Valle de pasiones
Un equipo de
fútbol es como un moderno ejército de guerreros que busca vencer al enemigo de
turno para conquistar una meta y plantar una bandera. Los fieles seguidores le
exigirán lo que se espera de cualquier ejército: voluntad de poder, deseos de
gloria, esfuerzo y victorias. Y, por supuesto, un par de héroes conductores a
quienes idolatrar y a quienes defenestrar luego, cuando las condiciones así lo
requieran ....
Por sus manifestaciones concretas, la pasión futbolera es,
tal vez, una de las expresiones más visibles del deseo. El ritual que implica
un encuentro de fútbol -un horario definido, un día en particular, las horas
previas, etc.- hace de esta espera una forma de adicción y origina dos tipos de
seguidores bien diferenciados. Por un lado, el hincha 'respetable', que va a la
platea, sufre civilizadamente frente a un televisor, comenta el partido al día
siguiente entre los amigos y compañeros de trabajo, es la cara 'sana' del deporte.
Es el destinatario y a la vez el soporte legal de la estructura. Por el otro,
el "barra brava", la parte maldita de la sociedad, es el elemento que
supuestamente traslada su condición de marginal a dicha estructura para
desestabilizarla. Esta división en la forma de vivir un partido origina un
doble movimiento: mientras que el hincha saludable logra excluirse del tiempo
cronológico que lo aletarga, el "barra brava", que vive excluido las
22 horas restantes de su vida, logra una efímera inclusión en el momento en que
da rienda suelta a sus instintos. El instante mágico que acontece en la cancha
rompe tanto el tiempo que agobia como el que excluye, e integra a excluidos y
agobiados en una continuidad ajena a cualquier medida, espacio o cálculo, en
una especie de tiempo mítico. Por otro lado, si el "barra brava"
manifiesta su fanatismo de una forma mucho más violenta y agresiva que el otro,
se debe a que lo que está en juego en ambos casos es muy diferente. Mientras
que para el hincha tranquilo, el éxtasis futbolístico es una alternativa más
para salir de su realidad, para el primero es una cuestión de identidad. En ese
instante, el barra brava es.
(Fragmento Nota Editorial Revista Contratiempo / Junio 2002)