domingo, 15 de mayo de 2016

PASAJES

Pasajes

Comprender a través de un objeto, a veces minúsculo, la mecánica de una época: ese fue el proyecto inicial de Benjamin con los pasajes y la Modernidad. Que luego se amplió a París como capital del siglo XIX. Que es lo mismo que decir, capital de una ruptura y de una reorganización. De una nueva correlación de fuerzas que, por esa misma dinámica, se desplazaba a mayor velocidad que el tiempo de la propia escritura. Así como se vio obligado a cambiar el título de su libro "Pasajes", porque estos ya entraban en decadencia rápidamente, pronto también ese "palco en el cual se pondría en escena el drama de la modernidad", como dice Renato Ortíz, se desplazaría hacia otras geografías. Vendría Berlín, tal vez: allí el intento de Alfred Döblin y la Alexanderplatz como elemento urbanístico y a la vez, alegórico, de refundar el nuevo siglo que se inicia finalizada la Primera Guerra y que culminaría con la otra. Y luego, claro está, Nueva York, los rascacielos y Frampton que la declara capital del nuevo siglo XX. 
(Hace algunos años visité el Pasaje de los Panoramas en París: ¡qué desilusión! Me recordó a esas galerías venidas a menos de la década del 80 en Buenos Aires. Pero tal vez comprendí como nunca aquel desfasaje entre realidad y trabajo intelectual. Esa ilusa tarea del lenguaje)