Sobre una calle de tierra, camino a la iglesia y al lado del colegio Bernardino Caballero, se levanta el “Museo Multicultural de Nueva Germania. Memorias: cultura y futuros solidarios”. El sitio denota cierto abandono, como si hubiera tenido un momento de esplendor y ahora sobreviviera bajo el polvo, la oscuridad y el silencio. Andrea explica que los jóvenes que lo mantenían activo se fueron de la Colonia a otros puntos del país para seguir la Universidad. Que ahora está descuidado pero que, por épocas, viene gente de Asunción y de otras partes del mundo interesada en la historia del lugar. Muchos estudiosos, miembros de organismos no gubernamentales, también periodistas y escritores. Andrea habla de Nietzsche, de su hermana y su marido. A ella le dice por el nombre completo. A él, lo trata de Bernardo. No hay, sin embargo, en esta familiaridad atisbos de soberbia –ningún parecido con los que se refieren al hermano como Friedrich y analizan su obra. La chica es demasiado joven para ese tipo de pedanterías verbales. Suena más bien como si se estuviera refiriendo a un familiar lejano. Un excéntrico antepasado responsable de que hoy todos estuvieran allí. "No se acostumbraba al calor, ni a los ritmos de trabajo, lo ponían mal los insectos de la zona”, comenta con una sonrisa comprensiva. Retratos del matrimonio y escenas de la vida cotidiana cuelgan de los paneles, junto a carteles explicativos de la fundación. Un ejemplar desvencijado del periódico, fechado en 1887, que editaba la Colonia en alemán, yace justo bajo la ventana; sobre una de las paredes laterales se recuesta una biblioteca con algunos libros antiguos, todos en alemán. Los objetos que componen el museo fueron donados por los descendientes de los primeros colonos, hay artefactos de radio, botellas de cerveza, sillas de montar y hasta una caja registradora. Pero la agrupación juvenil que trabaja en el rescate de esa memoria –entre ellos Arnold, hermano de Andrea, que hoy estudia Derecho en Asunción- no se detiene en los principios que llevaron a Fôrster a crear Nueva Germania, sino en la Nueva Germania que se fundó a raíz del fracaso de aquél. La utopía de Fôrster-Nietzsche resultó al final exactamente en su contrario: las familias alemanas que llegaron con el matrimonio así como sus descendientes se integraron totalmente al contexto, se fundieron con esa naturaleza que prácticamente llevó al suicidio al ideólogo y desarrollaron estrategias de mejoramiento de la yerba mate, principal sustento de la zona. Sin embargo, un halo maldito sobrevuela el pueblo, alimentado por los mitos, cierta superchería pero sobre todo, por el oportunismo y la ignorancia. "A mi hermano le cayó muy mal un escritor inglés que estuvo hace un tiempo investigando. Lo vio en cierta ocasión levantando los retratos de Elizabeth y de Bernardo, vivando sus nombres, le pareció un fanático...". La chica me mira y nos deja que terminemos la idea. "¿Propaganda nazi?", preguntamos. "¡Exactamente!", dice ella y se le oscurece la mirada. "Nada de eso, a nosotros no nos interesa nada de eso. Pero aquí viene todo tipo de gente", remata. Al abandonar el museo, la chica nos señala una casa, muy próxima, donde vive el alemán más antiguo de la colonia. "Él sabe mucho, pero ya está muy viejo", dice con cierta resignación.
Abandonamos Nueva Germania con la impresión de que vamos a volver.
Abandonamos Nueva Germania con la impresión de que vamos a volver.