domingo, 21 de septiembre de 2014

FICCIONES LONDINENSES

Ficciones londinenses


La procesión parece interminable. Es sábado a la mañana, y hay feria en Notting Hill. Todo el mundo (y la expresión no es retórica) conoce muy bien el tema: él, despistado, gracioso, un hombre común, dueño de una librería justo frente a los puestos de legumbres, verduras y frutas; ella, una famosa estrella del cine, bella y caprichosa, que cae por el negocio de casualidad. Y claro, se enamoran, hay desencuentros, amigos disparatados, dudas, declaraciones públicas de amor, de esas donde todos terminan aplaudiendo, mirando arrobados mientras los dos se besan. ¿Habrá ocurrido esto alguna vez en la historia de las pasiones? Qué más da, Hollywood lo muestra y lo repite hasta el hartazgo, entonces se vuelve realidad. Y Notting Hill se incorpora a la geografía afectiva mundial, provocando el peregrinaje de miles que cada sábado van a la busca de esa ficción transformadora no solo del barrio  sino, y principalmente, de los modos de sentir y percibir la ciudad. Este mecanismo ficcional se repite como política urbana. La historia, la cultura, la arquitectura y el poderío económico, expresado en las nuevas construcciones faraónicas a orillas del Thames, se ofrecen como espectáculo donde el actor principal es la multitud que a cada paso se ratifica en esa ocupación prestigiosa y altamente consumista del suelo.