jueves, 19 de noviembre de 2015

NUEVA YORK: LOS MALOS Y LOS BUENOS













Nueva York, los malos y los buenos
Una semana antes de este viaje ingresé dos veces a la guardia del hospital: estrés y todo lo demás. El alejamiento sonaba entonces, y como efecto secundario del trabajo, beneficioso. Tal vez fuera así, pero ¿uno se aleja? ¡Qué problema éste de las distancias que dejaron de ser mensurables! Hasta el atentado en París, miraba a Nueva York desde las migraciones. Noté que había menos extranjeros que otras veces: alguien ensayó que se estaba gestando cierto disgusto hacia ellos con el avance de Trump. Ahora, después del último viernes, la empiezo a percibir blindada. Uniformados ostentando armas largas en lugares estratégicos. Pero el vértigo aquí no decae y siempre hay fronteras difusas. Es que NY  parece ella misma una de las mejores ficciones de Hollywood. Está pensada para el sobresalto, la tensión de la próxima escena, el próximo escenario, el efecto especial y la trama que se desplaza y captura. Ese desplazamiento esencial para que el mecanismo funcione. Ocupar posiciones. Moverse y mostrarse, pertenecer ya no solo a la Gran Manzana sino a determinados sectores que irán conformando rituales de verdad y de identidad. Ahora está en la mira. Pero, ¿alguna vez dejó de estarlo? “No viviremos con miedo ni van a intimidarnos”, decía hoy en los noticieros el Comisionado desde el Times Square. El mensaje era para todo el mundo. También, para ese que se alegra por lo bajo (y a veces no tanto) y disfruta más con la desgracia del otro que con cualquier logro propio.  Alegría del humillado generada, precisamente, por este perverso mecanismo de confusión de planos. Confundir la realidad (hombres, mujeres, niños que aman, odian, viven y que de golpe vuelan en pedazos) con la ficción (hay un malo, muy malo, que anda dominando y sometiendo al pobre y que se merece el destino sangriento en su propia casa) es una estupidez nada inocente. Suele ser la otra cara del “algo habrán hecho”, que tan bien conocemos. Ese pensamiento policial y tribunalicio que sale a flote ni bien encuentra una posibilidad y que es reclutado, como mano de obra demasiado barata y obediente, bajo el también perverso sello de la política. Estoy alojada a unos metros del Times Square; me muevo en el metro y también frecuento en estos días calles, museos y demás íconos odiados por “todo el mundo”. He tomado varios aviones y todavía faltan. No sé si me espera la paz o el espanto. Algo habremos hecho. Tal vez, no creer tanto en las ficciones armadas por otros. Para eso, basta y sobra con los maravillosos Broadway y Hollywood.





Fotos: Zenda Liendivit (Noviembre 2015)