domingo, 5 de junio de 2011

CINE / IRINA PALM: SEXO, MERCANCÍA Y SALVACIÓN


Sexo, mercancía y salvación

Lo más llamativo de Irina Palm no es lo que es capaz de hacer una persona por alguien que ama, y más aún tratándose de un hijo. Allí no habría muchas dudas, uno es capaz de cualquier cosa. Lo significativo de Irina Palm es cómo el destino se encarga, de alguna forma (bastante desagradable en este caso), de poner en perspectiva tanto la vida personal como la colectiva, relanzando a ambas a lugares inesperados. Maggi, eslabón indispensable cuando se creía un desecho inútil, consigue que la historia no se detenga. Y esto lo logra en ese instante en que el cuerpo adquiere su máxima expresión como mercancía en el negocio prostibulario. Pero lo que ejerce Maggi no es el comercio sexual convencional. No es su cuerpo a cambio de dinero. Es un fragmento del cuerpo del otro en contacto con un fragmento del suyo, reduciendo la transacción a su mínima expresión. Y nada más, no hay miradas, no hay diálogo, no hay roce de grandes superficies, no hay posibilidad de comunicación. Esta fragmentación llevada al límite de lo elemental a través de un dispositivo arquitectónico que organiza tabiques, agujeros y anonimato absoluto, economía aceitada de placer y beneficio con mínimo contacto, es la encargada de develarle a la mujer su propia ubicación dentro de la otra gran maquinaria social y económica, como lo es la miserable y grandiosa Londres de principios del siglo XXI. Ese miembro que se sacude y se exterioriza gracias a sus habilidades manuales la lleva, mucho más que el dinero que cobra, o en todo caso, interceptado por éste, a descubrirse en su propia fragmentación extrema, en su propia inconexión y a la vez, es ese mismo acto el que la reconecta a la vida. Ella al fin y al cabo sirve para algo, y para eso que sirve, superado el asco inicial, es precisamente lo que a esos hombres miserables (fragmentos también del mundo, al margen del poder económico, como el dueño de Sexy World, el cabaret donde Maggy trabaja) los devuelve a la vida. Es el sexo en su mínima expresión pero al final de cuentas, es el sexo descarnado que devela sus misterios y lanza, de golpe, a derrotados, enfermos, hipócritas, chismosos, trabajadores, desocupados, abyectos y honorables a otro lugar desde donde ella puede, por fin, renombrarlos y encargarse de su propio destino.