lunes, 5 de noviembre de 2012

LEONARDO FAVIO / Gracias por la infancia compartida

Nosotros tampoco olvidamos

Estábamos pensando la nota editorial de los 12 años de vida de Revista Contratiempo (cada año es un poco más difícil) cuando nos enteramos de la muerte de Leonardo Favio. Nos vienen a la cabeza esos films-cismas como Crónicas de un niño soloAniceto y la FranciscaEl dependiente. Sin embargo Favio para nosotros fue, primero, ese muchacho enamorado que escuchábamos en la infancia a fines de los años 60. Rodeado de cantantes nueva oleros y pasatistas, había algo en la voz de Favio que parecía refundar el género romántico. Una indagación que partiendo de la trivialidad nos ponía en vecindad con cuestiones que entonces orillaban la magia y el misterio. Escuchar a Favio era como abrigarse al calor de un sol negro, una luz siempre interrumpida por sombras para las que jamás encontrábamos palabras ni significados últimos.


Murió Leonardo Favio y su muerte, en la Argentina actual, parece una metáfora. Una metáfora de la ausencia, de la paulatina desaparición de palabras fundacionales y búsquedas creadoras. Hoy nos rodea el palabrerío, la risa chabacana, el descrédito del otro a través de pantallas, micrófonos y audiencias capturadas a fuerza de estímulos anestesiantes repetidos hasta el hartazgo. Una sobredosis que se ensaña con el lenguaje y las ideas para hacerlos trizas y reemplazarlos por tilinguerías de consumo masivo. Pensar que el país se paraliza por un par de códigos alfanuméricos, moda pos atentados del 11 de septiembre, es el colmo de la estupidez. Un verdadero insulto a la inteligencia colectiva –que existe y es la que suele definir cuáles son los temas que le interesan a un pueblo, a una época, a una cultura. Ya sabemos que cuando un poder se siente en peligro es capaz de cualquier cosa. Ya conocemos esa historia de profetas a sueldo que salen a la arena a reclutar fieles en pos de causas que solo buscan el rédito propio. Ya sabemos también cómo terminan esas historias. Y sobre todo, tenemos memoria. No necesitamos que esos nuevos libertadores de peligros inventados nos hablen, con música litúrgica de fondo, de las bondades de los principios democráticos que en su momento se encargaron de demoler. O de las bondades de un sistema que sigue cosechando muertos por inanición, por corrupción o por extrañamientos varios. Si no hay vida política, si no hay diálogo fundador, si no hay polémica creativa, no nos interesan estas formas de perder el tiempo. O de vencer a la muerte, que de eso es lo que se trata al fin y al cabo. Mejor, nos quedamos escuchando y viendo a Favio. O haciendo un año más revista Contratiempo.

NOTA EDITORIAL REVISTA CONTRATIEMPO NOVIEMBRE 2012 
www.revistacontratiempo.com.ar



Fotos 1968/69