La infancia de los otros
“Oíamos el silbido de las balas y nos quedábamos con la tía encerradas en casa, muertas de miedo”, me contaba mamá sobre aquella época. Ella rondaba los diez años; papá militaba en las filas del movimiento febrerista. Con la derrota del 47 en la guerra civil contra Morínigo, vino la cárcel, el exilio en Córdoba, el retorno, el ostracismo. El silencio en el que caería toda la intelectualidad desencantada y que presagiaba otro, mortal y eterno, que se avecinaba. La tierra es de quien la trabaja, decía Stroessner y se abrazaba al campesinado que lo amaba. Era el líder, el hombre fuerte, el que venía a poner orden a ese Paraguay que dilapidaba sangre, presidentes y exiliados brillantes, con la prestigiosa reforma agraria a cuestas. Fue la figura de nuestra infancia y adolescencia: omnipresente, estaba hasta cuando no se hablaba de él. Cosa muy frecuente, porque en realidad casi nadie hablaba de él, a lo sumo se murmuraba en voz baja, en un diálogo infractor que se sabía culpable y condenado de antemano...Al texto completo
Fragmento de libro inédito (en construcción)