En el nombre del hijo
Dos niñas desaparecen en cuestión de segundos. Un padre está dispuesto a mover montañas o desmantelar
un pueblo, descender al infierno y negociar con el mismo diablo. La tierra se convierte de golpe en territorio devastado
y liberado. Ya no hay lenguaje posible ni representaciones. Ya no hay iguales
ni humanos, ni reglas ni leyes: hubo una monstruosidad y hay un monstruo para
enfrentarla, dispuesto a aquel desmantelamiento territorial y lingüístico. Films
como "La sospecha" (o también "El sustituto") nos ponen a prueba. O en contacto. Aquí
Hollywood no es pedagógico ni justificativo, ninguna lectura entre líneas de
permisos libertadores o justicieros. Aquí el terror actúa como espejo secreto,
tal vez hasta mordaz, de ese umbral y su cercanía al mundo legislado. Umbral que
a veces se sitúa a apenas unos (atroces) metros de distancia de nuestra propia puerta
de calle.