miércoles, 13 de marzo de 2013

TELEVISIÓN / THE FOLLOWING

















The following: los opuestos complementarios
Si el carisma de Joe Carroll resultara ser tan efectivo como parece, la ciudad muy pronto estará regada de cadáveres, de ríos de sangre que, a su manera, replicarían la transversalidad de las modernas formas de comunicación. Con la inteligencia fuera de lo normal que caracteriza a todo buen psicópata, Carroll no hace más que utilizar la metodología de reclutamiento y adhesión de las actuales redes sociales, detectando, como ellas, las carencias y las debilidades de los seres humanos y organizándolas para sus fines. Mientras en el mundo real provocan revoluciones y multitudinarias fiestas de almohadas (y clientes-mercancías también replicados al infinito), en The following están al servicio de un mal bastante particular. Un mal que necesita volverse ficción para resultar creíble. La literatura surge entonces como único medio de legitimación (el asesino organiza los crímenes en función de los futuros capítulos de la secuela del libro del ex agente Ryan Hardy), constituyendo junto con la realidad el primer opuesto complementario a la manera del venerado Poe. La simultaneidad de aquellas redes, a la vez, se espeja en el mecanismo de la ficción de la serie, que mezcla los tiempos y los ubica en el mismo plano. El pasado es el sostén del presente pero también su contemporáneo. O, lo que es lo mismo, nada entró en el pasado. Todo está sucediendo en un eterno ahora. En este juego de entradas y salidas, del tiempo, las acciones, los personajes y sus estrategias, está, sí, la belleza de Poe ligada a la muerte como objetivo fundamental, pero también su Eureka. Esas partículas que se tensionan, se atraen y se repelen, salvan y condenan, que buscan lo uno y lo múltiple, sostendrán el relato y lo volverán, otra vez, literalmente impredecible. Esperemos que no sean su perdición.