The following: los opuestos complementarios
Si el carisma de Joe Carroll resultara ser tan efectivo como
parece, la ciudad muy pronto estará regada de cadáveres, de ríos de sangre que,
a su manera, replicarían la transversalidad de las modernas formas de
comunicación. Con la inteligencia fuera de lo normal que caracteriza a todo buen
psicópata, Carroll no hace más que utilizar la metodología de reclutamiento y
adhesión de las actuales redes sociales, detectando, como ellas, las carencias
y las debilidades de los seres humanos y organizándolas para sus fines. Mientras
en el mundo real provocan revoluciones y multitudinarias fiestas de almohadas
(y clientes-mercancías también replicados al infinito), en The following están
al servicio de un mal bastante particular. Un mal que necesita volverse ficción para resultar creíble. La literatura
surge entonces como único medio de legitimación (el asesino organiza los
crímenes en función de los futuros capítulos de la secuela del libro del ex
agente Ryan Hardy), constituyendo junto con la realidad el primer opuesto complementario a la manera
del venerado Poe. La simultaneidad de aquellas redes, a la vez, se espeja en el
mecanismo de la ficción de la serie, que mezcla los tiempos y los ubica en el
mismo plano. El pasado es el sostén del presente pero
también su contemporáneo. O, lo que es lo mismo, nada entró en el pasado. Todo está
sucediendo en un eterno ahora. En este juego de entradas y salidas, del tiempo,
las acciones, los personajes y sus estrategias, está, sí, la belleza de Poe
ligada a la muerte como objetivo fundamental, pero también su Eureka. Esas partículas que se tensionan, se atraen y se repelen, salvan y condenan, que buscan lo uno y lo múltiple, sostendrán
el relato y lo volverán, otra vez, literalmente impredecible. Esperemos que no sean su perdición.