Villa Gesell: ¿Crónica
de una muerte anunciada?
Una patota, muy bien dotada físicamente puesto que practica un deporte
de contacto y de alto riesgo, se ensaña hasta la muerte con un joven. Ocurre en
una ciudad balnearia donde, casualmente, no existe infraestructura de
vigilancia y control con la que sí cuentan sus prestigiosas vecinas. En Villa
Gesell no hay grandes teatros ni casinos, apenas un par de cines. La movida
suele estar orientada hacia jóvenes que precisamente huyen de estas estructuras
digitadas por las grandes corporaciones del entretenimiento (donde tienen
crucial influencia las comunicacionales) para inventarse nuevas formas del
disfrute estival sin pagar peaje, y alejados de sus familias (algo así como los
nietos de aquellos hippies sesentosos que entonces paraban ahí). Abundan las
fiestas en la playa, el alcohol desde temprano y el deseo de la diferencia.
Nada de lo anterior justifica el argumento de "ciudad descontrolada"
con la que se la pretende estigmatizar ya desde hace varios años. Estigma que
lleva, claro está, el sello de territorio no sujeto a aquellas poderosas
inversiones con el fin de constituir centros de placer, ocio, consumo y
negocios no siempre legales ligados al taquillero verano. Para estos capitales,
Gesell es un desperdicio de kilómetros de bellísimas playas convocantes de ese
público tan codiciado como esquivo, como es el joven. Tomemos por ejemplo el
caso de Las Vegas, la “ciudad del pecado” implantada en pleno desierto de
Nevada. Allí se puede andar tranquilamente por la calle con una bebida
alcohólica, de vistosos colores y en sofisticados recipientes, a cualquier hora del día;
donde se suceden a todo lo largo de Las Vegas Boulevard, su arteria principal, suntuosos
hoteles-casinos, teatros, boliches, espectáculos, shows, shoppings y por
supuesto, una variada oferta prostibularia. Juego, alcohol 24 hs, consumo y multitudes
de turistas de todas las edades y nacionalidades, diversión garantizada. Claro
está que Las Vegas está rigurosamente vigilada para que no exista descontrol
alguno, lo que sería devastador para los millones de dólares que circulan
ininterrumpidamente, de día y de noche. Cuando a una ciudad que podría reportar
jugosos dividendos se la empieza a demonizar, siempre habría que preguntarse qué
sigue después. Lamentablemente suelen sobrevenir medidas
"higiénicas". Es decir, la preparación del terreno para que
desembarquen esos capitales ávidos de enseñorearse sobre cada territorio
potencialmente redituable que todavía no conquistaron. Así opera el capitalismo.
Y los medios de comunicación son sus principales aliados.
Habría que preguntarse también, más allá de los autores materiales de
este asesinato, ¿dónde está la responsabilidad de la Provincia de Buenos Aires
en cuanto a privilegiar zonas y dejar otras libradas a su suerte, aun
conociendo el cóctel explosivo que anualmente se prepara en ellas?