lunes, 5 de enero de 2015

FITZGERALD / EJERCICIOS DE DEMOLICIÓN (1)

El Crack Up: 

Primera aproximación a Fitzgerald

Vértigo y ruina, esplendor pasado devenido catástrofe reciente. Eso es lo primero que se me ocurre cuando leo, también por primera vez, a Fitzgerald. Surge Benjamin (se sabe: nadie puede desprenderse de su pasado ni tampoco de esos autores con los que se crió) y aquel maravilloso texto de Angelus Novus y el ángel de Klee. Entonces, esa costumbre de entablar vecindades, tradiciones, influencias: surge el imperioso deseo de aquietarlo. De que esa grieta que abre a cada paso no me arrastre. Tarea dificultosa: su escritura misma es un agujero que absorbe y repele. Que sustrae el suelo común y deja al lector en la misma posición en la que se encuentra él, derrumbado. Experiencia molesta. Una imagen maravillosa, y ¡ay! un golpe inesperado, algo nos estalla en las manos, el souvenir que trajimos del último viaje, el primer libro publicado o nuestros últimos 20 años de vida. Efecto topadora que no distingue valoraciones. Palabras y sintaxis que explotan como vidrios cuyos pedazos quedan desparramados en el piso, invisibles, a la espera de pies descalzos. Así es este escritor endemoniado que parece propinarle todo tipo de jugarretas al lenguaje. ¿Alta cultura?, ¿viejas tradiciones? Ya veremos, apenas me estoy aproximando. Es literatura de Estados Unidos, no es por supuesto ni James ni Poe. Es la generación perdida, de la que conozco bastante poco. Ocurrió una guerra, una debacle financiera mundial, hay restos, ruinas, suicidados y locos internados en manicomios. El célebre y filosófico “Comment dire” de Beckett traducido al pragmático “What is the word?, me sirve por el momento, para el desplazamiento de la mirada, de una tradición a otra, para ubicarme, por lo menos.