Lapa al atardecer
Foco de
alta intensidad en Río de Janeiro. Cuentan que fue el centro de la bohemia
carioca de los años 50, y un poco
antes de reconocidos bandoleros, frecuentadores de sus tabernas y cabarets. Que después vino el declive y ahora la resurrección.
La gente empieza a llegar cerca de las 7 de la tarde, anochece a las 5, y para
las 10, veredas, locales y calles están atestados. Hay algo de fantasmagórico en esos recovecos coloridos, retorcidos,
medio derruidos a veces, no sé si es por el crepúsculo (me estoy quedando sin
luz y mi vieja Nikon no responde muy bien en estos casos) o porque todavía tengo en la cabeza la rara
sensación del viaje en avión. O porque estamos en el corazón ancestral de Río de Janeiro, que respira por aquellos huecos
que le sustrae al turista y que retorna ese aliento en forma de rituales
festivos. Embriagados. En calles que a ratos recuerdan también a aquellas malevas del Palermo de Borges.
Fotos: Zenda Liendivit / Mayo 2015