lunes, 30 de mayo de 2016

NUEVA YORK - BUENOS AIRES

Nueva York – Buenos Aires

Calor agobiante a ratos en esta Nueva York invadida de turistas; los locales se marcharon, anticipando el veraneo y aprovechando el fin de semana largo: el lunes se conmemora el día de los caídos en guerra. Tiempo de museos: Moholy-Nagy en el bellísimo Guggenheim; una colección de la década del 60 en el MoMA y otra de “humanos interesantes” en el fronterizo Whitney. Siempre me admira lo implacable que pueden ser ciertos museos neoyorkinos. Una sostenida corriente de criticidad que suponemos trasciende el momento del encuentro con la obra (el tiempo de exposición) y se extiende a otros ámbitos. “Aquí hay círculos y grupos por fuera de las estructuras”, nos comentan. No caben dudas de que en NY estamos frente a un capitalismo activo, que genera efectos. Y esto no se refiere exclusivamente a la circulación de mercancías (cuya proliferación a ratos parece sepultar al mismo comprador); ni a la ciudad misma y su trabajadísimo espacio urbano, sino a las formas del mecanismo. O, mejor dicho, al concepto mismo de mecanismo y sus principales derivados, la especialización y la eficacia. El especialista que se ocupa del fragmento y se aleja de una descreída totalidad. Estas reflexiones surgen no solo al vivir la ciudad, (Nueva York no es Estados Unidos, según sus habitantes), sino los modos de la cultura. Los de ellos y los de nosotros. Una cultura altamente fragmentada, con sus propias reglas de investigación, selección y descarte, que a la vez se refleja en los otros ámbitos cotidianos. Vivimos sumergidos en discursos de especialistas “calificados”, críticos expertos de la actualidad, como si esas parcelas constituyeran la totalidad de la vida. ¿No será, entonces, que estamos reproduciendo este sistema (que repudiamos en voz alta y admiramos en voz baja), con el mismo mecanismo que lo vuelve tan eficaz y sobre todo, que desmantela sistemáticamente las otras posibilidades vitales? Esas que quedan fuera por “anomia” (término tan caro para los adoradores de tradiciones y estructuras), por esa peligrosa falta de forma que podría develar que, al fin y al cabo, las distancias son mucho más breves de lo que parecen.
(Foto: Exposición en el Museo Whitney / Zenda Liendivit, mayo 2016)