martes, 14 de diciembre de 2010

LOS EXTRANJEROS: EL ODIO, EL PACTO Y LA MUERTE


Los extranjeros, el odio, el pacto y la muerte


La pertenencia es uno de los aspectos más vulnerables en la actualidad. La movilidad acelerada de la modernidad hace que aquélla resulte frágil, inestable. Se pertenece por destino a un territorio, un país, una ciudad, y esto podría llegar a constituir una de las pocas constantes a lo largo de la vida. Cuando el hombre se ve obligado al desplazamiento, es decir, a perder ese dominio adquirido por nacimiento, lo demás empieza a volverse relativo. El que permanece toda su vida en un mismo sitio milita, sin saberlo a veces, en distintas formas del fundamentalismo. De allí el rechazo al extranjero, el temor no solamente a verse reflejado en un futuro potencial sino a develar la inconsistencia de esa creencia fundacional de pretendido valor absoluto. Para el que jamás se movió de un sitio, salvo por turismo o estancias temporales, ese traslado radical suele verse como una hecatombe emocional. Un manto de sospecha cubre al extranjero no tanto por sus diferencias con los nativos (en el lenguaje, en el aspecto físico, en las costumbres), sino por aquella renuncia al suelo común, a la tranquilizadora complicidad que se proyecta y reproyecta sobre los cuerpos sin pedir explicaciones. El exacerbado amor a la patria, antes en la figura de héroes y mitos, hoy a través de manifestaciones multitudinarias, o alimentado por peligros reales o fabricados, configura al moderno y le da la ilusión de una comunión trascendental con ese suelo natal, donde uno no termina de completarse sin el otro (o donde uno corre peligro de disolución sin el otro). Esta forma de religión pagana, que tanto instaura a sus dioses como dicta sus mandamientos, pecados y redenciones, no es exclusividad de pensamientos de derecha y de fascistas. Anida de manera más o menos visible en todas las ideologías y estratos sociales y tiene más que ver con la relación que entabla cada pueblo con el movimiento y con la muerte. El extranjero encarna aquello que a fuerza de geografía hereditaria se pretende negar. Es el que visibiliza con sus desplazamientos tanto la transitoriedad de la vida como la imposibilidad de las fundaciones. Es el que rompió el pacto, desbarató la serie, desvirtuó el espejo. Ese acuerdo tácito donde también se funda la moda y por lo que está tan relacionado con la muerte.

jueves, 9 de diciembre de 2010

TOBAS, INMIGRANTES Y JOVENES POBRES

La humanidad suprimida
Sobre los últimos asesinatos en Villa Soldati, en Formosa y en Barracas

En los dos últimos meses fueron asesinadas en la Argentina cuatro personas a manos de fuerzas del Estado. Ayer fue el turno de dos inmigrantes, una mujer de origen boliviano y un hombre de origen paraguayo, que ocupaban el Parque Indoamericano en Villa Soldati durante una operación de desalojo. En todos los casos, los crímenes fueron la respuesta a los reclamos por el ejercicio de sus derechos, el trabajo, la tierra, la vivienda. Que niños se mueran de hambre en la Argentina es una aberración que al parecer, y dado el silencio que suele rodear a este hecho, ya está naturalizada. Cuando el hambriento o desesperado abandona su posición pasiva (increíblemente pasiva dicho sea de paso), el final se acelera puesto que el proceso de inanición o de desgaste resulta lento frente a la urgencia de los intereses inmediatos (ya fuera desalojar una ruta, como en el caso de Formosa, o de recuperar un terreno y volverlo redituable, como en Soldati). Como bien lo dijera hace unos meses un sacerdote católico, el mundo está produciendo gente que no sirve ni siquiera para ser descartada. Son residuos en versión original, imposibles de ser contemplados en política alguna, de salud, vivienda, educación o trabajo. Imposibles de ser integrados ni siquiera a nivel urbanístico. Por eso, por este proceso de supresión de sus características humanas, y sobre todo, de sus derechos humanos, por esta falta de relevancia entre su humanidad y la de sus victimarios, es que resulta tan fácil suprimirlos. Y que esa supresión levante tan pocas voces de reclamo. Hay una complicidad entonces entre los que dictan las ordenes, los que las ejecutan y los que, apoltronados en diferentes niveles pero todavía contemplados como hombres y mujeres, observamos las imágenes televisivas como si se tratara de una revuelta en Angola.

jueves, 2 de diciembre de 2010

DIEZ AÑOS DE REVISTA CONTRATIEMPO


Algunas reflexiones en torno a los diez años de Contratiempo
Un dibujo, un par de ensayos, el nombre del sitio ocupando la pantalla, en caracteres de alto impacto, todo en fondo negro: esa fue la primera portada de Revista Contratiempo, hoy extraviada, que subió a la red a fines de noviembre de 2000. No había grandes proyectos, apenas la voluntad de publicar trabajos que presionaban en cajones y computadoras. Sí, en cambio, ciertas certezas de lo que no queríamos hacer, de dónde no queríamos estar. En la imaginación colectiva de entonces sobrevolaba la idea de que nada demasiado bueno podía gestarse en la red. La superficie de la pantalla constituía la metáfora exacta de lo que se esperaba de ella; su parecido con la televisión, otro paria de la cultura considerada seria, le socavaba toda credibilidad y condenaba a la excomunión anticipada a las producciones que pretendieran algo diferente al pasatismo o la divulgación. La circulación, producción y distribución de la cultura sufrieron con la red profundas transformaciones. El autor se volvió editor y difusor de sus propias ideas, se obvió la intermediación y se garantizó la recepción. Pero esa misma impunidad liberadora de normas, cánones y anquilosamientos varios, a la vez, provocó los extremos de la época actual, donde la palabra pareciera estar en el horizonte de su propia saturación. Declina por proliferación indiscriminada y poco rigurosa, aún en ámbitos donde se espera de ella alcances transformadores. La cultura que tiene por fin objetivar la palabra para volverla redituable, atenta directamente contra las posibilidades liberadoras del pensamiento y de la comunicación verdadera. La inmediatez y la trivialidad configuran la mirada y moldean las sensibilidades en la precariedad e indigencia, lo que tarde o temprano repercute en todos los ámbitos y niveles. Eso es lo que a diez años de la creación de Contratiempo nos preocupa. La cultura en la Argentina está atravesando un mal momento, tal vez, y desde hace mucho tiempo, uno de sus niveles más bajos. Enumerar las pruebas de esta afirmación parece ocioso. Basta con echar un vistazo a universidades, claustros y producciones editoriales para comprobar que la excelencia le ha dejado su lugar a intereses ajenos a la producción de conocimientos. El diálogo auténtico no existe –apenas, debates cómplices, por lo general para ratificar pertenencias o convalidar nombres redituables a la hora de recaudar. El objetivo editorial parecería ser la digestión rápida, aún en aquellos textos que se pretenden fuera del interés comercial. Se sabe muy bien que el público suele ser más numeroso cuanto menos dificultades ofrezca para el pensamiento el producto de turno. Pensar implica visualizar un problema, un desafío, una incomodidad, a veces una obsesión. No importa cuál fuera el objetivo, la reflexión bordea siempre aquello último que ya no se puede enunciar y cuya afasia nos exige ese merodeo exhaustivo, una transitoria liquidación de nuestras fuerzas en torno al mismo, esa aproximación que espera y desespera pero que, en la certidumbre de nuestra impotencia, suele extraer del que piensa lo más valioso. Esta práctica de la intransigencia, de la rigurosidad, de la no concesión a la pirotecnia que prometen reflectores, columnas periodísticas, cargos o premios pautados de antemano, constituye una herencia, mucho más que la obra en sí. Una garantía de resguardo espiritual contra malversaciones y adoctrinamientos. Contra las malas épocas, como ésta. Pero ésta es la nuestra, nosotros la habitamos, es nuestro tiempo, un tiempo que se nos agota. No nos conformamos con la queja: después de todo, y como solemos afirmar a menudo, no estar, no convalidar, no apañar, también es una postura creativa. Desde allí, desde aquel lugar que construimos con un fondo negro, unos pocos links y un grabado, con algunas pocas certezas de lo que no queríamos hacer, hace diez años atrás, y que se ha transformado en este espacio con múltiples recorridos, seguiremos pensando.

FOTO: NAHUEL LEVINTON



Buenos Aires, 30 de noviembre de 2010

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domingo, 31 de octubre de 2010

KIRCHNER Y FERREYRA / La muerte y la brújula

Hubo un asesinato en Barracas hace dos semanas y media. Un joven estudiante y militante del Partido Obrero fue acribillado a balazos, durante una manifestación sindical, frente a la mirada atónita de unos y permisiva de varios. Siete días después muere Kirchner, de muerte natural, con el interrogante nunca resuelto para él sobre quién fue el asesino que le tiró ese muerto a su gobierno. No es aventurado suponer que pensó en Maximilano Kosteki y Darío Santillán como nefastos antecedentes. Luego, todo lo conocido, el velorio, el sepelio, los saludos calificados, las exclusiones, los odios y las declaraciones de amor y de aquelo que la lucha continua. El secreteo en la trastienda y las multitudes dolientes. En el medio, estas dos muertes, una en Barracas, la otra en Calafate, tan secretamente unidas en el futuro político del país. Se podría llegar a pensar que una mente perversa pudo haber ideado la primera con la esperanza de la segunda. Un muerto que arrastra consigo otro muerto suele ser una eficaz fórmula en la política. Suele ser, en realidad, el fracaso de la política. Un asesinato puede diezmar un gobierno pero, con efectos más directos, diezmar a un hombre. Mariano Ferreyra pudo haber sido ese puntapié inicial de una periódica serie de hechos de sangre, para que todo un gobierno empezara a declinar. O para que un hombre siguiera las pistas que lo conducirían, tarde o temprano, a su propio sepulcro. Lo que siempre genera un interrogante, interrogante vital que recorre la historia de la humanidad, y que por supuesto no está exento del relato de Borges, es cuánto de ese destino inexorable es construido por otros y cuánto participa la propia víctima en dicha construcción.

sábado, 23 de octubre de 2010

FACEBOOK Y EL MILLÓN DE AMIGOS

El problema singular

El solitario siempre fue un problema y un peligro. Un problema porque las sociedades, y concretamente las ciudades, están pensadas para la vida en masa, no para el aislamiento –más allá de la soledad de las grandes metrópolis, la consigna, el objetivo y el objeto de deseo, siempre son los otros. Y un peligro porque el itinerario del hombre solo siempre es impredecible. En los extremos están el linyera y el psicópata, pero la sola acepción lingüística ya surte un efecto tranquilizador. A la soledad le seduce la locura. Esta constituye, de alguna forma, su culminación –no exactamente porque uno se libró de los otros sino porque hizo de los otros lo que quiso. Al que renuncia al reflejo configurador del grupo, al reducto de la previsibilidad, ya sea la tribu o el gueto, le espera la condena social del descrédito y la sospecha sobre sus verdaderas intenciones. Como si la singularidad no fuera garantía, el solitario es un devalúo vergonzante de antemano. Lo paradójico de esta condena es la comprobación de que grandes obras del pensamiento y del arte surgieron de hombres que sintieron en el cuerpo el desierto abismal de constituirse en objeto y reflejo a la vez. Una variante actual de esta pervivencia deseante son las redes sociales: como las nuevas tecnologías son productoras por excelencia de solitarios en masa, el usuario acumula, ostenta y muestra al mundo que no es un ser oscuro y olvidado, inclinado el día entero sobre su notebook, aislado entre cuatro paredes y sin emitir sonido alguno, sino un ser ratificado permanentemente por su entorno. En la actualidad, entonces, la valoración social estaría dada por ese número mágico que tanto garantizará, y publicitará, la pertenencia y la popularidad del poseedor del mismo como su capacidad para aglutinar y servir en bandeja una masa de clientes, ordenados prolijamente según intereses, gustos y aficiones, lugares de trabajo, estudios o diversión, lista para ser consumida por las grandes redes invisibles que operan estos recursos sociales. Poderes que saben que el hombre solo es una peligrosa forma de terrorismo comunicacional, un interruptor de esta cadena de utilidades que enlaza la necesidad de relieve y protagonismo del hombre perdido entre multitudes amorfas y aquel deseo del reflejo legitimador de los demás.

jueves, 21 de octubre de 2010

REPUDIO, CONDENA Y SOLIDARIDAD

La moral de la pandilla
El destino sangriento de la Argentina escribió ayer un nuevo capítulo. Un asesinato  que bautizará la década, se convertirá en hito, en ícono y en recordatorio. Recordatorio de que, pese a todo, no podemos escapar de ese destino que urge a la sangre como palabra última, irrebatible. Atroz eslabón de una cadena de cuerpos suprimidos, siempre habrá, lo dice el cuerpo acribillado de Mariano Ferreyra, uno próximo listo para el matadero. Listo para demostrar que la moral de la pandilla prevalece sobre cualquier otra forma de vida y de convivencia.  Sobre el murmullo, sobre el ruido de palabras huecas e inconsistentes, sobre las buenas intenciones, sobre cualquier intento por cambiar esa ruta violenta atestada de cadáveres recordados en pancartas, marchas y reclamos.  Historia argentina conocida.


Expresamos nuestro más enérgico repudio por el asesinato del estudiante y militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra. Exigimos el inmediato esclarecimiento del hecho y condenamos cualquier forma de violencia, incluida la impunidad y la lentitud de la justicia.

Prensa, Redacción y Dirección
Revista Contratiempo
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miércoles, 6 de octubre de 2010

PAPEL PRENSA: Un policial malo

Tinta y Sangre

Corren los años más feroces de la dictadura. Hay una gran transacción comercial (y lo que se compra y vende no son galletas sino los diarios más poderosos de la época, esa gran debilidad de todo poder autoritario). Pero cuatro meses después, los vendedores son desaparecidos y torturados. Los compradores, que no son desaparecidos ni torturados, quedan bajo la mira. Sobre todo porque serán los responsables de varias portadas donde el proceso militar estará en primer plano y no precisamente por sus características nefastas. Treinta y tres años después, el problema es cómo se cuenta aquella historia. Reaparecen los actores, se dividen en bandos opuestos, se pelean, discuten, recuerdan detalles a favor o en contra de la versión del otro y sobre todo, obviamente, no se ponen de acuerdo. Corren ríos de tinta y todo hace suponer que también de sangre. Sangre mezclada con tinta y suspendida durante más de tres décadas. Ya sabemos que en un enfrentamiento entre poderosos, el resto sólo puede observar. Pero la verosimilitud es la condición de toda buena liturgia para ganar creyentes; lo saben las religiones, lo saben los buenos políticos, deberían saberlo los medios de comunicación. El público, que lee esta contienda reactualizada, la exige, puesto que ni se le ocurre aspirar a algún tipo de verdad. Y en el presente relato elaborado por esos medios lo que indudablemente falta es verosimilitud. No es verosímil, lo que no significa que no fuera cierto. Pero verosímil no es. Y aunque aparezcan la familia, los vecinos, los amigos de la infancia y demás entornos de los damnificados, confirmando que todo fue de común acuerdo, seguirá siendo inverosímil. Las corporaciones mediáticas no pueden aspirar a tanta estupidez cómplice por parte de su público. En todo caso, deberían buscar las formas para volverlo creíble. Incluso, hasta podrían aplicar técnicas del buen policial negro para demostrar su inocencia. O, por lo menos, su mínima culpabilidad. Si al fin y al cabo, hubo crímenes, asesinatos, víctimas y culpables. Hubo uno o varios móviles. Y, principalmente, quedaron huellas, rastros y pistas a seguir. La buena ficción siempre busca tinta adiestrada para ser comunicada; lamentablemente, la sangre de la que hablamos es real y hoy, todavía, se mezcla obscenamente entre los intereses de esos poderosos que con tal de salirse con la suya elaboran malos relatos, tanto para imponerlos como para impugnarlos.

sábado, 24 de julio de 2010

LIBRO EN CONSTRUCCIÓN

Espacio, violencia y actualidad en
Roberto Arlt
 
(Fragmento del Capítulo 1)


La acción siempre es una cuestión potencial, diferida, que se desarrollará en un espacio también potencial. No solamente la sociedad prostibularia del Astrólogo sino el mismo derrotero de Erdosain por Buenos Aires, y en menor medida de Astier, radiografía una ciudad que fluye mentalmente bajo los principios de la técnica y, por lo general, indiferente a la historia. No se recuerda nada anterior al presente, que se acelera solamente por esa tecnificación, esa maquinización del espacio recorrido. Entretanto, se vive en el deseo de lo absurdo, como la salvación por el amor de la doncella que observa desde el balcón de un palacio; por la invención de cosas inútiles, como la rosa de cobre, o, incluso, por la literatura misma. En Arlt, más que las clases sociales, el hombre está en conflicto con algo que no termina de configurar pero que intuye aliado y amenaza. En realidad, la comunidad es una comunidad de monstruos, de enemigos naturales que se sabe paria en un contexto inhóspito (el contexto que encuentra el inmigrante pero también el excluido de los espacios de poder y decisión, de los espacios luminosos de la ciudad y de la cultura, y que se pauperiza con la modernidad) y que, de alguna forma, debe crear alianzas para la supervivencia.

miércoles, 30 de junio de 2010

El Mundial en Paraguay

Conocíamos de memoria las formaciones de cada equipo, sufríamos la copa Libertadores, el campeonato de la Liga, hasta los torneos de verano. Los domingos empezaban temprano, con la marcha del deporte de Radio 1° de Marzo durante toda la previa y las interminables especulaciones periodísticas para llenar el tiempo. Mis hermanos eran de Cerro Porteño, yo de Olimpia, todos al borde del llanto ante cada derrota, sobre todo en los clásicos. Alguna vez estuvimos en el Defensores del Chaco; otras, en Para Uno, el estadio de Olimpia, ubicado en la elegante Mcal. López. El de Cerro queda en Barrio Obrero. El Bosque y la Olla, como si se tratara de un cuento de hadas habitado por el populacho y la aristocracia. Así se dividía el país en dos y se tenía la precaria ilusión de que cada domingo el conflicto podría llegar a dirimirse a favor de unos u otros. “No es un equipo, es Paraguay, fuerte y grande sin rival…” decía la marcha de entonces de la Selección, pero la realidad era otra: nunca pasaba de las eliminatorias y los mundiales los veíamos de lejos, como eternos espectadores de las glorias ajenas. México 70 y la maquinaria brasilera fue el primero en nuestra memoria y de allí en más todos creímos que algún Pelé, alguna vez, jugaría de nuestro lado. En el interior de Paraguay de los primeros setenta la radio a pilas convocaba a todo el vecindario y, como una ruleta en cámara lenta, suspendía el tiempo y los cuerpos en la incertidumbre de la gloria o del espanto. Un interior de vidas interceptadas por pelotazos en el baldío cercano, embotadas de melancolía y tristezas remotas. Un interior que, jaqueado por la pobreza, sufría con los partidos de la Selección como si allí estuvieran todas las posibilidades de redención, de justicia histórica, de expiación de la culpa y de cobro de antiguas deudas. Postergación de la pena, alegría siempre postergada y certeza de que los países pobres jamás asomaban a los redituables mundiales. ¡Paren de sufrir, Paraguay ya está en los cuartos! titula ABC digital esta primera vez de la selección. Y el país para de sufrir, por lo menos por un rato.



miércoles, 2 de junio de 2010

Notas sobre la Academia

Un monstruo grande que sigue pisando fuerte

Osvaldo Bidinost solía decir que había que cerrar las bibliotecas de las facultades por un lapso de tres años. De esa forma, los estudiantes dejarían de copiar las ideas importadas, llegadas en vistosas ediciones, y proyectarían pensando en el entorno real. Provocador y polémico, eludía con sarcasmo las posiciones nacionales y populares que también convocaban numerosos adeptos en el alumnado y postulaba, por lo general a los gritos, una modernidad con raíces propias. Cursar con él era integrar una comunidad de fieles un poco exclusiva y bastante excluyente, que trascendía las aulas y apuntaba a nuevas formas de vida y de relación. Bidinost detestaba tanto al posmodernismo con sus escenografías caprichosas, su conveniente relativismo y sus olvidos históricos, como el cuentapropismo del estudiante que, encerrado días enteros sobre el tablero, llegaba a una producción individual e indiferente al mundo que lo rodeaba. Había implementado la modalidad de los talleres verticales, con sus largas noches en Ciudad Universitaria y sus intensos debates. Con espíritu beligerante, combatía la imbecilidad de las repeticiones acríticas, la liberalidad de la profesión y por, sobre todas las cosas, a esa Academia que producía alumnos y profesionales domesticados como archipiélagos de islas inconexas en eterna formación. Aunque lo admiraba, no nos llevábamos bien. Solía expulsarme de sus clases con cierta frecuencia. Él poseía la autoridad y el autoritarismo de quien se sabía parte fundamental de una misión vital; yo era un poco anarquista y me fastidiaban las leyes y códigos de las comunidades cerradas. Años después, cuando en la carrera de Letras escuché a Nicolás Rosa afirmar que a la Universidad había que ponerle una bomba (sin gente adentro, desde luego) y construirla de nuevo, Bidinost me resultó un moderado. Hoy recuerdo a ambos cuando veo estudiantes del CBC desconcertados, universitarios desmotivados y graduados que no pueden insertarse en ningún lado. La Academia es un monstruo que pisa fuerte, pero como decía Rosa, no se puede transformarla desde afuera. Ella sigue teniendo los medios y ciertas formas valiosas e ineludibles para cualquier formación. La tarea de demolición no es tampoco individual sino que incluye la búsqueda de sensibilidades parecidas y el ejercicio de la solidaridad activa. La recuperación del diálogo, el espíritu crítico sin amiguismos ni clientelismos y, sobre todo, el trabajo cotidiano, arduo y sin concesiones, apuntando a una producción de conocimientos que se integre a la vida, siguen siendo los únicos caminos para desmantelar estas estructuras perversas que no sólo dilapidan capital humano sino que producen analfabetos ilustrados, como diría Martínez Estrada, dispuestos a proseguir la tarea.

FOTO: Bidinost en la Facultad de Arquitectura de La Plata. Foto extraida de internet.

lunes, 24 de mayo de 2010

Espacios del Bicentenario

Vamos, subiendo la cuesta


Las críticas previas a la implantación del escenario y eje principal de los festejos por el Bicentenario obviaron, por lo menos, toda la connotación simbólica de dichos espacios. Ésta no es tanto a nivel histórico (aquí el eje recaería en la desplazada Av. de Mayo y en la Plaza) sino en cuanto a la consolidación de la idea del centro como generador esencial de la vida metropolitana. Desde hace tres días la ciudad está de fiesta. Y la fiesta ocurre en el corazón de la metrópolis, en ese centro mítico hoy bastante devaluado por las transformaciones que apuntan al cuentapropismo urbano. El espíritu pragmático, las leyes de la comodidad, el mal humor por las interferencias de la rutina diaria, sustentaron el rechazo previo. Sin embargo, el espectáculo de las multitudes, venidas de todas partes, que se vuelcan ansiosas por estar y participar, tomar la ciudad y hacerla serpentear desde su mismo corazón neurálgico, ratifica una vez más que la vida emocional de una zona –o la memoria del centro- suele ser más poderosa que cualquier estrategia oportunista de proyectación. El lugar común del obelisco abandonó la metáfora y se transformó en hecho concreto: de trillado símbolo de la porteñidad adquiere, gracias al factor humano que se sintió convocado, el brillo de la diferencia, el peso de su propia historia, la recreación de espacio generador de hechos políticos e históricos. Por unos días, Buenos Aires vuelve a ser pensada como tránsito casi obligado de la periferia al centro. Algo está pasando allí y, lo sabemos muy bien, los números redondos son poderosos, esto no ocurrirá a menudo. Desde el ágora griega, y aun más atrás, la geografía urbana configura la vida política de una ciudad y, a la vez, el hecho político queda sustentado, o legitimado, en el espacio –ocurre allí y solamente puede ocurrir allí. Habría que ver, entonces, cuando termine la fiesta, cómo esos espacios centrales miran a la periferia (no sólo a los barrios menos favorecidos sino al resto del país) y qué irradiaciones se producen en ambas direcciones. Irradiaciones que deberían ser constructivas para ambos y no parasitarias o fagocitantes.

martes, 11 de mayo de 2010

FUTURISMO EN EL PROA

Cretinetti desespera a Dios y a todos los santos –la expresión no es metafórica- y es rechazado en el Cielo; termina en el infierno y todo hace suponer que allí también hará lío. En el film anterior, el mismo protagonista recurre a todo tipo de artilugios para sacarse de encima a sus acreedores. Y lo hace a través del movimiento constante, que provoca formas impensadas a través de cuerpos que se contorsionan, se atraen y se expulsan a la vez. Y hay más, una relación de tres contada desde los pies, la belleza de la máquina en movimiento y una lucha de monstruos mecánicos –antepasados precoces de los superhéroes actuales- conforman algunos de los films del ciclo de Cine Futurista que se está exhibiendo en el Auditorio de Proa. El objetivo central del Futurismo, como el de todas las vanguardias estéticas de principios del XX, es precisamente que los sentidos se pongan en movimiento, que se despabile la conciencia creadora como forma de autoconciencia y de libertad. Así sea en la arquitectura, en el cine o en la literatura, el Futurismo fijó su horizonte en el cielo, en el movimiento constante, en la exaltación enfervorizada de la técnica y en la violenta transfiguración de los espacios. Un mundo debía morir y allí estuvieron sus verdugos.
Más información:
Sitio de Proa

sábado, 8 de mayo de 2010

Noches del Paraguay / Chopería del Puerto

Cerveza, romance y nostalgia

A contrapelo de la historia, de lugar fundacional y generador de ciudad, el centro de Asunción padece los efectos de los actuales criterios urbanísticos de metropolización. La constante expulsión de las actividades del casco histórico hacia periferias más espaciosas y modernas y el consecuente abandono de aquél. El centro de Asunción, a la noche, está desierto. Y la expresión es literal. Más que pueblo fantasma, las calles parecen la escenografía olvidada de una película que suspendió su rodaje. No hay nadie, ni autos ni gente. De tanto en tanto, muy de tanto en tanto, uno se topa con algún mendigo o algún móvil policial. Caminar por Palma o Estrella a las diez de la noche es escucharse a sí mismo y, a veces también, reflotar el antiguo temor infantil de sombras y pasos que nos acechan en la oscuridad. La zona portuaria, sin embargo, resiste con sus reductos: hay choperías y karaoke para el turismo, cabarets de poca monta y sitios indescifrables para la población marginal. La Chopería del Puerto está en los confines de Palma, allí donde ya se presiente la presencia del río; es el bar de moda y alternativo al ocio acomodado de Villa Morra o Los Laureles. Esa noche de lunes hay poca gente. Un sólo salón en penumbras, que se desmaterializa en la vereda, atestada de mesas y sillas, de cuyas paredes cuelgan anclas, redes, fotos antiguas y elementos portuarios varios. En la barra, ubicada en el medio, un par de parroquianos bebe en silencio y mira la nada. La atmósfera es tan lograda que, en cualquier momento, podrían entrar los marineros y golpeando la mesada, exigir cerveza y mujeres. Pero nada de eso ocurre. La moza, una joven morena que tiene un ligero tono portugués, nos sugiere la especialidad de la casa que no está en la lista, lomo con base de salsa de cerveza que resulta exquisito. A las diez en punto, un guitarrista solitario ocupa el fondo del salón y arremete con temas viejos. Ven, que el tiempo corre y nos separa, la vida nos está dejando atrás… canta y no se parece a Roberto Carlos pero está bien. El lugar se sigue poblando; a pesar del frío, los más jóvenes prefieren la vereda. En las inmediaciones, el silencio sólo se quiebra por el karaoke que amenaza los oídos y por chicos que brindan por lo que sea. El resto, desierto. El fin de semana esto se llena, nos dice el encargado. Para que todos sepan, a quien tú perteneces, con sangre de mis venas te marcaré la frente… exagera el otro. Rosamel Araya en un bar de marineros, pensamos, y suena medio contradictorio aunque no tanto. En última instancia, la zona –excluyendo a estos pocos sitios de moda- está como cuando éramos chicos. Que es una forma de decir que se mantiene igual a sí misma a través de los siglos. Aquí no hubo topadoras sino un leve reciclaje, de allí cierto aire nostálgico que la envuelve, una forma de resguardo de la mitología portuaria a fuerza de abandono que sobrevive entre galpones, tinglados, luces rojas y algún edificio de estilo de tiempos mejores.


jueves, 6 de mayo de 2010

Crónicas paraguayas / EL NORTE


A nuestra llegada a Asunción, a fines de abril, se decreta el Estado de excepción en cinco departamentos del norte del país. El motivo es el EPP (Ejército del Pueblo Paraguayo), que opera en la zona de Concepción y que se ha vuelto un dolor de cabeza para todo el mundo. El Vicepresidente Franco (una versión paraguaya de Cobos, en cuanto a su enfrentamiento con el Presidente), habla en los medios y afirma que Lugo no hará nada para atrapar a los guerrilleros, que la medida es solamente un tranquilizador de conciencias espantadas por las noticias de secuestros, recompensas y asesinatos ocurridos últimamente en la zona. Lugo, entonces, refuta y afirma que sí, que la intención es capturarlos, y no solamente, incluso matarlos. Por esos días se produce también un atentado contra el senador liberal y periodista, Robert Acevedo, en el departamento vecino de Amambay, específicamente en Pedro Juan Caballero. El hombre se salva de milagro, según ABC Color, y acusa al narcotráfico y a otras mafias que operan en la zona; mueren en cambio dos de sus custodios. Además de la pobreza extrema, la precariedad laboral, las inclemencias del clima y de la geografía de montes y esteros, la desnutrición y la ignorancia, el norte del Paraguay se halla asolado, desde tiempo inmemorial, por bandas criminales, y más recientemente por guerrillas rurales y ahora por militares. Frente a la cada vez más floreciente zona central, el norte parece condenado a un destierro eterno, una suerte de excomunión en el propio territorio donde más que habitar se vagabundea o se sobrevive, al azar de los bandoleros de turno. Una forma de extranjería de la que nadie se hace cargo, ni la dictadura del pasado ni las democracias actuales, como si fuera una situación natural, una suerte de maldición bíblica heredada a través de los siglos y estigmatizada, encima, por el carácter de zona de paso hacia el Brasil. O, en el peor de los casos, como escenario recordatorio de la gran derrota final de la guerra del 70.

miércoles, 21 de abril de 2010

ANARQUISMO / Charla debate

Charla debate en Córdoba Capital

Anarquismo y militancia social

- El anarquismo como herramienta para el cambio social.
- Actualidad y proyección de las organizaciones sociales.

- Experiencias y realidades de la militancia social.
- El rol del anarquismo en esta coyuntura.

Sábado 24 de abril, 18 hs.
Casa de los Trabajadores
Tucumán 367, Cordoba capital

Organizan:
Anarquistas de Córdoba
Columna Libertaria Joaquín Penina (Rosario)
Columna Libertaria Errico Malatesta (Bs. As.)

contactos
cordobalibertaria@yahoo.com.ar
cordobalibertaria@yahoo.com.ar
columnalibertariamalatesta@gmail.com
columnalibertaria@gmail.com

jueves, 8 de abril de 2010

Contratiempo Ediciones

Próximas Novedades 2010
CONTRATIEMPO EDICIONES

- Yacyretá: El fin de la Historia (Ensayo de Investigación)
- Espacio y violencia en Roberto Arlt (Ensayo, título tentativo)
- Desarmando misiles (Novela)
- Ariel (Novela)

Ver otros títulos de la Editorial:
www.revistacontratiempo.com.ar/contratiempo_ediciones.htm

Contratiempo Ediciones
Av. Corrientes 1557 - 4° "D"
Tel. 4372 0043  / 
revistacontratiempo@fibertel.com.ar

http://www.revistacontratiempo.com.ar/

domingo, 4 de abril de 2010

Viajes / Río (3)

Las muchachas de Copacabana



Paso lento, ropa ligera, levedad que se respira en el ambiente: así transcurren las noches en Copacabana en este mes de marzo. En la gran feria artesanal del boulevard, un joven artista y vendedor nos cuenta que vive en Ciudad de Dios -la favela que inspiró el film Tropa de Elite- pero que pinta a Rocinha porque es más visual, tiene más ritmo, aclara y hace un gesto ondulante con la mano. Frente a cada edificio de departamentos sobre la Avenida Atlántica hay rejas y seguridad privada. Alrededor de los hoteles de lujo y de ciertos bares están las chicas. No sé si será por la época del año, pero ellas con relación al turismo son legión. Caminan medio indolentes, a veces solas, a veces en grupo. O se instalan en esquinas y esperan, o ingresan a los hoteles a preguntar si hay novedades. Hay tantas y por todos lados que suele ocurrir que toda mujer, a la noche y por la Avenida, cae bajo la sospecha masculina. Y decimos sospecha porque esa mirada implica conjeturas previas, deducciones, creencias, algo maldito de fondo, pero, sobre todo, un esquema mental que requiere muy pocos condicionantes. Apenas, ser mujer, pasear por la playa de noche y no estar rodeada de una numerosa familia. Si la mirada que investiga fuera más sutil, las que andan en ojotas, sin maquillaje y musculosas de algodón quedarían afuera –puesto que las chicas de Copacabana destinan mucho tiempo, esfuerzo y dinero en sus vestuarios. Pero no, basta estar allí, en la pasarela del mito de una ciudad de noches ardientes y placeres desenfrenados, impensables, por lo visto, en los países de origen de los clientes soñadores. La cuestión, sin embargo, viene con ciertos estándares de calidad, no son los papelitos distribuidos por volanteros aburridos que alfombran Avenida de Mayo o Corrientes casi a cualquier hora del día. Aquí todo pretende ocurrir como feliz consecuencia del tradicional y redituable cóctel que conjuga el color oscuro de los cuerpos, el calor agobiante, el mar omnipresente y alguna samba de fondo –mientras no sea Construccao de Buarque, por ejemplo-, y no por el mero negocio sexual. La adquisición del cuerpo en el mercado se debe notar, porque si no, no tendría gracia, pero no demasiado. Estamos cansados de ganar mundiales, nos dice un vendedor de camisetas deportivas cuando detecta nuestro origen, mientras nos ofrece la del enamoradizo Wagner Love; nosotros cinco, ustedes dos, agrega haciendo ostentosos gestos con la mano, con una amplia sonrisa para que nadie se enoje y seamos amigos por un rato. Y nadie se enoja: todo parece posible en Copacabana.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Viajes / Río (2)

Rocinha

Río de Janeiro es un infierno, son cerca de las tres de la tarde y el sol pega de lleno en el cuerpo. Estamos en un puente peatonal sobre la Autopista de Gávea, de espaldas a Sao Conrado, justo frente a las alturas de Rocinha. A nuestros pies se levantan el centro de salud, el artesanato, el campo de deportes y la estación transformadora de electricidad, ubicados en las inmediaciones de la favela y construidos para su población. Dos niños, con uniformes deportivos, nos piden salir en las fotos. Posan, nos agradecen con una sonrisa enorme y se van. Todo lo que hay aquí lo hicieron los habitantes de Rocinha, nos dice el encargado del atelier de arte en un portugués acelerado. Delantales, vasijas, cuadros, artesanías de material reciclable y de trazo infantil, casi como tareas escolares. Rocinha apabulla por perseverancia; no se sabe bien si la geografía natural venció a la arquitectura del hombre o si fue abatida por ésta. Las casas trepan, se multiplican, se expanden en todas direcciones, reducen su espacio entre ellas y respetuosas del morro, siguen sus ondulaciones hasta no dejar rastros de él. Recién arriba, bien arriba, éste vuelve a emerger verde, gris y todavía infranqueable. En el otro extremo, una serie de edificios en torre bordea la autopista, se erige como lanzas hacia el cielo y certifica, por materialidad y modos de ocupación del suelo y del espacio, su no pertenencia a la comunidad de pobres que tiene enfrente como remate de sus visuales. Orden y anarquía, distancia y hacinamiento, la sagrada línea recta y el maldito camino de los asnos de Le Corbusier, articulados por una autopista que los conecta y aísla, los enfrenta y concilia, los acelera, desbarata y reorganiza según sus tiempos a los que unos se integran y el otro resiste.

   


lunes, 29 de marzo de 2010

Viajes / Río de Janeiro

LAPA
Una noche en la Rua do Lavradio

La banda se empieza a despedir. El cantante, pelo mota, piel oscura, portugués cerrado, agradece y tras pedir complicidad al público, arremete con un tema pegadizo. Algo como Tu tu tu te te te. La gente baila, alza los brazos y corea a los gritos. Cuando termina, los cuatro integrantes retiran sus equipos y dejan paso al siguiente grupo, esta vez una chica que hace un tema de Chico Buarque, Mentira, canta, y todo el mundo acompaña de nuevo. Es viernes a la noche y Río Scenarium está repleto. La inmensa construcción devenida atelier, anticuario, centro de exposiciones y boliche nocturno está al borde del estallido. La gente se acomoda en sofás, poltronas y mesas que ocupan la planta baja y los dos pisos superiores. Desde el gran espacio central donde balconean las bandejas al escenario, sube la música del espectáculo en vivo; abajo y arriba los cuerpos se retuercen al ritmo de la samba, todos miran y esperan ser vistos. De paredes y techos rojos cuelgan bicicletas, radios antiguas, muñecas, vasijas, terciopelos, cintas multicolores, candelabros, utensilios de la vida cotidiana que funcionan por aglomeración, con la fuerza del racimo que la arbitrariedad reunió y la noche, la samba y las multitudes le dieron sentido. Estalla la alegría brasilera repleta, como ocurre casi siempre en Brasil, de claroscuros ancestrales. Lapa tiene algo de Lavapiés y de Montmartre, algún rumor tal vez de San Telmo. Ubicado estratégicamente en la geografía original de Río de Janeiro, el barrio se funda y refunda entre el esplendor y la decadencia y reactualiza el mito de la ciudad sensual y transgresora. Lapa promete placer y bohemia, arte a contramano y también prestigioso, márgenes redituables pero tambíén oscuridades agazapadas y fuera de cualquier guía de viajes. 

domingo, 7 de marzo de 2010

CINE / Petit freres

Infancia rabiosa
Illie yTalía se conocen en Pantin, en una de sus tantas huídas del hogar. Pantin es un suburbio parisino conformado por bloques de edificios construidos en serie, con plantas bajas desoladas, donde la vida discurre entre el delito y el aburrimiento en un presente absoluto. Allí la policía entra y sale corriendo: su única ventaja es el factor sorpresa frente a las hordas que no dudan en enfrentarla a golpes o desorientarla a través de una arquitectura rutinaria que funciona como elemento defensivo. Sus pobladores son inmigrantes que se visualizan como tales –los árabes, los negros. Talia vive en París con un padrastro pedófilo, una mamá negadora y una hermana pequeña abusada. Ella, sin embargo, no se anda con vueltas, roba a mano armada, aprieta el gatillo cuando la molestan, devuelve los golpes que le propinan los varones y hace encarcelar al padre abusivo. También se enamora de Illie -un Silvio Astier francés que sueña con aventuras bandoleras mientras se dedica al hurto y al pillaje a pequeña escala. Juega como la niña que todavía es y mira al mundo con ojos ligeramente extranjeros. A veces duerme en una cama; otras, en el umbral de algunos de los infinitos edificios iguales, de los barrios iguales de la Pantin proletaria. Talía recorre la ciudad en metros y trenes, en bicicletas, motos y ponys robados. Corre por escaleras, estaciones, calles y veredas, y se siente como en casa: los problemas surgen cuando intenta asentarse en algún lado. La banda de niños de Hermanitos, de Jacques Doillon, pertenece a esas legiones de pobres que recurren al nomadismo urbano como estrategia de supervivencia. No conforman aún una mafia organizada, como los chicos mayores, los dueños del barrio. Están en una zona intermedia en la que tanto pueden jugar al gallito ciego, soñar con casarse de blanco y vivir enamorados, como desear ser a través del crimen. Y de heredar y legar, como destino inexorable, esa existencia prontuariada.

lunes, 22 de febrero de 2010

Cine / Los hombres que no amaban a las mujeres

Sonrían, los estuvimos observando


La mirada de Harriet lleva literalmente a los investigadores -el periodista y la hacker- a develar el misterio de su desaparición hace 40 años. La chica mira hacia un lado en las fotos que le tomó un periódico local durante un desfile, y allí está su presunto asesino. El resto es tecnología, o el buen uso de ella. O, mejor dicho, todo el misterio de la película reside, en realidad, en cómo usar esa tecnología de control de cuerpos, propia de la modernidad, para dar con el cazador. Fotos de archivo, periódicos, balances, buenos programas de computación y, por supuesto, un par de inteligencias deductivas, y listo. Crimen resuelto. No sólo se trata de seguir las pistas y las huellas, eso sería demasiado convencional. Ni siquiera de quién es el asesino (el film no se detiene en la lista de sospechosos): se trata de una aplicación inteligente de esa tecnología que permite saber dónde se estuvo, a qué hora y a quién se miró, aunque hubieran pasado 40 años. Y si en 1966 no había los recursos de ahora, no importa. La técnica actúa con retroactividad, interfiere con procedimientos actuales el pasado, positiviza sus zonas grises y demuestra que la vigilancia empezó hace rato. Que, en realidad, no hay sombras posibles en ninguna biografía cuando se va tras ella. Mientras se mire, hay posibilidades ilimitadas. Por eso, la confesión final acerca de la expresión de las víctimas y el efímero triunfo del asesino. Efímero, porque esa mirada no se interrumpe ni siquiera con la muerte. Solo cambia de observador.

viernes, 12 de febrero de 2010

TV / Desperate Housewives

La tranquilidad del suburbio

Indudablemente, las chicas están más buenas. Ya desde la temporada pasada se notó un cambio en la actitud de las protagonistas: el fin siempre justifica los medios pero estos se fueron volviendo cada vez más inocuos. La maldad, en cambio, viene ahora de afuera. El nuevo vecino es el que pone en peligro al tranquilo vecindario de Wisteria Lane, ya sea porque busca venganza o porque está huyendo de la justicia por un crimen que sí cometió. Ellas ya no matan a sus maridos, ni los ayudan a morir; si son infieles es porque el matrimonio se ha vuelto un infierno y no por gusto o aburrimiento. En fin, un peligroso acercamiento a zonas más luminosas de la moral y las buenas costumbres. Aunque hay reaseguro contra el síndrome de la heroína buena: Gabrielle, en el fondo, sigue tan caprichosa e inmoral como siempre; Bree manipula para vivir y Susan se mantiene infantil y atolondrada pese a todas las penurias padecidas. Lynette solo está dispuesta a matar si le tocan a sus hijos y los trastornos psiquiátricos de Katherine la liberan de culpa (pero, lamentablemente, también de atractivo). La acción, el suspenso, la intriga, el horror, el humor y la (buena) ficción eterna siempre presentes en esta serie excepcional.

jueves, 11 de febrero de 2010

Cine / Avatar

Que se apele al lugar común, a lo que pertenece de alguna forma a la memoria colectiva (la conquista de América, las invasiones norteamericanas, la voracidad de las grandes corporaciones, las ambivalencias de la técnica, el choque de civilizaciones, etc.) como una forma de economía comunicacional, no es lo peor que tiene Avatar. Tampoco ese afán de ser un reparador, con música épica de fondo, de todos los desquicios de la vida real, pasados, presentes y futuros. Lo que en principio resulta insoportable es esa seguidilla de recetas probadas y taquilleras, encadenadas durante tres horas, que parece corresponderse con el mecanismo de cortar y copiar que se suele hacer cuando hay pereza mental o deseos de éxito rápido. Sin embargo, la pregunta que surge es ¿qué efectos acarrea, aparte de llenar taquillas, un filme como Avatar? Coincidiendo con Henry James cuando se refiere a la literatura, la mala ciencia ficción atenta directamente contra la buena. Allien, o Sé lo que hicieron el verano pasado, por ejemplo, no constituyen peligro alguno para esa capacidad revulsiva que tiene el terror. Pero esta mezcolanza presuntuosa y deglutida hasta el hartazgo desactiva cualquier dimensión crítica del género, fundada en aquellos cuestionamientos sobre el espacio, el tiempo y la técnica que comparte con la Filosofía . Los actores de carne y hueso, la híper actualidad de las intenciones imperiales con sus mercenarios de turno y hasta la perversa imagen del héroe con capacidades diferentes, alambran el universo de lo pensable en el único duelo posible de malos contra buenos, con desertores, salvadores y redenciones. No hay posibilidad alguna de fisura porque la forma es siempre la misma, camuflada ahora tras el despliegue visual. Lo verdaderamente reaccionario de Avatar es, paradójicamente, su nula capacidad estética, la inexistencia de ese umbral al que nos convoca todo film (bueno) de ciencia ficción cuando nos obliga a replantearnos sobre nuestra existencia y sobre nuestras propias posibilidades de autoconciencia.
Más notas sobre Cine de Ciencia Ficción

miércoles, 27 de enero de 2010

Notas sobre la actualidad

El problema de la actualidad

El problema evidente que tiene el análisis de la actualidad es precisamente su cercanía con el presente, la imposibilidad de la distancia, el peligro de perderse en construcciones efímeras por esta falta de espacio. Es entonces temporal y espacial. La mirada crítica difícilmente pueda evadir la vista hacia atrás para comprenderla. Sí, en cambio, para solamente consumirla. La noticia de actualidad es taquillera como pocas precisamente porque la mayoría de la gente no puede hacer este distanciamiento y necesita explicaciones rápidas y efectivas. Y sobre todo, funcionales. Es decir, que resistan el análisis sin naufragar y expliquen el mundo por unos minutos. Así, surge toda una industria de interpretaciones, comentarios, opiniones autorizadas, análisis, producciones editoriales y demás que duran lo que un diario, un click del mouse o un zapping. Develar de nuevo este mecanismo de construcción continua, como lo hizo Arlt con su propia época y con sus propios medios (con los que a la vez él mismo se volvió eternamente actual), es el desafío hasta ahora vacante en el mundo intelectual. Transformar a la actualidad en un mecanismo de lectura y de acceso a la realidad y alejarla de su carácter de producto siempre redituable, y sobre todo de colonizador de miradas y voluntades, pareciera ser tarea de otras épocas. Lamentablemente pasadas.

viernes, 22 de enero de 2010

Geselinas 2010 / Mar abierto

El banquete

La habré visto alrededor de seis veces. Tal vez por mi adicción al género de terror -adicción que me ha llevado a films inconfesables. Pero sin embargo, hay algo más. Mar abierto no sólo es aterradora por los motivos obvios, los tiburones, el olvido de los turistas en medio del mar, la desesperación radiografiada en tiempo y espacio reales, etc. Lo que resulta realmente aterrador es ver cómo la naturaleza prepara, paciente y casi sincronizadamente, su propio banquete. Allí no hay catástrofe alguna, ni psicópatas ni monstruos ni accidentes. A lo sumo un contratiempo que ubica al hombre en el rol de presa, servido en bandeja. Un banquete que se degusta con fondo de cantos corales, casi angelicales, paisajes paradisíacos y rutinas establecidas de ocio programado y placer garantizado. Nada de tiburones asesinos ni transformados genéticamente: a lo sumo, hambrientos. Como cualquier ser vivo a la hora de la cena y después de estar el día entero en el mar.

martes, 12 de enero de 2010

NOVEDADES EDITORIALES

Diccionario GeográficoToponímico de Misiones
MIGUEL ANGEL STEFAÑUK
Contratiempo Ediciones
Serie Geografía e Historia
ISBN 978-987-24226-4-6
844 págs./ 1° Edición
Auspiciado por: EBY (Entidad Binacional Yacyretá)