martes, 29 de diciembre de 2015

ZONA DE PASO, EL CORTOMETRAJE

Zona de paso, el cortometraje
El plan criminal / La traición

Y llegó por fin a internet el esperado cortometraje basado en dos secuencias de la novela Zona de paso, de Zenda Liendivit, publicada en el año 2000 y re editada este año por Contratiempo Ediciones. Nuestro agradecimiento total a ese maravilloso grupo de personas que conforma Agencia Sinestesia, a sus directores, guionista, equipo técnico, realizadores, que llevaron adelante, con exquisito talento artístico, la tarea de recrear la palabra literaria en el registro cinematográfico. Y claro está, a los tres actores que dieron vida a los personajes centrales de la novela y que, con sus hermosas actuaciones, también los reinventaron.

Guión y dirección: Sebastián Mazzini
Dirección de fotografía: Javier Céspedes
Asistente de dirección: Nahuel Levinton
Edición: Kevin Jenkins
Iluminación: Jenny Rico
Sonido: Lautaro Resk
Maquillaje: Merlina Tartaglia
Producción general: Agencia Sinestesia
Actuaciones:
El Poeta: Fernando Casarín
Casilda: María Eugenia López
El Colorado: Ammiel Pardo


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lunes, 21 de diciembre de 2015

COMUNICACIÓN Y PODER

¿Qué ves cuando me ves?


En épocas pasadas estaba muy difundida la idea que la posesión de la información implicaba poder. Siempre había un dato al que se debía acceder para tener control sobre los otros, una verdad oculta para la mayoría que fundaba alianzas y complicidades. Era el tiempo de la hegemonía de los grandes medios de comunicación y de la devota confianza por parte de sus consumidores. Actualmente lo que ha cambiado en este juego de posesiones y correspondencias es la mirada del receptor. En principio, en ningún lado parece encontrarse una relación confiable entre realidad y palabras. Radiografiar la complejidad de la época resulta por demás imposible desde un único registro. Hoy día se lee un diario, un semanario de opinión, un suplemento cultural, como antes Vanidades o El Hogar: con la certeza de que nada es como para tomárselo demasiado en serio, a lo sumo, como tema de charla en rueda de amigos, por mala con-ciencia —la cuota de lectura queda cubierta sin mucho esfuerzo intelectual— o como al abuelo que desvirtúa en cada relato el hecho acontecido hasta hacernos dudar si efectivamente sucedió alguna vez. La comunicación periodística funciona en estos tiempos amparada en un juego de simulaciones: el medio hace como que informa; el público, como que lo cree. Así, de golpe, se alerta que la educación estatal es un desastre y está sumergida en una crisis irreversible. O, de tanto en tanto, la ciudad se transforma en un territorio hostil e inseguro. O, como si fuera un cable de último momento, se descubre la existencia de pobres, que encima ahora se sublevan; de territorios desahuciados, como el Chaco, que al parecer su único problema son estos meses de sequía; de coimas; de negociados de antaño; de esclavitudes laborales y de sitios infernales en plena capital. Cada hecho es analizado por el periodismo especializado con la ilusión de hacer creer al público que el tema en cuestión está en la agenda y es motivo de preocupación. Si el concepto de poder está en crisis –y lo está desde el mismo momento en que no se sabe a ciencia cierta dónde está él mismo—, el poder de los medios tradicionales tal vez sea el que se está llevando, junto con los políticos, la peor parte (basta una simple encuesta personal –no una auspiciada por consultoras asalariadas porque caeríamos de la sartén al fuego— para comprobar que se descree sistemáticamente de casi todo lo que se informa). Y aquí no se trata solo de aquella fórmula “causa visible-motivo oculto”, como la que relaciona, por ejemplo, violencia ciudadana e inversiones inmobiliarias en barrios cerrados, endurecimiento de penas y mayor control policial sobre las áreas de pobreza. O el desmantelamiento de las universidades públicas y el negocio de la enseñanza privada. O la que une a premiados y jurados de becas, subsidios o cargos en amistades de larga data o en alianzas redituables. O las guerras y atentados terroristas con intereses armamentistas y energéticos y no tanto civilizatorios o religiosos. No, el descreimiento es más complejo. Yo, como sujeto moderno, me fundo en no creer en nada que provenga de estructuras consolidadas que llevan en el propio mecanismo de funcionamiento y legitimación, en sus normas, formas y dogmas, las estrategias de manipulación y control —el banquete de Frankenstein: Internet, con su dispersión, pluralidad de voces, falta de legislación y anarquía, tipo cadena informativa de Rodolfo Walsh tecnificada, tiende a devorar a sus propios creadores y obliga al proceso personal de búsqueda, selección, juicio y descarte—. Incluso, y sobre todo, descreimiento del propio lenguaje. ¿Qué predicado común, qué condiciones reales de posibilidad, encuentra por ejemplo un hombre occidental cuando se refiere a los árabes? Discurso poco fiable el que sigue a un sujeto, como tantos otros, por demás esquivo. Entonces, si no creo en los grandes medios, si no creo en los políticos, si no creo en academias, instituciones y organismos más cercanos a cualquier cosa menos a la producción de conocimiento, la defensa de los derechos o demás causas honorables; si desconfío hasta de los usos del lenguaje, la única estrategia que le queda a esos poderes decadentes es que yo no posea los recursos para construir una forma propia de leer, de hablar, de pensar, de acceder a la realidad, cualquiera que ésta fuera. Y que a la hora de la verdad —comprar un libro, elogiar una película, aplaudir a un artista, ignorarlo, de ponerme a favor de los árabes, de los judíos, de la educación privada, de la pública, de reivindicar el aborto, de condenarlo, de apoyar el endurecimiento de penas, de relacionar pobreza con violencia y buscar responsables en otros lados, de asistir a marchas, de no hacerlo, de votar a fulano, a mengano, en blanco, en fin, de opinar, de participar, de actuar— opte por la vía fácil: repetir por afasia lo que dicen esos a los que ya no creo y sacarme el problema de encima. Los itinerarios personales, la vecindad inteligente, la desconfianza metódica, la crítica, la no imbecilidad como práctica son las estrategias de resistencia frente a una época que, la historia lo dice, podría llegar a poner-se nerviosa si cae en la cuenta de que está perdiendo el control. La infidelidad es dolorosa para el engañado; el ya no ser, aún más.

(Nota Editorial Revista Contratiempo Septiembre 2006)

jueves, 17 de diciembre de 2015

NOTAS SOBRE EL PRESENTE / ¿QUÉ HACÍAS CUANDO SE FUE LA LUZ?


¿Qué hacías cuando se fue la luz? 
Hay que hacer memoria, sin ella la repetición se vuelve condena y destino: en estos últimos años hubo demasiada distracción interesada en cuanto al poder de los medios de comunicación, específicamente de las grandes corporaciones. Esta alianza que hoy ocupa el gobierno y que genera tanto absurdo desconcierto, venía gestándose de mucho tiempo atrás. A la seducción de aparecer en los grandes diarios y canales, con todos los réditos incluidos, o al temor de futuras excomuniones, o peor aún, a supeditar la existencia a esos reflectores, se resistieron pocos. Hay que hacer memoria y reflexionar por qué estamos donde estamos.sin esquivar responsabilidades. Nada ocurrió de golpe.

Esta fue la Nota de Tapa N° 83 de Revista Contratiempo de mayo de 2011:

SALARIO VITAL, SINIESTRO Y MÓVIL

La cuestión de la independencia tanto en los medios de comunicación como en los centros de producción de ideas es fundamental en la vida cultural de un país, así sea en un periódico o en una universidad pública. Si dos asalariados se encuentran a discutir, y a defender a sus patrones que están en bandos opuestos, nada muy inteligente saldrá de allí. La escena cultural argentina está poblada de estos seudo debates donde la trivialidad, la ligereza, el eslogan y el poco rigor priman por necesidad, digamos, por cuestiones de supervivencia y fidelidad. Estas contiendas supuestamente plurales, supuestamente democráticas, enturbian adrede las posibilidades liberadoras del pensamiento porque se enuncian desde lugares donde se espera un producto diferente al lugar común o al palabrerío. Representan una forma de traición solapada, una pedagogía de la dependencia que tan bien analizó Martínez Estrada en su propia época. Nada se puede esperar de intelectuales o comunicadores comprometidos con los poderes de turno, no importan los lauros con los que se llegue o los largos currículum que se ostente (que dicho sea de paso, también deberían revalidarse de vez en cuando). Salvo algún ring tone popularizado en cuestión de minutos o una catarata de caracteres que se destruirá enseguida. O la sensación de que la indigencia cultural avanza, con sus fervientes predicadores, como el mismo desierto y sin ningún oasis a la vista.

domingo, 13 de diciembre de 2015

BIOGRAFÍA

Biografía


El año nos transcurrió, así nos parece ahora, entre escritura, correcciones, imprentas, valijas y elecciones. Año de intensos claroscuros, con un raro enero que se llevó a una redacción en París y a un fiscal aquí. El oficio de intelectual, lo comprobamos, también puede resultar insalubre. Se ponen en juego las ideas pero también el cuerpo. La pasión y el desgaste: algo de nuestra salud también quedó por el camino. Pero la historia no empezó este año, sino mucho tiempo atrás. Por hablar, pensar y, sobre todo, publicar a la intemperie nos han allanado alguna vez la redacción, con perros y uniformados incluidos; nos han dejado sin red incontables veces, la distribución de nuestras producciones (realmente independientes, no solventadas con fondos públicos ni corporaciones mediáticas) también sufrió sus propios derroteros. Dejamos amplio testimonio de estas censuras y de estos atropellos en todos los canales que fuimos abriendo, precisamente, para evitar el domicilio fijo (al que como Baudelaire, también detestamos). Aquí estamos, con quince años a cuestas. Con pasados personales, violentos y sublimes, que comulgan para seguir pensando, resistiendo las atmósferas adversas, produciendo. ¿Qué más podríamos hacer? La cultura forma parte de nuestra biografía, no hay posibilidad, ya no a esta altura, de división alguna. Como en Nietzsche, el pensamiento es nuestra tarea vital, palpitar del espíritu y no oficio accesorio. No tenemos afuera y sin embargo, allí estamos, allí permaneceremos, allí seguiremos pensando: los nombres, los hechos, las circunstancias son y serán apenas contingencias. Revista Contratiempo siempre será crítica.

martes, 8 de diciembre de 2015

CRÓNICAS PROVINCIANAS / UTOPÍA

CRÓNICAS PROVINCIANAS
Utopía




Qué lejos están estos pueblos de la capital. Qué distancia emocional, a veces insalvable. Surge la duda, eterna: las posibilidades tanto materiales como existenciales de estos núcleos comunitarios pequeños y en muchos casos, aislados. “Es un gran sacrificio enviar a nuestros hijos a la universidad”, coinciden en Pringles y Laprida. ¿Por qué hay tan mala comunicación entre pueblos? ¿Habrá algún motivo oculto para esta inconexión, solo interrumpida en el caso de las grandes ciudades, como por ejemplo Olavarría? ¿Qué política territorial existe para esta provincia monstruosa, que tanto puede arrutinarse con una pampa eterna como de pronto verse surcada por serranías o lagos asesinos, como el mortífero Epecuén, que sepultó a una villa que jamás resucitó? Allí quedó, como castigada por un designio divino. Como también, solitarias se erigen las obras del olvidado Salamone, aquel arquitecto que desafiando los mandatos centrales de la ortodoxia académica dejó en claro que todo poder siempre estará seguido de su sombra. El pueblo o poblado es una construcción lingüística, oscila entre el romanticismo del origen, de los primeros tiempos de la vida recolectora y artesanal, y cierta inquina contra todo lo relacionado a las innovaciones tecnológicas que configuran una metrópolis. Pueblo y campo repiquetean a veces como terapéuticas del agobiado hombre de la gran ciudad; a veces, como retraso. Difícilmente, como alternativas de producción de formas de vida sustentadas en la solidaridad y la comunión pero con tantas posibilidades existenciales como cualquier ciudad. Aquellos vecindarios orgánicos que alentaba Gropius en 1949 frente a la debacle de la utopía moderna: Abrumada por las potencialidades milagrosas de la máquina, la codicia cotidiana humana ha intervenido en el ciclo biológico del compañerismo humano que mantiene saludable la vida de una comunidad….La vida de la comunidad debe ser equilibrada nuevamente; el impacto de la máquina debe ser humanizado. La llave de una exitosa rehabilitación de la comunidad es el propósito de convertir el elemento humano en el factor dominante….  La ciencia, el arte y la filosofía están listos para proveer los elementos para un nuevo orden. Solamente dentro de su propio vecindario podrá el ciudadano actual experimentar y aprender el procedimiento democrático de dar y recibir. Unidades vecinales sanas son, por lo tanto, la simiente de mejores relaciones humanas y de niveles de vida superiores…” 
Nos llevamos de Azul, de Laprida, de Pringles, de Carhué, de la devastada Epecuén, de algunos instantes de Saldungaray  y Ventana,  la calidez de los que solidariamente nos acompañaron en la travesía; nos llevamos también la obra del rebelde Salamone, el canto de los gallos, el silencio de sus siestas interminables y la soledad de tantos olvidos que se transitan por sus calles y sus plazas. Y sobre todo, en miradas melancólicas que nos preguntan si retornaremos alguna vez. Esperemos que sí. 














Fotos Zenda Liendivit / Diciembre 2015

domingo, 6 de diciembre de 2015

PUEBLADAS

SALAMONE, PODER Y TERRITORIO
Puebladas

El tiempo se apiada de nosotros, el día está soleado y fresco, precioso, azul, como el primero de nuestros destinos. Después seguiríamos hacia Laprida, Coronel Pringles, Saldungaray y Carhué. Desde el inicio del viaje, nos damos cuenta, debemos reformatearnos y entrar al modo pueblo. Saludos de los transeúntes ocasionales que nos ven lidiando con la cámara de fotos y el viento, la charla amistosa, la mirada curiosa, los perros vagabundos que ofician de guía y exigen recompensa. “Pero, ¿quién es ese tipo, Salamone?, nos preguntan sorpresivamente en Azul. Salvo el edificio municipal, el matadero y el cementerio parecen un poco abandonados. El pueblo parece abandonado. “Viene muy poca gente. Van más al monasterio trapense, que está a unos kilómetros de aquí y es hermoso”, nos dice el guía azulino. Le digo que necesito un retiro espiritual: al parecer solo hay que solicitar turno con anticipación. No se permiten celulares ni otros dispositivos electrónicos. La idea cada vez resulta más atrayente. “Todo Laprida debe estar hablando de Uds.”, se ríe el taxista que nos lleva a Pringles. Nos cuenta que el intendente del FPV fue reelecto y que está entablando puentes con Macri porque se quedó solo: allí todos pensaban que ganaba Fernández. Que Michetti es de Laprida, que conoce a la familia y que incluso el nuevo presidente ya anduvo por allí. Que el pueblo vive del campo y de la administración pública. Igual que allá, le decimos, solo que lamentablemente nos falta el campo. Un buen rato del viaje para hablar mal, sutilmente, de los porteños. Adherimos en todo, pero nuestro conductor no expresa resentimiento sino sabiduría: la ciudad los está matando, nos dice.
El perro del matadero de Laprida me sigue con paciencia. Orejas largas, mirada dulce, actitud sumisa; me detengo para enfocar, y allí nomás, sus dos patas sobre mi falda esperando la caricia: acostumbrada a vivir entre gatos, esta fidelidad me desconcierta. El derrotero sigue. En Pringles la queja es abierta. “Estos pueblos de la provincia se están muriendo, de olvido, de ocio, de falta de perspectivas”, nos dicen. Hay comunidades que durante los 90 se convirtieron en fantasmas: fue cuando murió el ferrocarril. Ni hablar de las comunicaciones: nos cuesta dos micros y una combi llegar de Sierra de la Ventana a Carhué (esta crónica se escribe durante la espera).
Se entablan diálogos de carretera y yo me pierdo en esa pampa interminable, monótona y rumiante, solo de tanto en tanto interrumpida por algún ya viejo cartel electoral.  Todavía me resulta difícil imaginar el impacto de la obra de Salamone sobre estos pueblos de fines de la década del 30. Pienso en el Barolo y en la Güemes, que al parecer también convulsionaron a la chata BA de principios del XX. Digo al parecer porque, ¿fue así? ¿El pampeano se vio jaqueado por estas bellas monstruosidades de piedra? ¿O fue apenas la ilusión de todo arquitecto, convalidada en el orden del discurso pero de efecto incierto en la vida real? En todo caso, los elementos se elevan en gesto futurista, fluyen belicosos a ratos, exigen la vista al cielo. Pero la autoridad que imponen es, en todo caso, conflictiva. Y nada tranquila. No son los pesados muros de un sabio clasicismo, esa rutina horizontal que garantiza la armonía y la eternidad. Aquí hay estado de alerta, algo ocurre entre esas piedras rebajadas, dentelladas recortadas contra el cielo azul, en esos movimientos constantes, como indecisión vital de la línea recta. En  claroscuros que destierran, aún en las fachadas rabiosamente blancas de los edificios municipales, toda posibilidad de una palabra final. No hay dudas: el objetivo de Salamone era la Pampa misma. 









jueves, 3 de diciembre de 2015

ARTE Y VIDA

Arte y vida

¿Dónde está el arte en la vida contemporánea? ¿Encontrarlo o crearlo? En cualquiera de los dos casos, ¿todavía es posible? ¿O habría que empezar a redefinir el concepto? Dudas, interrogantes, cierta angustia también. El arte y la experiencia estética en las grandes ciudades motorizan los viajes y travesías. Seguimos rastros, lecturas, recuerdos. Atmósferas sobre todo. Las materialidades tangibles y las otras; las que construyen la época pero también, las que la destituyen. Lo que pasa y lo que resiste. 



 



  
























Fotos: Chicago / Bienal de Arquitectura de Chicago / MoMA (Intercepciones Arte y Arquitectura)
Zenda Liendivit / Noviembre 2015