martes, 31 de marzo de 2009

Apuntes (8) / La utopía

La llegada a Nueva Germania
(Primera Parte)

Detenemos el auto frente a la comisaría; tres policías, con las sillas recostadas contra la pared, nos miran.
- Buscamos a la Sra. García, venimos a conocer el Museo.
- Es por allá –nos dicen, y señalan la ruta por donde entramos al pueblo.
Golpeamos las palmas de las manos frente a cada finca (antigua señal de llamada en el Paraguay que no conoce de timbres y tampoco de puertas cerradas con llave). No sale nadie. Es cerca del mediodía, el calor es húmedo, pegajoso. Casas, jardines selváticos y caminos de tierra: ésa es nuestra primera imagen de Nueva Germania. Aparece de la nada una nena que nos asegura que no es García. Es pequeña y tiene el color de la tierra. Volvemos a la comisaría. Desde allí llaman a no sabemos quién y por fin tenemos el dato.
- La Señora García vive cerca del Hospital.
El hospital queda en dirección contraria a nuestra primera búsqueda. Hacia allí vamos; el auto lucha contra el barro y el mal empedrado. Se queda atascado, sale victorioso, encontramos el Hospital y la casa de los García. Nos recibe Andrea, una adolescente bella, inteligente y lúcida. La chica pertenece al cuerpo de ballet de la colonia y forma parte de la agrupación juvenil que se encarga de mantener la memoria del pueblo. Andrea será nuestra guía durante las casi tres horas que permanecemos en Nueva Germania. Y la responsable de que pudiéramos acceder al Museo: su madre viajó a Asunción y le dejó la llave a una de sus profesoras. La joven entonces nos acompaña hasta una finca cercana, llama por celular a la mujer que se encuentra en otro pueblo y le pide que traiga la preciada llave: “Profe, hay unos investigadores que vinieron de la Argentina que quieren conocer el Museo”, le dice. La profesora, una mujer alemana que enseña guaraní en la única escuela primaria de la colonia, viene al cabo de un rato. En la espera, nos dedicamos a recorrer el pueblo. Hay algo de violencia en la vegetación que rodea las casas y crece al costado de los caminos, como si la arquitectura hubiera entablado una lucha sin tregua contra la selva. Violencia de la naturaleza pero también del tiempo: se respira cierto aire fantasmal, alimentado por el silencio, la ausencia (no hay nadie por ningún lado) y el deterioro. Pero sobre todo, por la imposibilidad: con el presente abolido, Nueva Germania es el retrato de lo que no fue y parece habitar ese tiempo. Algo de eso hablamos con Andrea cuando un rato después nos acompaña al Museo.

sábado, 28 de marzo de 2009

Apuntes (7) / El norte

El Mariscal se detuvo en Santaní
San Estanislao, o Santaní, es una ciudad ubicada a 150 km. al norte de Asunción. Fue fundada como Reducción Jesuita en 1749 (el nombre se debe a San Estanislao de Kostka, jesuita polaco). En agosto de1869 el que fuera Colegio y vivienda de los sacerdotes se convierte en cuartel del Mariscal López y Santaní en capital transitoria de la República. López se dirige con su tropa a Cerro Corá y se instala, por una semana, en ese pueblo a orillas del arroyo Tapiracuá. Las reliquias de la breve estadía se exponen casi al alcance de la mano en el Museo "Ex Cuartel", las dependencias evocan la vida cotidiana del Mariscal, cama y vajilla de higiene incluidas, y uno tiene la sensación de estar invadiendo la intimidad del que fuera el gran héroe de la infancia (Héroe devenido figura conflictiva a raíz de las múltiples lecturas y revisiones que se hicieron de él, y de toda la historia del Paraguay, tras la caída del stronissmo). Una intimidad, por otro lado, poblada de sangre e intrigas hasta el final: durante esa semana de agosto del 69, nada más, manda fusilar a cerca de cien hombres de su tropa por sospechas de conspiración. La construcción sólida y austera del Museo, con muros de piedra y vigas de madera, cuenta con una galería (construcción típica en Paraguay por motivos climáticos) que se abre al follaje exuberante de la ciudad. Santaní es un pueblo bello y próspero enclavado en San Pedro, uno de los departamentos más pobres del Paraguay, convertido en centro de irradiación desde hace varios años de las más virulentas protestas campesinas en reclamo de la postergada reforma agraria y donde el actual Presidente Lugo ejerció su obispado. Dejamos Santaní al mediodía -los ecos de la Triple Alianza nos resuenan todavía, se mezclan los relatos heroicos y los escenarios monumentales imaginados en la infancia con esta realidad austera, casi monacal, donde López resiste los últimos meses. Pensamos en rastrear esas huellas de la Gran Guerra, que perviven, ya lo experimentamos en Asunción, más allá de museos y libros de historia. Nos dirigimos al norte, a la misteriosa Nueva Germania. Nos previenen sobre rebeliones y cortes de ruta. Pero todo el trayecto, hasta ahora, fue muy tranquilo.

jueves, 12 de marzo de 2009

Apuntes (6) / Los riesgos

El espacio recordado
En este viaje (a Paraguay) voy a retornar a ciertos lugares que para mí tienen una identidad definida, construida por la experiencia pasada y sostenida por el recuerdo. He vuelto varias veces a ellos pero nunca pude fijar sus sucesivas fisonomías, aquella identidad se impone por sobre cualquier transformación en el tiempo. La memoria borra estos cambios, por no ser relevantes, y defiende algo que al parecer considera fundacional. O estructurante. Pero ahora el objetivo cambió. La despreocupación de los otros retornos (la vuelta a casa, la suspensión del tiempo) se enfrenta al necesario distanciamiento frente a la tarea de la escritura. Tengo que, de alguna forma, extrañar al tiempo de la infancia, a sus lugares, a las identidades construidas y solidificadas en el recuerdo.
Extrañarlos para recuperarlos; desmantelarlos para indagar sus materialidades, sus relaciones, sus tensiones, sus campos de vecindad. Aún a riesgo de perderlos.

sábado, 7 de marzo de 2009

Apuntes (5) / Biografías

La escritura de la vida
Escribir la biografía de un pueblo a través de la propia es una alternativa para acercarse al pasado. La cuestión es que, como sujetos modernos, con mucha frecuencia la biografía personal implica a varios pueblos, no sólo por el nomadismo propio sino también por el de nuestros abuelos. La escritura de la vida se desparrama en territorios, lenguas y costumbres, para fijarse, precariamente, en el espacio donde nacemos y nos criamos, es decir, donde adquirimos los primeros modos de relación con la realidad, la cultura y la lengua materna. Indagar en los elementos fundantes de ese espacio y de ese tiempo es indagar también en esa escritura de vida colectiva, como es la historia de un pueblo -ese que me construyó en un pasado que ahora, como inevitablemente ocurre con cualquier pasado, se torna un problema.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Apuntes para el próximo libro

La literatura como problema
Escribir implica que existe un problema y la escritura se propone como un espacio de reflexión sobre el mismo. La literatura, en este caso, funciona como una forma de conocimiento, una superficie de exploración, de tanteo, un merodeo alrededor de un núcleo conflictivo. Algo en el lenguaje literario, en sus mecanismos y desplazamientos, lo vuelve preferible sobre los otros discursos, no literarios, algo que tiene más que ver con la naturaleza del problema que con las intenciones del escritor.
Cuando la literatura abandona este uso reflexivo, se vuelve ejercicio de imaginación, terreno para fantasías taquilleras, ingenio, demostración de saberes o cualquiera de las variables de casi toda la literatura contemporánea.

domingo, 1 de marzo de 2009

Ejercicios de verano (18) / CINE

Frost vs. Nixon: el periodismo emocional

Durante casi todo el tiempo que duran las entrevistas, Frost parece desconcertado, como si sintiera en carne propia la diferencia abismal que lo separa de su contrincante. Entreabre los labios, amaga con hablar, a ratos parece aturdido. Enfrente tiene nada menos que a Níxon dando cátedra, cómodo, soberbio, revirtiendo a su favor cada una de las preguntas. Seguro de sí mismo, un ídolo caído que no acepta la realidad y se sigue sintiendo omnipotente. Manipulador, miserable por lo bajo, un hipócrita frente a las cámaras. Pero Goliat tiene un lado débil que se lo sirve en bandeja a David para que le aseste el hondazo demoledor. Entonces comienza la caída, lenta, tortuosa, la imagen en primer plano de las transformaciones del rostro, la anhelada confesión que parece surgir de algún sitio remoto de la estructura psíquica del ex presidente, un sitio hasta entonces inexpugnable que viene a ser tomado por asalto por ese presentador televisivo, frívolo y oportunista. “Si lo hace el Presidente de los EEUU es legal”, o algo así, afirma el ya nervioso entrevistado y la estupefacción de Frost, el silencio incrédulo de la sala de grabación, la impotencia de sus asesores: bienvenidos a la corrupción legitimada. Un país, un mundo boquiabierto, es lo que celebran al final periodista y colaboradores. Y, por qué no, un nuevo periodismo, más emocional, de éxito seguro, para un público que ama las ficciones épicas (Michael Sheen recuerda un poco a Dustin Hoffman, se posesiona del papel de tal forma que lo hace mejor que si lo hubiera interpretado el mismo Frost). Nixon se retira, abatido, consciente de que lo venció un rival muy por debajo de su capacidad intelectual (tal vez esa sea la parte más dolorosa de su derrota). Y en su retiro, en el andar lento de viejo arrasado por el tiempo, hay algo de Hitler en La caída y de de Don Corleone en sus últimos momentos, jugando a las escondidas con su nieto en la bellísima finca italiana. Poderosos, superhombres, a los que les llegó la hora, como al resto de los mortales.