martes, 27 de diciembre de 2016

2017

2017

Ya fuimos anticipando en estos últimos días que habrá cambios en Contratiempo. Fueron años de intenso trabajo, intelectual, docente, editorial, periodístico. Hermosos y trágicos 16 años en los que el mundo cambió a velocidades impensadas: empezamos en un caótico noviembre de 2000, que ya avecinaba el derrumbe del año siguiente, y llegamos hasta hoy. Se nos fueron para siempre amigos entrañables; hubo catástrofes de las que aún quedan heridas sangrantes; gobiernos que nos empobrecieron culturalmente o que dejaron en la calle, de un día para otro, a miles de trabajadores. Esto sin contar el panorama mundial, donde hubo un inexorable avance de fascismos en diferentes formatos y con inesperados aliados. Pero también hubo instantes maravillosos, de creación, de pensamiento, de diálogo. Publicamos siete números digitales, 4 números impresos, incontables libros; publicamos "Morticia", nuestro periódico de actualidad y cultura de existencia efímera, surgido en aquel también desastroso 2008. Hubo cursos, jornadas, encuentros. Hubo afinidades y sensibilidades compartidas, algunos destellos de comunión. Hubo búsquedas incansables de nuevas atmósferas, alejadas de una realidad en la que, lo confesamos, nunca nos sentimos cómodos. Por eso nosotros nos volvimos incómodos. Allí está, y estuvo, la gran diferencia con el resto de la escena cultural argentina: la no conciliación, la independencia a ultranza, el espíritu díscolo, polémico siempre, sea quien fuera el poder de turno. Sobre todo, cuando en nombre del siempre prestigioso resguardo de la cultura intuíamos se agazapaban tropelías varias, negociados y clientelismos, una feroz instrumentalización de aquello que es constitutivo del espíritu y no de cálculos o intereses privados. Y principalmente, un trabajo de empobrecimiento que aspira siempre a un analfabetismo ilustrado a fin de sostener una chatura domesticable. Esta fue nuestra principal crítica a los doce años de un gobierno que se pretendía progresista. 
Etapa esta, decíamos, que se va cerrando. Vendrán nuevas formas, nuevos proyectos, nuevas ideas. A lo que difícilmente renunciaremos, Dios mediante, es a pensar y producir: es parte de nuestra biografía. O mejor dicho, de nuestro proceso vital. 
A todos los amigos, colaboradores, lectores, alumnos, instituciones, empresas y gente que pasaba por ahí, ¡nuestros mejores deseos para 2017! ¡Y muchas gracias por la imprescindible compañía!


(Foto: mural de una calle de San Telmo)