ARGENTINA 6 - PARAGUAY 1
La imposibilidad de la historia
Siempre genera sospecha cuando un equipo que posee cierta
tradición futbolística cae derrotado por una gran diferencia de goles: no es lo
mismo golear a Paraguay o a Brasil que a Arabia Saudita. Para el seguidor, el
resultado no es todo. Quiere heroísmo, quiere hazaña, quiere, por transferencia,
sentirse un triunfador. Pero cuando se gana con esa facilidad, la cuestión se
torna, por lo menos, un poco más confusa. Basta con observar el festejo de los
primeros goles, de cualquier goleada, y compararlos con los últimos: algo
empieza a no cerrar, una rara mezcla de insatisfacción apenas disimulada nubla
el festejo incluso de los más fanáticos: ¿Quién, en realidad, es el que está enfrente? Bien,
la desilusión y la insatisfacción provienen de descubrir que, en esas goleadas
extrañas, enfrente no hay nadie. O mejo dicho: hubo alguien pero se retiró y dejó el camino
libre. Los motivos de este retiro pueden ser tan diversos como compleja es el alma
humana. Sin embargo, en negocios tan corruptos como el futbol, esa ausencia podría
ser la secreta venganza del que sabe que tiene que morir pero no desea
concederle a su vencedor la gloria de una hazaña: se sustrae como enemigo y
entrega apenas los puntos. Recordar la goleada de Alemania a Brasil por 7 a 1 y
compararla con la pobrísima inauguración de un Mundial que desde el vamos ya se sabía olvidable. Recordemos también:
para hacer historia siempre serán necesarios por los menos dos contendientes cuya valía determinará el énfasis de la victoria conquistada.