sábado, 28 de junio de 2014

TRIPLE FRONTERA (2) / AL ESTE DEL INFIERNO

Al este del infierno

1. Llueve y la cosa parece ya una maldición bíblica. Pero Ciudad del Este no acusa mayor impacto. A diferencia de Puerto Iguazú, que sobrevive gracias a sus bellezas naturales y cifra sus expectativas en el buen clima, ella está inmersa en el reino de la mercancía. Ella misma es tráfico y transacción, movimiento y circulación perpetua. El Once sería una versión  abreviaba, e inofensiva, de esta forma de ciudad donde a cada paso el propio cuerpo corre el riesgo de quedar sepultado bajo sus fundaciones.

2. En Ciudad del Este no hay conflictos lingüísticos. Después del dinero, el castellano, el portugués y el guaraní actúan en forma indistinta. Como las migraciones brasileras sostienen a la ciudad, es el portugués, sin embargo, la lengua imperante. Pero aquellos idiomas no son los únicos. En las grandes tiendas no es raro observar guardias de seguridad privada con escopetas al hombro. Circulan entre la gente con la mano en el gatillo y, previsiblemente, cara de pocos amigos. 

3. Si el tráfico configura la atmósfera pesadillesca de la ciudad mercantil, el verdadero infierno está a unos metros de distancia. En un terreno baldío al costado de la Estación de Ómnibus se alza el asentamiento del grupo étnico Mbya. Familias expulsadas de sus tierras de origen que recalaron en la gran ciudad.  Y quedaron atrapadas en ese umbral del tiempo en donde la frontera entre lo arcaico y lo moderno se materializa en forma violenta sobre los cuerpos. Niños aspirando cola de zapatero, niñas prostitutas, el agua a la atura de los tobillos y la certeza de una excomunión eterna.  



 




Ciudad del Este / Fotos Zenda Liendivit (Junio 2014)