio y ya sabremos más o menos lo que dirán. Esta actitud, la de no suscribirse ni pagar, desarrolla además nuestro espíritu crítico: como si fuéramos detectives de Poe o de Walsh, al obligarnos a buscar y comparar entre varias fuentes evitamos ser deglutidos, formateados y hablados por estos mercaderes de la comunicación. 
Los medios no pueden operar como si fueran shoppings. El Estado tiene la obligación de la pauta distribuida equitativamente. La información es un derecho no lucrativo y su acceso, como la salud y la educación, tiene que seguir siendo libre y gratuito. Es nuestro deseo que sigan proliferando sitios como el nuestro, que hace crítica, que no cobra ni cobrará peaje, y en donde la independencia no es un eslogan taquillero sino una realidad ejercida durante casi 20 años. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

BOTÓN ANTIPÁNICO

Botón antipánico



Este virus hace y hará lo que quiera con o sin prohibiciones. EEUU y Brasil (también México) tienen ciudades híperpobladas, hacinamiento, comunidades propensas a determinadas enfermedades, y por lo general mal alimentadas, y muchas veces en estado de pobreza (como la afroamericana y la inmigrante). Europa, por su parte, aporta sociedades muy envejecidas. Poblaciones de vulnerabilidad crónica desde antes de cualquier pandemia abundan en todo el planeta. Trump y Bolsonaro gobiernan a más de 500.000.000 de personas entre los dos. Festín para cualquier virus, aunque fuera solo una gripe fuerte y más contagiosa que las cepas de años anteriores. Y lo es: de lo contrario, ninguno de esos países tendría esa tasa de letalidad. Si fuera un virus monstruoso, hablaríamos de millones. Porque así son los virus monstruosos. Lo que se conjuga con la alta contagiosidad de esta gripe-neumonía es la corrupción de los sistemas de salud a nivel mundial y el oportunismo de los planes económicos-políticos que por lo visto aspiran a una recomposición del poder global. Todos los gobiernos del mundo están en problemas porque el mundo está harto de ellos. Ya no quiere ni carceleros ni salvadores. Menos aún, vivir en la virtualidad ni en palabras vacías. Que es en lo que se convirtió la política. Europa parece haberlo entendido: no más cierres ni aunque el virus rebrote. Merkel, en su discurso en Bruselas, pidió no hacer mucho disturbio, no tuvo suerte: las calles de Berlín se llenaron de manifestantes hartos hasta de los barbijos y de las distancias antipáticas (los tildaron de ultraderechistas: se equivocan, intencionadamente, otra vez). El virus circulará igual con o sin ellos. Lo único que resta es que cada Estado preste, como política sanitaria, especial atención a las poblaciones vulnerables. Pero como a veces ni siquiera están dispuestos a esta inversión, es decir a costear una salud pública que los priorice y que cuente con los insumos y personal necesarios en tiempos de pandemia pero también en tiempos “normales”, algunos optan por cómodos encierros eternos para luego deslindar culpas en aquellos que no los cumplieron (y de paso gobernar a su antojo). Amenazar cada tanto con apretar un botón y volver a encerrar a la población si los casos siguen subiendo, aceitando de paso la maquinaria del miedo con funcionarios augurando necrópolis masivas, no es democrático. Ni siquiera es real puesto que la obediencia es poca y el resultado nulo. No habría que tensar tanto los hilos de una sociedad exhausta, por la enfermedad pero sobre todo por los políticos y comunicólogos difusores del terror. En todo caso, sería más saludable instaurar en estos tiempos anómalos un gobierno de coalición. No derrotará al virus. Pero tal vez salgan ideas más creativas. Y se olviden por un rato de las encuestas y de las elecciones del próximo año. Y del espanto de no saberse “queridos” en los centros neurálgicos en lugar de ir contra ellos.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

FACUNDO ASTUDILLO CASTRO: NO PUEDO RESPIRAR

No puedo respirar


Me lo imagino decidido, tal vez angustiado. Quería reconciliarse con su novia que vivía en Bahía Blanca, los separaba 100 km: si era necesario, atravesaría medio país a pie. A una cuarentena caprichosa que exigía credenciales de circulación, él le opondría la potencia de la voluntad, de la pasión amorosa, del deseo. No llegó a destino. Como un moderno Hansel, con la esperanza del reencuentro, dejó objetos-guías en su derrotero de desaparecido en tiempos (no) democráticos. Pero la bruja no terminó en el horno ni él volvió con madre y novia. Facundo fue asesinado. Y me cuesta respirar cuando escribo esta breve nota, se me sustrae el aire de los pulmones. Ojalá esta sensación fuera tan contagiosa como el coronavirus y nos quedáramos todos sin aire. Gritando y movilizándonos por Facundo. Al que mataron por amor en tiempos de un autoritarismo absurdo. Y mortal.

martes, 18 de agosto de 2020

INFECCIONES POLÍTICAS

Infecciones políticas

Cuando tras las PASO del año pasado, Macri se lanzó a la epopeya del “si se puede”, recorriendo el país y culminando con una manifestación multitudinaria en el Obelisco, desde este sitio afirmábamos que algo se estaba construyendo más allá de los previsibles y casi seguros resultados electorales de octubre. Ni el Pro ni sus socios tenían semejante caudal propio para aquellas demostraciones de poder callejero. Menos aún, con una gestión detrás, que había dejado al país jaqueado por tarifazos, altísimos niveles de pobreza y desempleo, empresas quebradas y deudas siderales. Sin embargo, el peligro que se avecinaba no era otro que el kirchnerismo duro, y probablemente resentido, algo insoportable para la franja media (social y geográfica) pero también insostenible para las poblaciones vulnerables (y también para el costoso aparato publicitario) si el retorno venía “desfondado”. Alberto F., a diferencia de Cristina F., supo amoldar el discurso según el oyente y así convencer incluso a una derecha moderada que se entusiasmó con la idea de que podría haber un gobierno a la europea. El idilio duró poco. El primer temblor fue la reforma jubilatoria, medida copiada de su admirado Macrón, que ya estaba sufriendo embates de los chalecos amarillos. Lo salvó la pandemia y las primeras semanas, donde mostró pluralidad con la oposición en la figura de Rodríguez Larreta, sentado a su lado. Duró bastante poco también. El kirchnerismo, que jamás lo aceptó, estaba más apurado por otros temas: expropiaciones, recaudación de fondos, impuesto a los ricos “por única vez”, reforma judicial, venganza (llevada a cabo con una remake de la madrugada de los cuadernos) y menos amistad con el enemigo, que crecía y podría dar disgustos el año próximo. Ante el fracaso de esas medidas que tendrían que haber salido con relativa facilidad, apañadas por el largo encierro y la fuga inexplicable de los otros Poderes, la hostilidad gubernamental, esa que la clase media detesta tanto, brilló con luces propias. El recurso de la culpa por contagios y desobediencias, de las amenazas, los botones rojos, la política del miedo, el patoterismo y la bravuconada no fueron más que la expresión de una impotencia: la de Alberto Fernández que mostraba un rostro que hubiera espantado en octubre. Desde este sitio también afirmábamos que no había que subestimar al adversario. Que Macri parecía pero no lo era. Que las estrategias no siempre son visibles y muchas veces, en la política, simular cierta torpeza rinde más frutos que presumir inteligencia. Es indudable que la oposición, que no cuenta ni contará jamás con la base popular del peronismo, allanó el camino y lo dejó a Alberto pero también a la silenciosa Cristina, y a sus impresentables voceros, que simplemente “sean”. Como resguardo, tenía garantizada aquella multitud que acompañaría en caso de que el pasado amenazara con retornar. Ayer la progresía volvió a perder las calles. Que aquí como en buena parte del mundo occidental y urbano está siendo tomada por desencantados, desobedientes y descreídos de ideologías de manual que solo funcionan ahí, en los manuales. Confundirlos con la derecha sería otra necedad. Muy estilo K.

HISTORIA Y ARQUITECTURA DEL INDIVIDUALISMO MODERNO

Historia y Arquitectura del individualismo moderno

Empezaron con los canales de chat allá por mediados de los 90, chats temáticos o de intenciones amorosas. Pero algo fallaba: las redes sociales entonces perfeccionaron el mecanismo: solo/a, frente a la computadora, con “mi espacio” donde ejerzo soberanía, poder de aceptar o rechazar, bloquear o buscar, y me publicito, acumulando nombres, seudo amigos (de esos que no van a tu velorio porque les queda lejos). Pero siempre con la narrativa de la comunidad como eje central. Sensación de comunidad: se imitan los procedimientos, las formas, los gestos, y se vacía la posibilidad real. Entre el otro y yo, una pantalla. No fue suficiente: cundo hubo que salir a protestar, a agruparse, a comunicarse, allí renacían las multitudes, y las sociedades recordaban su origen, y arrasaban a su paso ciudades, organizadas paradójicamente por esas redes expulsivas de lo “común”. Había entonces que ir por más. Barbijos (primer obstáculo a la hora de entablar una conversación); DSO (el espíritu fundador de esta cuarentena crónica); la prohibición de reunión (no la respeta nadie, pero la prohibición está, y eso es lo peligroso); la incerteza de su extensión en el tiempo, el del aislamiento y el de las prohibiciones. Pandemia que fertilizó, y perfeccionó, este convulsivo siglo XXI con el antídoto para aquello innominado y sobre todo, incontrolable: las multitudes indóciles.
(Foto: Berlín contra las restricciones / Agosto 2020)

domingo, 9 de agosto de 2020

PANDEMIA Y DESOBEDIENCIA: ¿POR QUÉ NO HACEMOS CASO?

¿Por qué no hacemos caso?

En esta pandemia, la desobediencia civil, o por lo menos el no acatamiento de consejos o recomendaciones institucionales (en caso de Estados menos autoritarios que el nuestro), tiene varias razones. El espíritu de la juventud, siempre imprudente, es la más pobre y además, falaz. En Europa, los bares y las fiestas no son patrimonio de los jóvenes. Menos aún, las playas. Más bien, habría que pensar qué valor tiene hoy para las sociedades occidentales la voz de la autoridad. Y específicamente, qué lugar ocupan en la vida cotidiana del sujeto moderno la democracia representativa y sus representantes. Devaluado, diríamos en una primera aproximación. No se respeta a quien no se cree y sobre todo, en quien no se confía. Y las sociedades no confían en los poderes del Estado, pero tampoco en los mediáticos o sanitarios: motivos no faltan. 

La crisis económica mundial pre-pandemia estaba llevando a la robusta e histórica clase media europea a sucumbir a la pobreza, sobre todo en aquellos países debilitados como España, Italia, Grecia o Portugal. Pero también, en vastos sectores del Reino Unido, con miserias y desinterés que explotaban, literalmente, en edificios sociales y mal mantenidos de la opulenta Londres; o con jóvenes que no encuentran espacio en el mercado laboral. Francia también ya padecía las continuas revueltas de los chalecos amarillos, que por postergación o por reformas jubilatorias “solidarias” habían empezado a poner en jaque al gobierno de Macrón. En América, Trump ganó las elecciones basando su campaña en los sectores del medio geográfico del país, olvidados y devastados por las reiteradas crisis que llevaron, por ejemplo, a una ciudad industrial como Detroit a declararse en bancarrota. 

Occidente no cree en los poderes. La duda es si ya no cree en este capitalismo o perdió confianza en los sistemas de gobierno. Tal vez la famosa “nueva normalidad” (expresión que por suerte está desapareciendo de los medios de comunicación) apunte más bien a esto último: a una reforma profunda de las formas de delegar en otro el poder de decisión. Mientras tanto, y en ese mientras tanto pasa la vida, las sociedades optan por ser artífices de su propio destino desobediente. Ellas elegirán cómo vivir. Y también, cómo morir. 

viernes, 17 de julio de 2020

RESPONSABILIDAD SOCIAL, DOBLE DIRECCIÓN

Responsabilidad social, doble dirección


El mundo comprobó que no hay peste que pueda encarcelarlo durante mucho tiempo (lástima que esa comprobación llegó aquí un poco tarde). No solo por una cuestión de indocilidad (ver sino las fiestas y playas europeas en pleno rebrote; o las desobediencias aquí en plena estrictez) sino porque el sistema capitalista está pensado para el movimiento y no para la suspensión del mecanismo: todavía no están dadas las condiciones para que la vida en su totalidad se convierta en virtual. Y, principalmente, porque hay millones de personas que necesitan trabajar día a día para vivir y sobrevivir. Sorprenderse porque EEUU y Brasil son los más golpeados de la región es un acto de cinismo. El primero tiene 328 millones de habitantes; el segundo, 212 millones. Esos números dejan entrever que hay regiones enteras donde el hacinamiento, la informalidad, la clandestinidad y la desigualdad masivas son la regla y no la excepción. Si en lugar de cifras de contagiados, fallecidos, tasas y porcentajes (como si la igualdad fuera una característica transversal de la población humana y solo nos diferenciara la suerte o la desgracia de enfermarnos) con los que prensa y gobiernos se regodearon hasta el hartazgo durante estos primeros seis meses, se hubiera hecho un estudio de las condiciones de vida (y sus respectivos promedios de acuerdo a cada realidad), tomando en cuenta infraestructuras, clima, genética, condiciones habitacionales, sanitarias y laborales, incluso, estatus migratorio y otras variables, hubiéramos obtenido un panorama un poco más claro de lo que realmente es, fue y será esta pandemia. Y por lo tanto, se hubiera obrado en consecuencia. En Italia y España arrasó en los geriátricos; en los países súperpoblados (contando también la India, con sus 1370 millones de habitantes y México con 129), en las zonas precarias, hacinadas o con conocidos problemas genéticos de salud (caso de las población afroamericana en EEUU), así como en la pobrísima y olvidada Centro América, en la que cualquier virus hubiera logrado los mismos resultados. Aunque no represente paliativo alguno, en todo el mundo las cifras todavía (y ojalá esto quede así) no infieren algo inusual con relación a otras pestes que no tuvieron tanta atención mediática (desde aquí hemos hablado y brindado datos de varias enfermedades contagiosas que lamentablemente han matado más gente y no hubo cuarentenas masivas). Responsabilidad social entonces no solo es respetar el protocolo sanitario para obtener la preciada libertad (nos estamos anticipando al probable mensaje de AF). También requerirá de estar alertas sobre las formas de comunicar estos supuestos cambios mundiales que siempre andan vaticinando nuevas normalidades. Parafraseando a Merkel en Bruselas, la información real, fidedigna y contextualizada, será fundamental para encarar esta etapa sin que otros la encaren por nosotros. Pero responsabilidad social implica también que el Estado no solo proteja (sin mentalidad policial) a las poblaciones vulnerables, principales objetivos de este virus (los mayores y los más jóvenes con dolencias previas y los barrios precarios) sino que considere a la Salud, la Vivienda y el Trabajo con salarios dignos como derechos universales no negociables. Años de olvido y corrupción fueron develados por esta pandemia. Eso también, entonces, es responsabilidad de la sociedad: exigirle al Gobierno, a cualquier gobierno, que invierta en lo esencial y rinda cuentas sobre el destino de fondos, préstamos, impuestos, es decir, sobre las siderales ganancias de un país como Argentina, rico por donde se lo mire. Responsabilidad social en ambas direcciones. Se sale de esta entre todos, dejando el obsoleto y oportunista esquema de amigos-enemigos de lado y que solo nos llevará a otra catástrofe, o no sale nadie.

sábado, 11 de julio de 2020

CIUDAD Y CONURBANO: DOS REALIDADES

Ciudad y Conurbano: dos realidades

Que dos zonas interactúen activamente no significa que fueran lo mismo. La Ciudad no es el Conurbano y no hacen falta demasiadas pruebas para demostrar este enunciado. Basta con traspasar las fronteras de la General Paz y los puentes del Riachuelo para advertir la diferencia. O aún mejor: comparar el estado sanitario, habitacional y educativo de ambos. 

La Ciudad es, sin dudas, una geografía privilegiada que, como diría Martínez Estrada, se ha hípertrofiado en su monumental crecimiento, dejando muy atrás a casi todo el resto del país. Aseverar que conforman una unidad y que deben seguir juntos en la política sanitaria para enfrentar la pandemia no solo es una medida desesperada del territorio pobre que desea que el rico no le suelte la mano en su destino casi sellado. Constituye también el deseo de que una zona, tan necesaria como odiada, no demuestre que al fin y al cabo las políticas sanitarias, pero sobre todo, educacionales, llevadas a cabo durante años, funcionaron y permitieron la salida gradual del encierro. Porque al margen de la “abundancia” económica capitalina, una de las grandes diferencias con su territorio satélite es precisamente la cuestión educativa. 

Cuando el Gobierno de la Ciudad agradece que los porteños respetaran la cuarentena, lo que está diciendo es que respetaron el protocolo sanitario: barbijos, distancia social (sobre todo en los lugares cerrados) y aún en la clandestinidad (no hay negocio no esencial que cuando abre no lo haga con todo el protocolo de cuidado requerido). Por eso también, cuando surgieron los focos en los barrios vulnerables, la respuesta fue inmediata: allí no hay espacio para conservar distancia ni posibilidades de quedarse en casa sin salir a trabajar, pero tampoco la cultura necesaria para enfrentar un virus que exige protocolos muy estrictos. 

El panorama del Conurbano es, sobre todo en los cordones más vulnerables, una nefasta realidad cimentada durante décadas: planes sociales en lugar de trabajo; déficit habitacional; precarios o inexistentes sistemas de salud, con hospitales inaugurados eternamente pero sin profesionales ni insumos, y un deficitario sistema educativo sobre todo en los niveles iniciales y medios (habría que ver las nuevas universidades inauguradas la década pasada). Es decir, una instalación y conformidad en la pobreza, en todos los sentidos, muy útil para los gobernantes de turno. 

Hoy el Conurbano se encuentra en una peligrosa deriva, resultado de aquellas políticas que consideraron siempre que la realidad solo podía ser moldeada por los hombres. No tuvieron en cuenta que también las fuerzas de la naturaleza intervienen de vez en cuando. Y que cuando lo hacen, como en aquella fatídica inundación de La Plata, suelen arrasar con lo que encuentran a su paso.

lunes, 6 de julio de 2020

CRIMEN Y POLÍTICA. LA PROPIA MEDICINA

Crimen y Política. La propia medicina 


El 19 y 20 de diciembre fueron asesinadas 39 personas en todo el país, en manos de las fuerzas policiales, a raíz del estallido social que derivó en la caída de De la Rúa. Durante los años siguientes algunos responsables fueron enjuiciados y condenados. El 25 de junio de 2002 fueron asesinados los piqueteros Maximiliano Kostecki y Darío Santillán, militantes de Movimientos de Trabajadores Desocupados, por efectivos de la policía Bonaerense, durante una jornada de protesta en la Estación Avellaneda (que hoy lleva sus nombres). Este hecho obligó al entonces presidente Eduardo Duhalde, que había asumido interinamente después de la hecatombe de 2001, a adelantar las elecciones para abril de 2003. El 7 de marzo de 2006 fue destituido, tras juicio político, el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra por la masacre de Cromañón, ocurrida el 30 de diciembre de 2004, en la que murieron cerca de 200 personas (y siguieron muriendo después familiares y amigos de los mismos). El 20 de octubre de 2010 fue asesinado Mariano Ferreyra, militante estudiantil y del Partido Obrero, por una patota de la Unión Ferroviaria, durante una jornada de protesta de los trabajadores tercerizados de la línea Roca. También en la Estación Avellaneda y con fuertes sospechas de que los asesinos gozaron de la complicidad de las fuerzas policiales de ambos distritos. El 22 de junio de 2012 fue destituido el entonces Presidente del Paraguay Fernando Lugo por la masacre de Curuguaty, cuando once campesinos fueron emboscados y asesinados a tiros por la policía y otras fuerzas, por ocupar tierras privadas. El 18 de enero de 2015 fue asesinado el fiscal Alberto Nisman en su departamento de Puerto Madero. La figura de “asesinato” fue probada por la Justicia y el móvil, sus denuncias sobre la causa AMIA. Lo que aún no se encuentra es a los culpables. En agosto de 2017 desaparecía Santiago Maldonado durante una jornada de represión por parte de la Gendarmería Nacional sobre el territorio sagrado mapuche en Chubut. Su cuerpo fue encontrado dos meses después en el río del mismo nombre. La causa sigue abierta; convocó manifestaciones multitudinarias. El sábado 4 de julio de este año fue hallado asesinado en Calafate Fabián Gutierrez, ex secretario de CFK, imputado-arrepentido en la causa “cuadernos” donde se acusaba por asociación ilícita a la ex presidenta. Los supuestos autores ya están detenidos, la fiscal de la causa es sobrina de Cristina y al Juez interviniente le parece que a los sospechosos, hijos del poder de Calafate, "el tema se les fue de las manos"; el Presidente Fernández y el resto del gobierno afirman que politizar el crimen es una “canallada”, “miserable”, “oportunista”, etc. La oposición retruca recordando los muertos que les tiraron encima.
Arrancamos en el siglo XXI, la lista es interminable y harto incompleta. Culpables que pagan su pena casi inmediatamente; sospechas de que no todos los responsables fueron enjuiciados; otros que tardan años en sentarse en el banquillo y otros que no lo hacen ni lo harán jamás. Causas abiertas, causas cerradas, causas dudosas, otras interminables. Crímenes simulados, accidentes dudosos, puestas en escena, venganzas y muertos que se tiran para desestabilizar poderes: la historia de América Latina se puede leer también a través de esos cuerpos sacrificados. Seguramente, sería mucho más interesante que la historia oficial.

domingo, 21 de junio de 2020

LAS PALABRAS Y LOS MUNDOS

Las palabras y los mundos


Cada vez que a la realidad se la trata de encorsetar en una dicotomía, no solo termina empobrecida sino que suele generar efectos imprevisibles y hasta indeseados. Ya sabemos que el lenguaje es un campo de batalla: quien tiene el poder de nombrar está delimitando el mundo que habitaremos. Romper ese lenguaje “oficial”, hacerle engañifas como espacios de libertad, suele ser tarea de filósofos y poetas. Lo vemos a diario en la práctica política. Ayer no fue la excepción. El oficialismo (y sus voceros) salió rápidamente a nombrar la situación: hay gorilas desestabilizando al país. No existe, para ese mundo estrecho e inventado, ninguna otra alternativa ni por supuesto, la duda. Que suele ser señal de inteligencia. Todo lenguaje es metafórico y lo simbólico adquiere aquí un papel esencial y sesgado: el “gorila” (“los que no nos quieren”) en desmedro de “vicentín” (o la defensa de las formas institucionales, el rechazo al autoritarismo y a las extorsiones judiciales y no la adhesión a una empresa ni a sus empresarios). Y aún más: el “campo” como enemigo eterno y poderoso que ya nos ganó la “guerra” una vez. No: “gorilas” es más eficiente. Y sobre todo, clausura el diálogo y la escucha al reducir las infinitas posibilidades de ese lenguaje en disputa. Una cosa es pelearse con la oposición; otra, con miles de manifestantes a los que encima se tiene que gobernar. Equivale, siguiendo con las metáforas, a empezar a cavar la fosa antes de tiempo. CFK, artífice de que Alberto F estuviera en el cargo, lo sabe en carne propia: agrietadora serial, hoy es una paria política, con poder pero paria al fin. Espanta no solo votos sino cualquier rol activo y a la luz del día dentro del gobierno. Está en las sombras no precisamente porque sea cultora del bajo perfil. Pero Alberto F. todavía tiene que gobernar un buen rato. Tiene que anunciar, por ejemplo, una extensión y restricción de la cuarentena eterna que no solo resultan de dudoso cumplimiento por razones de supervivencia: con el nuevo panorama, es muy factible la aparición de focos de tensión que él mismo se encargó de avivar al maltratar a sus gobernados. Si no son gorilas, son culpables por el aumento de contagiados y muertos al haber salido a correr y a mirar vidrieras. Ni la duda ni la autocrítica asoman en el horizonte. Imposible en este contexto saber qué dirá (y hará) de la situación económica pos pandemia: ojalá no culpe a los pobres y empobrecidos de existir solo para desestabilizar su gobierno. No se sale indemne después de estos gestos, ni aunque se utilice el tono paternal mientras se pide (exige) un sacrificio más, porque él “está enamorado de la vida” y otras sensiblerías semejantes. Acumular poder en base a enfrentar unos contra otros, no manejar el lenguaje que construye pero también destruye tiene estas desventajas: el odio agota, dilapida energías de la sociedad que, harta y extenuada, termina por llevar a la hoguera a aquellos que lo avivaron.

viernes, 12 de junio de 2020

CAPITALISMO, MOLICIE E INSURGENCIA

Reflexiones contra-autoritarias
Capitalismo, molicie e insurgencias


Algunos grandes diarios del mundo se asombran de que aunque el virus no ha cedido en su capacidad de contagio hay ciudades que están retornando a una normalidad no demasiado novedosa. La gente sale a las calles, legal o clandestinamente, a retomar la vida suspendida a principios de año. Hay varias lecturas sobre esta aparente contradicción. La más sencilla, es que el hombre moderno no tolera encierros prolongados. Incluso, prefiere morir haciendo lo que desea a conservarse aislado entre cuatro paredes, por decreto y por tiempo indefinido. El “yomequedoencasa” ya perdió efectividad en ciertos contextos. Aquí en Buenos Aires como en el resto del mundo. Dura derrota tanto para aquellos grandes medios, que se suponían formateadores de voluntades, como para los Organismos de Salud, que siguen vaticinando segundas y terceras olas virósicas. 

Pero también hay otras miradas que si bien tienen raíz en lo económico, va más allá de ese plano. La híper modernidad ha creado un ser humano adicto al instante, al tiempo presente, a la satisfacción inmediata. Esos “histéricos, insoportables y caprichosos” con los que se ha identificado a los porteños por parte de los defensores de la obediencia sin fisuras, suelen abundar en las grandes metrópolis capitalistas de todo el mundo. La pandemia llegó en mal momento: aún la vida virtual no ha sustituido a la material. Aún el otro sigue siendo, en su totalidad física (y no en su realidad digital) el espejo donde nos miramos y nos reflejamos, nos encontramos y también nos perdemos. Un ejemplo radical fueron las multitudes contra el racismo que llenaron plazas y calles en Europa y EEUU, indiferentes a prohibiciones y recomendaciones sanitarias, o las últimas protestas masivas en Santa Fe por las pretensiones expropiatorias del gobierno. Los casos más triviales, la cotidiana desobediencia social a través de encuentros secretos para la celebración o la simple reunión, en casas particulares o en plazas para hacer ejercicios. Ni redes sociales ni tecnología alguna pueden todavía superar ese instante supremo donde los cuerpos se reconocen, se tocan, se abrazan, arman barricadas o se entrelazan para enfrentar la adversidad. 

Si el estado de “cuarentena” tiende a ser semipermanente (como ya están soñando las altas autoridades sanitarias del mundo, siempre con el argumento del miedo como gran controlador), el hecho podría generar dos tipos de sujetos “neomodernos”: el atrapado en la molicie de la comodidad económica, con el sueldo garantizado a fin de mes, defensor y cliente eterno de ese gobierno que se lo provee y contra el que no se puede revelar (como sería el empleado estatal, en todas sus variantes y ámbitos). Y el otro, el insurgente, el conspirador, el que transformará la restricción en potencia fértil y creativa, como es el destino de toda prohibición, que siempre termina generando aquello que cercena . 

Recuperar la administración del tiempo, del cuerpo, de los desplazamientos, de los afectos, nada tiene que ver, sin embargo, con una tácita conformidad con el sistema imperante. Confundir una defensa férrea del capitalismo, el trabajo y el individualismo con esta última actitud es un pésimo diagnóstico. No solo porque el planteo sanitario no puede reducirse a la dicotomía “apertura-restricción” (hay otras alternativas de cuidado social sin caer en las prohibiciones ni en debacles económicas), sino porque esa administración no será negociable a largo plazo precisamente a raíz del mismo sistema que ha creado también sus propios verdugos, de los que depende. El capitalismo, al cercenar las libertades a través de lo económico por un lado, en mayor o menor medida de acuerdo a cada territorio, deja abiertas las demás compuertas para todo los demás, no por elección sino por mecanismo intrínseco de supervivencia y reproducción. Se adquiere algo parecido a la libertad a costa de entregarla, pero este contrato será siempre revisable y en algún punto, flexible. 

Subestimar al hombre “capitalizado”, definirlo como un sometido o domesticado, es un error, tanto como definir al capitalismo como un eterno productor de atrocidades: la práctica reflexiva (para las mentes dispuestas a cultivarla), que posibilita  aquella libertad negociada permite detectar las estrategias  de dominación y control pero también, facilita las engañifas y los procedimientos para sortearlas. Es en última instancia, un capitalismo que produce sus tramas y al mismo tiempo, sus contra construcciones. 

La vigilancia restrictiva, con la que tanto insisten las Organizaciones de Salud y a la que muchos gobiernos se pliegan sin cuestionamientos, viene a romper ese contrato y a imponer una variante sin compuertas ni salidas de emergencia. Es la dominación en bruto y sin creatividad, autoritaria y empobrecedora, y cuyos fines aún permanecen bajo sospecha debido a las constantes contradicciones comunicacionales, que muchas veces se asemejan más a un show televisivo armado para las plateas mundiales, con libretos que se repiten en diferentes partes del planeta, que a una auténtica comunicación de contenidos. 

La gran metrópolis, la más golpeada en esta pandemia, surge entonces también como la gran díscola a dichas vigilancias y decretos. Comprender esto es ampliar el panorama de la peste a algo más que datos sanitarios y recetarios emitidos en serie y que pocas veces tienen en cuenta la historia clínica del paciente.