jueves, 28 de febrero de 2019

A MANERA DE PRÓLOGO DEL NUEVO LIBRO (EN CORRECCIÓN)

Adelanto del próximo libro

Muchas veces hemos pensado que frente a tanto sufrimiento, tanta indigencia y desolación, aniquilación inexorable que provoca el capitalismo en vastas regiones del planeta, la respuesta de las poblaciones suele ser desnutrida. O por resignación como forma de destino que acarrea complacencia con el verdugo; o por una mala tirada de dados que mientras decide abundancia en la cara de arriba, deja en la intemperie a la de abajo. La repetición del ciclo abundancia-descalabro, siempre a la par de despojos irrecuperables, que suele azotar a regiones como la nuestra, ratifica esta espera y esta aceptación. Pero el tiempo del hombre es el presente. El pasado se convirtió en mito, en ficción inestable apropiada por quien temporalmente posee la voz para narrarla;  y del futuro no se tienen demasiadas noticias confiables: abundan los quirománticos y pronosticadores, muchas veces con acreditaciones colgadas del cuello y delegados de un saber anticipatorio, clausurado para las mayorías. Entonces, con ese hoy devastado, o monopolizado por una feliz aniquilación, la respuesta al interrogante inicial habría que buscarla en otros sitios. Si a mediados del siglo XIX, el burgués acumulaba para el futuro, y suspendía ese instante que amaba Baudelaire por ser el único que poseía la intensidad vital contra el cálculo, la especulación y la espera, el panorama actual está lejos de aquellas expectativas y lejos también de intensidades vitales y creativas. Incertidumbre es la palabra que cruza el horizonte, se instala y formatea vidas y conciencias, crea atmósferas de tránsito y sume al hombre moderno en un estado de deudor eterno con un presente que se le presenta a veces como obsequio, a veces como fatalidad. Pero jamás como espacio posible de libertad.
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